Sí, somos nosotros, los autores del número ocho, que ha sido un cartel dichoso: rebosante de suerte y de fortunio. Un cartel dicharachero. Txist-Jazz, yeah es un collage digital que gozó de la chamba venturera de ser seleccionado de forma objetiva e imparcial, entre más de 270 obras, por un jurado profesional junto a otras siete propuestas ideadas para anunciar las fiestas de San Fermín. Finalmente la obra de Edurne Tainta, una preciosa ilustración, ha sido la imagen ganadora. A la que felicitamos y celebramos.

Esta es una carta de agradecimiento, por ser finalistas en este concurso, a los más de 10.600 pamploneses/as que han hecho valer su criterio por encima de otras consideraciones para elegir el cartel. Pero, sin duda, gracias infinitas a nuestras dos modelos, Fátima y Verónica, por su generosidad y valentía al aceptar nuestra proposición de ser la imagen de nuestro cartel y prestarse de forma absolutamente desinteresada, sin ningún afán personal. Solo por diversión a pesar de la exposición pública que implica.

Asumimos que quizás fue audaz y atrevido incluir en el cartel a una persona con gran trayectoria de militancia y significancia política, que lleva años de activismo en esta ciudad: Fátima Djarra, que sufrió la mutilación genital con cuatro años, mediadora de Médicos del Mundo Navarra, especialista en integración social. Por eso, a su lado, le acompaña a una profesora de San Jorge, una chavala de Iruñea que toca el txistu en la comparsa y en su barrio desde los 15 años, Verónica. Este año 2019, cumple un cuarto de siglo acompañando musicalmente a la giganta Braulia. Junto a ella, también tocan Itsaso, Ainara, Amaia, Marian y Reyes. Que Verónica y Fátima fuesen nuestras protagonistas fue una decisión creativa meditada que asumimos con responsabilidad, nosotros, los autores. Y nadie más. Nunca lo ocultamos. Les podrá gustar más o menos, les podrá parecer hortera o una exquisita experiencia visual. Aceptamos todas las críticas.

No obstante, en este trance de concurso, ocurrió algo inédito, rocambolesco y surrealista: nuestro cartel ha estado diez días recurrido ante la Junta Electoral. Y de nuestra obra se han dicho muchos dicharachos y disparates. Se dio la coincidencia de que este año Verónica fue candidata en unas listas al Congreso de los Diputados. Nunca consideramos que esto podría causar alguna incidencia en una democracia sana y madura en la que es compatible el desempeño profesional de una persona con sus responsabilidades políticas y familiares. Por fortuna, así lo consideró la Junta Electoral. Pero que vaya, sentimos de verdad haber interferido de esta manera tan burda en el normal funcionamiento de nuestra democracia.

Nuestro afiche siempre tuvo un afán lúdico y colorista, socarrón, divertido y carnavalesco. Nuestro cartel pretendía ser una invitación abierta, universal y multicultural a participar en unas fiestas sin igual. Un cartelón gritón que incita a festejar, danzar y vivir unos días en los que los pamploneses y pamplonesas dejamos de lado nuestras diferencias y compartimos alegría y jolgorio.

Por eso, como autores nos sentimos defraudados por aquellas personas que aspiran a gobernar esta ciudad y, pese a lo que cantan sus lemas electorales, restan más que suman. Rebuscan en sus propias obsesiones, con atolondradas teorías y retorcidos planteamientos, hasta que finalmente hallan, claro que sí, lo que nos divide y no lo que nos une. Una lástima. Son estas personas las que han manoseado, estropeado y pervertido el sentido original de nuestra obra. Se puso en entredicho la labor profesional del jurado, el prestigio del propio concurso y las representantes de algunas formaciones políticas lanzaron la gratuita insinuación de que estaba amañado, parte de “un chiringuito” que tiene montado el alcalde.

No obstante, hay un par de asuntos que nos reconfortan y dan alegría. Para aquellas personas que tanto hablan de las tradiciones, nuestra obra también es muy pretenciosa: somos unos pedantes ilustrados, nuestra principal inspiración son los carteles sanfermineros de los años 1927 de Salvador Bartolozzi o 1930 de Gerardo Lizarraga. Pero en especial el cartel de fiestas del año 1923, en el que aparece un txistulari en el póster, sobre un fondo azul y amarillo, obra del humorista Ángel Cerezo Vallejo. Aquel año el jurado consideró que “ninguno de los bocetos presentados eleva a las aspiraciones del cartel de fiestas de Pamplona”. Así Javier Ciga, Enrique Zubiri y Félix González fueron el jurado que escogió la obra menos purriosa, la menos mala. Ese año también se descalificó a un boceto titulado Rojo porque llevaba “como asunto principal un desnudo académico de hombre”, algo “impropio de un cartel de esta índole”. Ya ven, ni santos, ni toros, ni nada? ¡Un hombre con la picha al aire!

Finalmente, un txistulari fue el reclamo que se usó para anunciar los festejos. Aquel año, un joven reportero estadounidense que estaba en Madrid vio aquel anuncio sanferminero y se acercó por vez primera a nuestra ciudad. Meses más tarde publicó en el Toronto Star Weekly un reportaje que se titulaba Pamplona en julio. El periodista era Ernest Hemingway. En las primera líneas de ese reportaje, se relata cómo la ciudad está rebosante, los hoteles doblan sus precios y en una misma mesa lo mismo se arrejuntan hombres con sombreros andaluces, gorros de paja al estilo madrileño y otros con “la típica boina vasca azulada de Navarra”. Bellas muchachas con chales y mantillas se entremezclan con “danzas vascas de riau-riau” que se cruzan con “los trombones de las bandas militares”. La música está presente día y noche. “Todos los carnavales que he visto en mi vida palidecen en comparación”, dejó escrito.

Nos emociona esta descripción de las fiestas. La convivencia y compadreo entre diferentes, este festejo sin complejos ni prejuicios, es lo que causó fascinación a un reportero extranjero, catapultó nuestras fiestas a la fama mundial, y es hoy el motivo que cada año seduce y cautiva a miles de personas en todo el planeta. Y esperamos que así siga siendo por muchos años, aun cuando ni nosotros ni ustedes estemos para verlo. Mientras tanto, que el espíritu del gitano Echeverría, maestro de txistularis, chunchunero municipal, les bendiga y les acompañe unos Sanfermines más. Nosotros sí que creemos que esta ciudad se merece unas fiestas y unos carteles a la talla de sus vecinas. Verónica y Fátima son buen ejemplo. Nuestro cartel es un txistu, es un jazz, es un “¡ouh yeah!” pero también es un olé-olé, un lolailo, un chundatachunda, una jota, un zortziko, es azúcar y sabrosura, es el rap, es el trap, es la cumbia y el pasodoble. Sean dichosos, disfruten, bailen.