La inflación analítica de estas elecciones es abrumadora. Quizás ya no queden ideas, ni argumentos; quizás ni siquiera palabras para razonar lo ocurrido o por ocurrir. Todo está dicho, pero intuyo que los intereses hegemónicos de la literatura política dejan algún hueco por cubrir.

No soy analista político, a veces juego con las ideas y los hechos para saber su grado de caducidad o su capacidad de persistencia. Así que no sé si lo de elecciones históricas no deja de ser un bulo de la historia o un tópico del presente. Pero sí presiento que estos resultados electorales marcan un antes y un después ante tanto despropósito. Por la derecha, con sus extremos histerizados y por la izquierda con sus variantes centradas, escoradas o despistadas. De todo ello queda lo evidente: la gente se ha movilizado contra el miedo que genera el proyecto patológico de resucitar a Franco. De volver la vida y la vista atrás, como en el cuadro Angelus Novus de Klee. En él se muestra a un ángel que parece a punto de alejarse de algo que le tiene paralizado. Es el Ángel de la Historia, ese que ve una catástrofe que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. A lo que iba, éste ha sido el principal móvil de la victoria del PSOE. El miedo al fascismo abascaliano. Por eso el PSOE tiene la obligación de saber y reconocer que no todos esos votos le pertenecen. Hay votos, millones, prestados, cedidos para gobernar en coalición con Podemos y quien quiera sumarse. La gente, en su gran mayoría, se ha protegido del miedo, ha tirado del voto útil y seguro ofrecido por un socialismo socialdemócrata tendente a la tranquilidad biempensante alejada de los vértigos históricos o los precipicios cortoplacistas. Si Sánchez no reconoce esto y cede a la tentación de pactar con Ciudadanos bajo la amenaza del Ibex 35, ese Sánchez se las verá con la historia y sus guillotinas. De la misma manera que si va por libre como ha sugerido la vicepresidenta en funciones del Gobierno Carmen Calvo. O puede ocurrir, tirando de previsiones distópicas, que Ciudadanos, aconsejados por los filisteos de la gran banca, dejen que Sánchez gobierne solo y se enfrente a esa nueva crisis económica que los analistas financieros mejor posicionados ya prevén entre los nuevos ajustes del tardocapitalismo global. Entonces, Ciudadanos se pondría el traje de bombero y retomaría su populismo más liberal. Por otro lado, el resultado de estas elecciones incidirá en la estrategia de voto de las próximas elecciones locales y autonómicas. Para reforzar o reformular los votos. Pero estas elecciones no son extrapolables al cien por cien. La gente vota con otra cabeza, otros criterios y otras estrategias en función de su territorio. Salvo en Euskadi y Catalunya. Porque en estos dos territorios sus ciudadanías han querido decir algo más. Y ese algo más es que quieren ir hacia modos de gobernanza, con sus hojas de ruta, al margen del proyecto centralista español y sus derivadas. Y más, son las dos comunidades que más alto y claro han dicho no al fascismo envenenado del PP, Cs y Vox. Quien más alto ha gritado ¡No pasarán! Quien no vea esto, que se apunte al paro, como Casado. O se junte con Abascal, tan deseoso de llamar a la Brunete.

Más, Unidas Podemos, esas arqueras que quisieron asaltar los cielos, se apuntan también a la tranquilidad que ofrece la socialdemocracia del PSOE al que tensarán para ir un poco más allá. La cuestión es si ese más allá encaja en el proyecto socialista hasta el punto de no ser fagocitadas. Del PP mejor no hablar. O sí. La gente huye del abismo cuando alguien le pide que se arroje sin paracaídas. Y el PP ha querido encarcelar a sus votantes en un frenopático. En nada vendrán las locales y autonómicas presionadas por estos resultados. Unos y otros intentarán rentabilizar sus éxitos o corregir sus fracasos. Mientras, la gente tendrá tiempo para ver cómo se valoran o ultrajan sus voluntades en los pactos que se avecinan. Y aquí está la clave. Que todos los movimientos, de palabra, obra y omisión, quedarán registrados, como indicadores de voluntades que sancionarán a unos o mandarán al paro a otros. A no ser que nadie mueva ficha hasta después del 26M.

Finalmente, por lo que nos toca, Navarra Suma, no suma, resta. El proyecto ultraconservador vendido como antídoto antinacionalista no ha funcionado. Al menos como se esperaba. Porque esa Suma pierde 20.000 votos fugados al socialismo amable o al fascismo apestoso de Vox. Más aún, EH Bildu obtiene un 3,4% más de votos que en las elecciones pasadas. Gana la derecha, sí, pero Navarra sigue otra estela en la que confluyen muchos matices. Por eso aquí, el juego está servido el 26M. Porque ahí sí que nos jugamos algo más que ser un experimento político de transversalidades, nos jugamos volver al pasado paralizante del cuadro de Klee, o renombrar el futuro, un futuro que bien pudiera prescindir de la melancolía de la izquierda.