El Consejo de Ministros por fin aprobó el pasado 5 de abril el real decreto que desarrolla el autoconsumo de electricidad en el Estado español. Sin duda, una buena noticia si fuera en adelante acompañada de otras propuestas en favor del desarrollo de la energía solar.

El decreto, que pone fin a varios años de incertidumbre, detalla las características técnicas de las diferentes modalidades de autoconsumo, permitiendo la compensación simplificada de excedentes y permitiendo instalaciones para aquellos consumidores que no se encuentren conectados en la misma red interior.

El balance del consumo de mucha más energía de la necesaria hunde negras podredumbres en las transparentes bóvedas, que no flotan, sino que lo sostienen todo. Porque se nos olvida que los cimientos de la vida son etéreos y leves. Los aires que tenemos sobre nuestras cabezas resultan infinitamente más básicos que todo lo que pisamos. Desestabilizar la gran placenta del planeta, que es su atmósfera, malforma lo que ésta gesta y la constante criatura del aire es el clima, que es a su vez fundamento de todo lo vital.

Por tanto, querernos todavía más raudos e iluminados está saldándose con una mayor opacidad en la raíz de todo lo viviente. Esto no quiere decir que el buscar liberarnos de fatigas y oscuridades carezca de legítima coherencia, por mucho que el esfuerzo físico y la noche no dejen de cumplir funciones cruciales. Pero ya no podemos ocultar los tremendos daños colaterales que provoca el despilfarro incesante de energía. Porque sabemos que todo lo producido por una sociedad como la nuestra puede conseguirse utilizando la mitad de los productos energéticos que en la actualidad.

De ahí que se busquen salidas limpias. Algo que no convierta a las aguas y a los aires en vehículos de mortandad, cuando lo eran de vivacidad. Y no nos faltan las salidas, sino todo lo contrario. Frente a la escasez y la tiranía consumista derivadas del uranio, el carbón o el petróleo, todos con fecha de agotamiento y todos monopolistas, nuestro derredor puede proporcionarnos inagotables, baratas, descentralizadas y transparentes fuentes de energía. Entre otras facetas, porque todas ellas derivan de la portentosa fuente que proviene del Sol. Éste, que escancia diariamente 15.000 veces más energía de la que necesitamos para funcionar todos los seres vivos del planeta y todos los procesos, incluido el ciclo hidrológico y el crecimiento de las plantas.

De ahí que quepa celebrar que por fin se haya aprobado el pasado 5 de abril el real decreto, aunque de esas maneras, que desarrolla el autoconsumo de electricidad (principalmente generada con paneles solares) en el Estado español.

Hasta el momento, solo existía una posibilidad, el autoconsumo individual conectado a una red interior. Con la nueva norma, se consagra la figura del autoconsumo colectivo, de tal forma que varios consumidores puedan asociarse a una misma planta de generación, hecho que impulsará el autoconsumo en comunidades de propietarios o entre empresas o industrias ubicadas en una misma localización. Así, por ejemplo, se podrán instalar placas fotovoltaicas en edificios contiguos que tengan mejor orientación, siempre que haya acuerdo entre las partes.

Y, por otra parte, el real decreto reduce los trámites administrativos para todos los usuarios. En definitiva, la nueva norma simplifica las modalidades de autoconsumo y los trámites administrativos y de registro; define el concepto de instalación próxima a los efectos de regular el autoconsumo colectivo; confirma la eliminación del cargo a la energía autoconsumida; crea un mecanismo de compensación simplificada para retribuir al autoconsumidor con excedentes los vertidos de energía a la red, y también facilita la instalación de elementos de acumulación sin más requisitos que cumplir las normativas de seguridad y calidad industrial.

Si siguiésemos en esta línea indicaría que se está poniendo algo de lucidez en el sucio sector de la producción de energía, pero ahora tocan elecciones.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente