La acusación del plagio respecto de la tesis de Pedro Sánchez ha sido uno de los asuntos centrales de los últimos días. A partir de ese tema se aborda la situación de la universidad, la composición de los tribunales para evaluar los doctorados y tantos otros temas relacionados. Es un síntoma de la vieja y de la nueva política (bueno, en realidad ésta sigue siendo vieja? los tiempos no han cambiado mucho, no). Usar todo lo que se pueda para erosionar el rival.

Una forma de minimizar este problema es generar temas de moda que, si bien tienen un interés genuino, sirven para desviar la atención de problemas más importantes. En caso de duda, se puede analizar la reforma de la Constitución para evitar el aforamiento de los políticos.

Volviendo a la investigación académica es famoso el dicho de que “copiar un artículo es plagio, copiar muchos artículos es hacer una tesis”. Además, existe un truco muy sencillo para evitar las máquinas que sirven para detectar plagios: cambiar alguna de las palabras de cada frase. En fin, todo ello nos lleva a diversas conclusiones. Uno, esta tesis se inspiró en otros muchos artículos. Dos, Sánchez no hizo la tesis solo. Tres, el nivel académico del trabajo es flojo (son cosas que pasan y tienen toda la lógica del mundo: un libro puede estar bien, regular o mal; a partir de ahí, se pueden indicar los niveles categóricos que deseemos). Cuatro, no había facilidades para poder leer el trabajo. Cinco, los casos de trabajos académicos de Cifuentes, Montón, Casado y Sánchez sugieren que los altos cargos públicos no tienen el mismo nivel de exigencia que el resto de estudiantes. ¿Las razones? Una mente perversa pensaría que es un intercambio de favor presente por un posible favor futuro, pero a saber. Ya se sabe, piensa mal y te quedarás corto.

De lo que se trata en estas líneas es de exponer que sí, Pedro Sánchez ha realizado un plagio. Pero lo ha hecho a una persona a la que considera indecente: el presidente anterior, Mariano Rajoy. El plagio consiste en insistir en una idea principal para adquirir el poder y, una vez llegado allí, incumplirla. ¿Cuál era la promesa central de Rajoy? Sin duda, la bajada de impuestos. ¿Qué hizo? Subirlos. Por supuesto, que como la mayor parte de gobernantes que tocan poder, se espera que no cumplan todas las promesas. Es triste, pero nos hemos acostumbrado a vivir así. Lo penoso es que no se cumpla la promesa principal de un programa electoral. En el caso de Sánchez, esta promesa era “elecciones generales cuanto antes” para “regenerar el sistema democrático”. Lo que ha pasado después, además de los múltiples vaivenes protagonizados por el Gobierno (los cuales evidencian una falta de visión acerca del propósito del mismo), es preocupante.

Cabe recordar que Ciudadanos tenía como mensaje central la marcha de Rajoy. Una vez más, no cumplió. Cuando le interceden a Rivera por esa idea, contesta que “nosotros no tenemos los mismos valores que ellos”. Es otro asunto triste de la política de hoy: los míos son los buenos, los otros son los malos. Es fácil ver que esta dicotomía enturbia el debate a unos niveles agigantados, ya que lo que se debería plantear es que “mis ideas, medidas o sugerencias para mejorar el bienestar social son las adecuadas, las tuyas no lo son”. A partir de ahí, se explican las razones de unos y otros y ya está. ¿No sería más fácil?

En todo caso, se trata de hablar de plagio. Continuemos. Se ha copiado la reforma laboral del PP, ya que no ha tenido cambios sustantivos. Otro plagio, la politización de la TVE es fundamental, así que se hace una pequeña purga de los profesionales que no me gustan y asunto arreglado. Un plagio más: el uso de los decretos leyes. Su uso indiscriminado es debido a una falta de consenso en el Congreso, pero no pasa nada por hacerlos: mis medidas son más urgentes. Las anteriores no lo eran. Más plagios: no hacer nada para mejorar el sistema educativo, alargar el problema de las pensiones con un sobrecoste estimado en 400 millones de euros (a los pensionistas de hoy les preocupan más sus pensiones que las de sus hijos), no hacer cambios en el sistema judicial?

Sí, es verdad que 100 días no dan para tanto. Pero las señales no son halagüeñas. Simplemente, se trataba de comprobar que la estructura de incentivos existente en el mundo de la política hace que unos se copien a otros, independientemente del partido en el que se encuentren o de la ideología que tengan.

Ahora bien, ¿hacen eso todos?

No. Donald Trump ha sido tachado de racista, proteccionista o demagogo. Pero no ha sido acusado de plagio: sus medidas económicas y jurídicas han sido originales.

Incluso han generado un nombre: la Trumpeconomía.

Eso sí es una tesis.

El autor es profesor de Economía de la UNED de Tudela