Conocí a Xabier Arzalluz en casa de Luis M. Retolaza en 1969. Llegaba yo de Caracas en Navidades con la propuesta de divulgar una entrevista sobre Europa de D. Manuel de Irujo. Ajuriaguerra me había hablado del profesor que se había afiliado al PNV y que eso denotaba que ante el fin de la dictadura y la desaparición de los protagonistas de la República, un nuevo tipo de activistas e intelectuales, venían a trabajar en un partido silenciado por todos. En aquella reunión Arzalluz me dijo que iba a sacar copias de aquella cinta porque a la gente joven había que ponerle un horizonte político atractivo y posible como era el europeo.“Oye Xabier, eso de subirse a la tribuna del Congreso debe imponer mucho, ¿tú qué sentiste la primera vez que lo hiciste en 1977?”, le preguntaba yo al entonces presidente del EBB cuando tras las elecciones de junio de 1986 me tocó sustituir a Marcos Vizcaya en el debate de investidura de Felipe González. ”Ni te preocupes. Imagínatelos a Fraga, González, Guerra, Suarez y a todos en calzoncillos. Son como todos. Si tienes las ideas claras y le pones pasión al asunto, ganas”. Esa fue la recomendación que me hizo para aquel primer debate en los momentos duros previos a la división del EAJ-PNV.

Y es que Xabier sabía lo que era la vida, lo que le gustaba a la gente, la necesidad de reafirmar los principios sin importarle demasiado el que dirán y sin ese cultivo a los medios y hoy al tw de la mayoría de la clase política y lo era fundamentalmente porque era un hombre apasionado, culto, bien formado y un magnífico orador. Tenía sentido del humor y de la distancia, algo fundamental en el proceloso mundo de la política encrespada. Todavía se recuerda y valora su discurso sobre la Amnistía y lo que había supuesto el franquismo como la mejor intervención de la primera legislatura.

Fueron apenas dos años en los que fue diputado pero dejó la huella de ser un magnífico parlamentario y un excelente negociador. Hoy no se puede entender la historia de Euzkadi y del PNV sin su protagonismo y contribución vital a la salida del PNV de la clandestinidad, sus aportes como portavoz en la discusión constitucional, su negociación en el Estatuto de Gernika, sus mítines, sus tomas de posturas en cada rueda de prensa, en los Alderdi Eguna, en las inauguraciones de los batzokis donde les decía a los periodistas que él no hablaba para ellos sino para el militante que bajo la ventana le escuchaba embelesado.Me tocó trabajar con él de manera continua 18 años tras la división del PNV y quedarnos en el Congreso con cuatro diputados pasando noches electorales a las que llamábamos “las noches tristes” pero siempre le vi optimista porque nos repetía que teníamos que seguir siendo el eje del país y para eso había que saber hacer política sabiendo en cada momento hasta donde se podía llegar de tal manera que cuando en 1996 le llama Aznar para tratar de lograr nuestro voto a su investidura, tras una campaña electoral durísima, fue el más interesado en pactar con aquel PP. ”Si logramos que la derecha española se dé cuenta que podemos ser por siglos su piedra en el zapato y que aprendan que en España nunca habrá democracia si no pactan con nosotros y los catalanes, algo habremos hecho”

Aquella rueda de prensa en Génova 13 solo la puede dar un político sin complejos que sabe lo que quiere y trabaja por conseguirlo. Por cierto, tras aquella intervención Aznar nos invitó al Lhardy a cenar junto a Mariano Rajoy, Rato, Mayor Oreja pero solo habló él. Tenía tal capacidad de seducción en la distancia corta cuando quería que se metía a la gente en el bolsillo. También es verdad que si alguien le caía mal, no disimulaba en nada su distancia.Xabier Arzalluz era un hombre culto y muy bien formado. No solo por haber sido jesuita, abogado, profesor de derecho, y haber vivido en Zaragoza, trabajado en prácticas en la mina de Río Tinto y visitado Praga tras su invasión, sino que hablaba además de euskera y castellano, alemán, francés y un inglés que estudió en Cambrigde cuando dejó la presidencia del EBB. Le gustaba la polémica, era categórico, escribía muy bien (sus artículos en Deia habría que publicarlos como escuela de historia), era curioso y amaba la buena mesa y cultivar sus amistades que las tenía en mil sitios. Amante de su familia, la protegía como nadie, y lo suyo era, por lo menos lo decía, dar clases en la Universidad. Afiliado en la organización de Matiko, todos los comunicados del EBB, todas las reflexiones de los Aberri Eguna, todas las tomas de postura de los Alderdi, el comunicado tras la muerte de Franco, fueron redacciones suyas porque su liderazgo y su visión de lo que ocurría era muy completo. Con un físico reconocible que a veces le daba un gesto duro en las fotos nos decía que era por culpa de sus mandíbulas paralelas pero no porque quisiera meter miedo a nadie, aunque no se cortaba un pelo en tratar de usted a quien le decía algo que no le gustaba o rectificar o incluso polemizar con un periodista impertinente. Recuerdo que se negó viajar a Cuba con una delegación jelkide para no dar la mano a un dictador como Castro.

Tengo para no olvidar la visita que hizo al entonces Cesid para hablar de la Constitución invitado por el general Calderón. Aquello fue un espectáculo pedagógico increíble. Verle a aquel líder abertzale explicarle a los agentes del espionaje español el por qué los vascos reivindicaban su derecho a ser reconocidos como estado enmarcándolo todo en el tracto histórico de una serie de hechos para ellos desconocidos fue para mí algo imborrable. Como lo había sido su relación con el miembro de ETA Txomin Iturbe, o con Vera y Corcuera y el propio González.

Cuando comenzaba a gestarse el acuerdo de Lizarra y Aznar no quería mover una coma sobre nada fue él quien le dijo que para echarse a la piscina había que saber si ésta tenía agua y que si no él se iba a mover. Aznar, por presión de Mayor Oreja, no quería indagar nada y me tocó asistir a la ruptura total entre ellos a cuenta de la manifestación organizada en enero de 1998 por el acercamiento de los presos. Luego nos vino lo que nos vino y su conversión poco menos que en el diablo malévolo de la política española y centro de todos los insultos. Pero él se crecía en aquellas circunstancias y nos invitaba a ponernos el chubasquero. ”Siempre que llueve, escampa” repetía.

Una vez Felipe González nos invitó a comer en su oficina de la calle Gobelas de Madrid. Quería advertirnos de que el Cesid le había informado de aquellas iniciativas que dirigentes del PNV adelantaban en orden a trabajar por lograr la paz, su gran anhelo. Fue una comida densa donde se habló de todo, hasta de nuestra exclusión de la ponencia constitucional y hasta del txakoli que cultivaba uno y de los bonsáis y las tallas del otro. Cuando volvíamos en coche a casa me hizo un resumen magistral de lo que creía era la postura de González, en ese momento en no muy buena relación con Rodríguez Zapatero y en lo que podíamos ir haciendo para vencer resistencias en plena ofensiva de Mayor Oreja, pero lo que más le había gustado de aquella comida, con larga sobremesa era hablar de Europa, asunto que a los dos les entusiasmaba. Había redactado en 1977 la ponencia del PNV que fue la única que ponía como horizonte vasco a una Europa de las naciones, federal y con el planteamiento democristiano de sus fundadores en 1947. Nadie hablaba de Europa en aquellos años de hierro. El sí.

Orador sagrado, sabía cómo entusiasmar al vasco y aunque se le sacaron de contexto muchas de sus expresiones sobre el RH, el currusco de pan, el árbol y las nueces la política del salchichón, los chicos de la gasolina, el campamento base, para mi Arzalluz fue además de un maestro un político con mayúsculas, un hombre que sabía los límites de una acción, un hombre de principios, un político culto y muy atractivo, un profesor excelente, un militante del euskera, el hombre clave de la salida del PNV de la clandestinidad y la imagen de marca de un partido que a pesar de su división logró remontar lo peor y hacer atractivo el ser jelkide en un mundo de intereses.

Honor al diputado, al padre de familia, al hombre de bien que nos ha dejado físicamente pero cuyo ejemplo e inmenso trabajo quedará como la gran referencia junto a Aguirre y Ajuriaguerra de las mentes más preclaras del nacionalismo vasco en el siglo XX. GB Xabier.