Síguenos en redes sociales:

¿Símbolo dominante o referente simbólico?

el día 2 de febrero en el periódico digital naiz Iñaki Iriondo escribía un artículo que titulaba “Acabar con el símbolo puede derribar aquello que simboliza”. El artículo se puede resumir en el título que sirve como base del mismo, la idea de dicha frase la utiliza para hacer ver que si Puigdemont cayese, caería el proyecto independentista. Evidentemente asumir que Puigdemont es el símbolo dominante del proyecto independentista es muy osado. No creo que ni el PDeCAT comprase esa afirmación. Pero no solo se adentra en ese terreno pantanoso, sino que también da a entender que con la caída de Ibarretxe el PNV también perdió su proyecto abertzale.

Hay un error de bulto en toda esa argumentación, un error muy común si no se ha leído a grandes antropólogos como James Frazer y su obra The Golden Bough (La rama dorada), a Victor Turner en su libro The Ritual Process (El Proceso Ritual) o a Clifford Geertz en gran parte de su obra. Estos tres antropólogos pero especialmente Turner hacen ver en sus obras que existe un símbolo dominante, y otros que son meros referentes simbólicos y por lo tanto no detentan la fuerza con la que cuenta el primero. A primera vista, y sin una honda reflexión, podríamos decir que si acabas con el símbolo acabas con aquello que simboliza, aunque no es del todo cierto, pues el concepto o el objeto en sí desaparecería de nuestra psique, aunque el objeto en sí mismo no tendría por qué dejar de existir. Quizás sea un error que provenga de la concepción bíblica de que “todo lo que es tiene nombre”. Evidentemente hay cosas que existen y no podemos nombrar porque todavía no han sido descubiertas, empero ello no exime su existencia.

Volviendo a la cuestión que nos atañe y habiendo asumido lo aducido en el parágrafo anterior, no creo que Puigdemont sea el símbolo dominante del movimiento independentista catalán, de la misma manera que tampoco Ibarretxe lo fue del movimiento abertzale en el seno del PNV. Han sido, son y serán grandes referentes para sus causas, pero ni con la caída de Ibarretxe el PNV dejó de ser nacionalista, ni si Puigdemont dejase de ser la vanguardia del movimiento independentista este fracasaría.

¿Por qué? Porque el símbolo dominante es aquel que recoge en sí mismo la totalidad de aquello que simboliza. Esto es, si nos preguntásemos si la txapela es el símbolo dominante de nuestra sociedad, descubriríamos que no, porque no todas las personas que la componen la usan. O si nos preguntásemos si la jota es el símbolo dominante de nuestra sociedad, llegaríamos a la conclusión de que tampoco lo es, porque no toda la sociedad lo ve así. El/la lector/a se volverá a preguntar entonces ¿por qué Puigdemont o Ibarretxe no son los símbolos dominantes? Porque si bien son referentes simbólicos, el símbolo dominante no se establece en ellos, ya que sin ellos en la vanguardia la causa sigue adelante. Entonces, ¿cuál es el símbolo dominante de nuestra sociedad?

El símbolo dominante de nuestra sociedad, desde un prisma abertzale, podríamos asumir que es la ikurriña, en tanto que es el que representa a nuestra nación en su totalidad, y por ser el símbolo aglutinador y cohesionador de la totalidad de las personas que componen nuestra sociedad. Recordemos que aquellos que hoy se desvinculan de este símbolo ayer lo asumían como propio. Por ejemplo, hasta José Javier Esparza la tuvo colocada en el Ayuntamiento de Aoiz mientras fue alcalde, durante más de cuatro años. Eso no significa que en Navarra, además de la ikurriña puedan convivir otros símbolos, como la bandera navarra, la europea, etcétera.

Si la ikurriña es nuestro símbolo dominante, su homólogo independentista catalán seguirá siendo la estelada y no Puigdemont. Por ello, aunque Ana Rosa Quintana crea que ha destruido el movimiento independentista por sacar a colación los famosos wasap entre Puigdemont y Comín, ese dardo no ha rozado la diana. Porque como bien afirma el refrán “a rey muerto, rey puesto”. En el fondo, quizás la pregunta debería estar dirigida a si ERC está preparada para asumir el proyecto independentista desde otro prisma que no sea la unilateralidad o desde la segunda línea, porque quizás el problema no esté en la simbología, sino en una ideología que no sabe leer el momento histórico que se vive en Catalunya, al igual que tampoco lo supo hacer la izquierda abertzale cuando Ibarretxe era lehendakari y optaron por el voto nulo.

Es evidente que habrá lectores/as que no compartan mi visión del símbolo dominante de nuestra sociedad. Quizás habrá quien diga que tampoco es un símbolo dominante el que marca quiénes somos y sea un conglomerado de símbolos dominantes quienes lo hacen, tras la lectura de los autores anteriormente citados creo que hay uno con mayor poder. Pero desde luego, lo que es evidente es que con o sin Puigdemont seguirá habiendo independentistas catalanes, y que no hay quien dude de que sin Ibarretxe en la punta de lanza el proyecto del PNV sigue siendo nacionalista vasco.

Por lo tanto, dejo en manos de los/as lectores/as decidir cuál es el símbolo dominante de nuestra sociedad y la capacidad de reflexión que le lleve a pensar si el proyecto independentista catalán está acabado, o no.

El autor es antropólogo por la UPV/EHU