Los éxitos de la conservación, como la protección de las especies amenazadas, la gestión sostenible de los bosques, la protección y cuidado de los espacios naturales y la biodiversidad, los avances en la ordenación del territorio y un sinfín de tareas relacionadas con la naturaleza, no se deben tan solo a la perspicacia de los científicos o el acierto de los legisladores, sino fundamentalmente a que diversos sectores han apostado por la conservación de la naturaleza, que ha hecho que la sociedad vaya aceptando esas premisas.

Somos muchos y muchas, pero no los suficientes, quienes dedicamos atención y tiempo a la conservación de la naturaleza: individuos, colectivos, asociaciones, expertos, científicos, empleados públicos, e incluso políticos. Unos como pasión, otros por afición, y algunos como profesión. Incluso, en ciertos casos las tres formas simultáneamente. Y es que, hablando, por ejemplo, de los guardas forestales en Navarra, que alcanzan casi un centenar de empleados públicos, no creo que haya uno o una que no sean las tres cosas a la vez. La dosis de interés, de convencimiento y de dedicación puede ser distinta, pero no hay duda de que toda esa energía da resultados.

Es importante destacar y no es la primera vez que lo hago ni probablemente sea la última, el enorme papel de los voluntarios y las voluntarias, que en el caso de Navarra ha sido desde hace décadas que prestan atención a los temas de biodiversidad, a través, de registros de especies, censos, bancos de datos, guías, fotografía y un largo etcétera. Se trata de una caja de resonancia social y una pléyade de vectores positivos hacia la naturaleza que proporcionan, sin duda, avances importantes, y que el Gobierno de Navarra apoya a través de diversos medios y recursos, como subvenciones; realización de ciencia ciudadana en la que participan distintos agentes implicados, científicos, voluntarios, gestores, dinamizadores, políticos, divulgadores y ciudadanos y ciudadanas; labores y trabajos custodia del territorio, etcétera.

Pero, como decía anteriormente, necesitamos que sean más de los que ya hacen conservación de la naturaleza. Así que, para empezar, todos los usuarios de recursos naturales deberían integrarse en las filas conservacionistas: agricultores, ganaderos, forestalistas, hosteleros rurales, propietarios rurales, etcétera. Curiosamente, muchos dicen asumir este principio, aunque no siempre la realidad sea coherente con las palabras. El problema es que cada uno entiende la conservación a su manera y la sitúa a una altura distinta en su escala de valores; cuando queda muy por debajo del lucro inmediato, la disfunción es obvia. Conviene insistir en los argumentos tantas veces invocados: la conservación a largo plazo es imprescindible para mantener su aprovechamiento. La ya vieja idea de la economía sostenible no es otra cosa y puede ser comprendida por muchos más de los que hoy la asumen. Hay que cuidar y catalizar los cambios en positivo: si algunos de esos colectivos se sienten atacados desde el campo conservacionista y no invitados a unirse al mismo, la reacción será obviamente de rechazo y no se conseguirá ningún avance. La información y la sensibilización siguen siendo los instrumentos más potentes de los que disponemos los conservacionistas de la naturaleza.

En cuanto al estadillo de quiénes pueden conservar, ya lo he comentado anteriormente. Pero, en cuanto a quiénes deben liderarla, los sujetos de la conservación son unos cuantos. Desde los primeros movimientos ecologistas hasta las organizaciones no gubernamentales existentes en la actualidad que desarrollan múltiples actividades en el ámbito de la investigación, educación y concienciación medioambiental.

Pero no se debe olvidar la importante labor que hacen los guardas forestales en nuestra comunidad, entre las que cabe citar, velar por la conservación de la naturaleza y el aprovechamiento sostenible de sus recursos, además de ofrecer un servicio a la sociedad en todo lo relacionado con el medio ambiente. Así, algunas de sus tareas habituales son la gestión silvícola (explotación forestal), recogida de fauna herida y muerta, atender urgencias ambientales (vertidos, caza furtiva, incendios, etcétera), seguimiento de fauna y flora y control de especies exóticas invasoras y protección de las autóctonas.

Sin embargo, aún quedan pasos por dar hasta que todos los ciudadanos y las ciudadanas nos sintamos responsables de la protección de nuestro entorno.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente