se asocia el Monumento a los Caídos a la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, en especial a partir de 1958, cuando se comienzan a hacer funerales por los caídos por Dios y por España en dicho recinto, y, sobre todo, en la actualidad, después del juicio contra los documentalistas Clemente Bernard y Carolina Martínez, por tratar de filmar una misa celebrada en él. Y, máxime, después de que el Ayuntamiento sacase a concurso la posibilidad de convertir el monumento en algo diferente de lo que es, proceso milagroso al que han llamado resignificación, o convertirlo en nada.

En cualquier caso, la presencia del monumento sigue ligada a los caídos en la guerra por el bando rebelde, a la exaltación del golpismo y al enaltecimiento de los militares perjuros que lo perpetraron, Sanjurjo y Mola. El resto, silencio y olvido.

En este contexto, se olvida de forma consciente el hecho inexcusable de que este mal sueño del monumento no habría tenido lugar si las instituciones políticas y eclesiásticas, sociales y judiciales no lo hubiesen consentido desde un primer momento, y, sobre todo, por haber participado motu proprio en su mantenimiento hasta nuestros días.

Para empezar, la presencia de estas instituciones celebrando actos de exaltación golpista, primero en la catedral-cementerio de la ciudad y, luego, en el Monumento, refleja el gran calado que el fascismo franquismo y carlo-integrismo navarro tuvo en las instituciones públicas, del que no se han desprendido, como lo demuestra escandalosamente el juicio contra los documentalistas.

Sin duda, la responsabilidad primera y última de estas ceremonias no es solo patrimonio de la integrista Hermandad, sino efecto directo del entramado institucional que ha gobernado Navarra desde el 18 de julio de 1936 hasta bien entrada la democracia.

Ha sido la derecha política de Navarra quien, orgullosa de estos actos por ver en ellos parte esencial de su identidad ideológica, ha aplaudido en las páginas de sus periódicos, el carlista El Pensamiento Navarro y el reaccionario Diario de Navarra, poniendo incluso nombre a aquellas autoridades que hicieron posible que este Monumento terminara por ser el símbolo del golpismo y del franquismo más detrítico.

Siguiendo esta orla onomástica, la primera institución responsable sería la Iglesia, con su obispo Marcelino Olaechea a la cabeza, quien en julio de 1939 conminaría a las parroquias de Navarra a celebrar misas y responsos por los caídos en la santa Cruzada; le seguiría su sucesor, Enrique Delgado. Misas y Tedeums en la catedral por los mártires de la santa Cruzada y responsos por Sanjurjo y por Mola, correrán a cargo del obispado y el cabildo catedralicio. Desde 1939 hasta 1958, dichos actos se celebrarían en la catedral, oficiados por el obispo, por el vicario de la Diócesis, por los canónigos, y dejando a la citada Hermandad su organización externa.

La segunda institución responsable sería el Ayuntamiento de Pamplona, quien además de facilitar el uso del recinto para tales usos fascistas, sus alcaldes darían legitimidad con su presencia a dichos actos: desde Mata Lizaso pasando por Garrán, Nagore, Gortari, Pueyo, Urmeneta, y así sucesivos?

La tercera institución sería el Partido Carlista. Desde 1939 a 1981, año de su cierre, El Pensamiento Navarro reproducirá dichas ceremonias en tono de exultación golpista, recordando el objetivo fascista de estos actos. Pues, como dijo su director, López Sanz, “no sabemos qué hubiera sido de Navarra sin Mola”. Más todavía, “para los carlistas el día 18 de julio sería el día más extraordinario de la historia de Pamplona y de Navarra”. El pretendiente Carlos Hugo lo completaría en julio de 1964, con una ofrenda floral a Mola en su tumba de la cripta del Monumento, explicitando en qué consiste el antifranquismo que se atribuyen sus devotos.

La cuarta institución responsable sería la Diputación Foral que, como el Ayuntamiento, asistiría impertérrita a la celebración de dichos faustos. No faltarán su vicepresidente y un ex, caso del requeté J.P. Arraiza, miembro de la Junta de Guerra con Baleztena y otros, Rodezno, Gortari, Marco y una variada presencia de diputados forales.

En la práctica, ninguna institución de Navarra se libraría de mostrar su naturaleza golpista. Sin excepción, asistirían a la catedral y al Monumento, a partir de 1958, a celebrar el golpe de Estado y el enaltecimiento de los mártires muertos en santa Cruzada. El gobernador militar, el gobernador civil, el presidente de la Audiencia Territorial de Navarra, el de Hacienda Foral, y hasta el de Fiscalía de Tasas, no olvidemos que desde 1942 a 1952 nos encontramos en la época del racionamiento, no faltarán en ningún momento.

En 1958, estos actos fúnebres se celebraron por primera vez en el monumento “Navarra a svs mvertos en la Crvzada”. Fue la apoteosis de la barbarie del 18 de julio. El director de El Pensamiento lo diría de este modo: “Es el 23 aniversario del momento en que Navarra volcó a sus hombres hacia la lucha contra el comunismo y contra la anti España”.

Solo un detalle final. En 1977, el oficiante Gregorio Orduna se acordaría de rezar por “aquellos otros hermanos que estuvieron en el bando contrario”. Lo hizo “porque el mismo Jesús agonizando en la cruz lo dijo: Padre perdónalos que no saben lo que hacen”. Pidió “para que a estos muertos se les dé el descanso eterno y a nosotros se nos conceda un lugar en la Patria Celestial” (El Pensamiento Navarro, 20.7.1977). Sin comentarios.

Caídos no es un monumento cualquiera. Y a pesar de los esfuerzos por camuflarlo con resignificaciones para no cumplir la ley y mantenerlo, no solo sigue siendo el símbolo del golpismo fascista navarro por excelencia, sino que es, además, la imagen más nefasta de la ideología con la que durante más de cuarenta años las instituciones públicas de Navarra ejercieron su particular dictadura en la sociedad.

Los autores son miembros del Ateneo Basilio Lacort