desde la guerra de 1936-1939, los genocidas (golpistas, Iglesia, carlistas y falangistas) utilizaron el poder navarro conquistado, y los bienes que se habían apropiado, para consolidar su dominación a perpetuidad sobre las mentes de la gente. A este respecto, Marcelino Olaechea Loizaga (Baracaldo 1889-Valencia 1972), que planificó como complementarias la Hermandad de Caballeros y la Iglesia Panteón o Monumento de los Caídos, dijo: “Que en este remanso de la tradición histórica, encuentre España, a través de los siglos, la santa levadura, por si un día perdiera su sabor, y la inyección de vida, por si un día sufriera otro desmayo”, entre otras frases insertas en un texto de procaz violencia, pronunciadas por él, el 8 de marzo de 1941, como obispo de Pamplona (1935-1946), en su discurso -según Eladio Esparza- “despedía al grupo de jóvenes encuadrados en la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, que en aquella hora se disponían a caminar hasta el Castillo de Javier” desde “la capilla de San Ignacio de Loyola” en Pamplona, ya que, “la juventud de Navarra iba a rendir un homenaje a su excelso paisano San Francisco Javier, y a la hora de partir, en la caída de la tarde, se prosternaba ante el otro gigante de la contrarreforma, Ignacio de Loyola, y recibía como en las épocas evocadoras de los Cruzados, la bendición de su Pastor y Obispo”.

Aquel anochecer, Olaechea, ocultando el exterminio cainita que acababan de cometer, insensibles a los muy recientes asesinatos de más de tres mil quinientos indefensos navarros y navarras, daba la señal de partida a la marcha, queriendo fijar con el máximo interés, una proyección de su tenebroso negacionismo, también programático, hacia el futuro de la sociedad navarra, arengándoles con estas líneas: “¡Por Dios! ¡Por Dios se muere y se vence!”, “Dónde vas voluntario navarro, si no tienes un fusil”, “Vas a luchar contra una aviación y una escuadra rebeldes y un ejército pertrechado. Vas a ir contra la legalidad de las alturas”, “¿No os parece, peregrinos, que el 19 de julio de 1936 fue una gigantesca y providencial Javierada? ¿No os parece que alentó el mismo genio de la raza y el mismo empuje de la fe? Si la Iglesia y la Patria lo necesitaran un día, a través de los siglos, ¿volverá Navarra a asombrar, con sus Javieres, al mundo?”, “¡Volverá, si la agita el mismo espíritu de la tradición cristiana y brava!”.

Pretendía darles un sentido sagrado a modo de justificación, que también les sirviera de consuelo, a lo que aquellos muchachos habían hecho: “Por Dios salisteis vosotros: por Dios. Es España el gran don de Dios en la tierra y a Dios nos lleva, y por serlo, salisteis por España. Al fin, solo por Dios”, “Bajasteis a poner con vuestros fusiles la frontera temporal de dos Españas”, “Padre Mariano, esto... ni por España: ¡Sólo por Dios!”, “¡Los mejores cruzados de la Historia! Marcháis a Javier a pie, recordando las largas jornadas de la guerra. Pero yo quisiera que vuestro viaje fuese como el glorioso comienzo, como el símbolo mejor, de otro viaje largo y trascendental de toda Navarra”.

A la vez que plasma su monstruoso y sanguinario plan, pues consagra en criminal profanación una milicia de élite, religioso paramilitar, y levanta el templo votivo para la misma. “¡A Javier! A levantar en la ciudad (de Pamplona), que fue como el puerto de partida, la Lisboa de la Javierada de 1936, una Iglesia digna del genio de nuestra tierra y de la Cruzada más limpia de la Historia”. Efectivamente, no fueron éstas meras afirmaciones retóricas del Pastor, había creado en 1939 la citada Hermandad y poco después comenzaban las tareas para levantar esa Iglesia Mausoleo, la que sería el Monumento a los Caídos, en la Pamplona donde en palabras de Olaechea partió la Javierada Cruzada de 1936, y donde tendría sus reuniones la Hermandad.

Olaechea quiere dejar meridianamente claro cuál debe de ser el destino perpetuo de las gentes de Navarra, pues “vuestro Obispo, que antes quisiera partirse la lengua que ser profeta del mala ventura, temería que la Javierada del 19 de julio de 1936, fuera el último grito dado por la bravura cristiana y heroica del mejor pueblo de la tierra”. Es decir, pretende consagrar por los siglos de los siglos la división y desorden de esta agredida y martirizada ciudadanía, para poder manipularla a su antojo y al de sus sucesores.

La Hermandad, organizada a imitación de las órdenes militares cruzadas, formada por los caballeros voluntarios, “hermanos en Fe y armas”, y su sede en el edificio de los Caídos son intrínsecamente inseparables, “en continuidad de los ideales de la tradición católica de España”. Los estatutos actualizados el año 2006 por el castrense obispo Sebastián, así lo consagran, ratificando de conformidad con los fundacionales que definitivamente el domicilio de la Hermandad está en la cripta de “la Iglesia Panteón de los Mártires de la Cruzada”, también llamada “Monumento de Navarra a sus Muertos en la Cruzada”, así como los fines de los cofrades están comprometidos especialmente con su presencia para el “crecimiento de un orden cristiano en los diversos sectores de la vida social”, “económico, cultural y político”. Hermandad paramilitar de caballeros, su hábito es el capote de soldado, de color pardo, homenajean a la guerra de 1936 y son “la santa levadura” para el caso en que hayan de salvar a su patria. La sociedad navarra democrática no es compatible con ambas, por ser contrarias de pleno derecho a la legalidad, la verdad, la igualdad, la democracia y la libertad de los navarros y navarras. Evitar el derribo, ese es en la práctica, y no otro, el verdadero objeto del actual concurso arquitectónico, camuflar de protección al patrimonio y de diseño urbanístico, lo que no es más que un fraude a la sociedad navarra, para la violación de la legislación contra el negacionismo genocida. El motivo es inconfesable, el plasmado en los citados textos de la “Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz”, los que dirigen la oposición al ineludible derribo, ser guardián de “la santa levadura” “y la inyección de vida” que defenderá a su “Dios y Patria”.