Las elecciones generales dieron 17.660 votos a Vox Navarra: ¿la mejor encuesta? Había incluso quien pensaba que a Navarra Suma la había engrosado el voto útil, es decir, que Vox aún podría mejorar su resultado. En todo caso, para entrar en el Parlamento Vox Navarra necesitaba sólo unos 10.000, pero finalmente se ha quedado en 4.000: 13.000 votos han optado por el llamado voto útil, concepto que vendría bien revisar una vez más para ir calentando los motores de estos cuatro años de muy probable incertidumbre.

Vox ha lavado un poquito la imagen de Navarra Suma, momentáneamente, pero todos los que no somos nacionalistas (recuérdelo bien, señor Esparza) somos unos fascistas españoles, poco más o menos. Es evidente que ETA en estos años no mata (y aún tendremos que darle las gracias a la ETA, a Asiron y a su partido); pero soslayar que el nacionalismo se ha nutrido y se nutre del miedo es como poco de ingenuos. Podemos pensar con benevolencia que la táctica de UPN y PP en los últimos años ha sido la de una búsqueda prudente de la reconciliación. En Vox Navarra sostenemos una postura distinta: lo del nacionalismo ha sido y es una invasión en toda regla, que cuenta a su favor con el miedo y la paralización de una buena parte de la sociedad que no quiere meterse en jaleos. En una sociedad reconciliada hay libertad de expresión, y aquí en Navarra eso es todavía un sueño. Y no habrá reconciliación hasta que Navarra sea parte de un País Vasco nacionalista y antiespañol.

Vox es el único partido que ha puesto encima de la mesa los grandes debates de Navarra, que son, básicamente, pedir la ilegalización de Bildu, el partido de Otegui; cortar por lo sano con la propagación nacionalista desde la escuela; controlar el gasto social para cortar el efecto llamada a la picaresca y a la emigración ilegal; y la necesidad de encarar toda una visión antropológica que nos parece errónea: así, por ejemplo, Vox propone un proyecto en favor de la natalidad y contra el aborto. La despolitización de la educación es aquí uno de los asuntos más peliagudos, porque depende directamente del Gobierno de Navarra y significa enfrentarse abiertamente al entramado nacionalista. La ilegalización de Bildu sería un escándalo para buena parte de la izquierda, y sólo se conseguiría con un gobierno fuerte y decidido que protegiera la verdadera libertad en España, que pasa por no ceder ni un ápice siquiera ante la sombra del terror, y por la persecución de toda manifestación de filoterrorismo. En conclusión, en último término, la lucha contra el nacionalismo comporta la posibilidad de un rebrote terrorista, cosa que nadie puede descartar.

Como sabrá el lector, en Vox defendemos con orgullo no tener pelos en la lengua, y creo que esto es algo casi revolucionario si lo hacemos extensivo, como debe ser, a que los políticos también se puedan dirigir en comunicación sincera a los votantes. Dice el historiador Pío Moa que el gran peligro de España no es el PSOE, sino el PP, y puede que tenga razón. Los partidos que dicen ser de centro derecha cometieron el grave error (seamos benévolos con los calificativos) de tragar con la claudicación ante la ETA propiciada por Rodríguez Zapatero y el ahora beato Pérez Rubalcaba, y aceptada por Mariano Rajoy. La peligrosidad del centroderecha es que ha extendido un miedo atávico a salirse del redil, pero no cree en la protección de sus ovejas que, silenciosamente, son devoradas por el lobo, metido en ese parque temático progre que la izquierda quiere hacer de España. Es curioso que ante esta realidad, ante la ausencia total de táctica para hacer la guerra (sí, repitámoslo para alarma y escándalo de los pasteleos ideológicos: la guerra) al nacionalismo vasco, el único argumento que ha valido en estas elecciones es “sacar a la Barkos del Gobierno”.

Navarra tiene un grave problema. La mayor parte de la derecha (los votos de UPN, PP y Cs) vive en el fondo bastante bien mientras llega a fin de mes y Osasuna sube a Primera división, miel que se desborda por la portada del Diario de Navarra. Del trato de los medios no nacionalistas que recibió Vox contaré sólo una anécdota. Una periodista me preguntó qué haría yo si me encontrara viviendo en uno de esos países en los que los nativos se ven forzados a emigrar. Le contesté que no lo sabía; no aprendí lo suficientemente rápido para contestarle con otra pregunta: si en caso de que me desahucien ella estaría dispuesta a abrirme las puertas de su casa sine die. En Navarra no sólo no hay estrategia en contra del nacionalismo, exceptuando la de Vox: el partido de Abascal es, además, un peligro para el buenismo tipo Manuela Carmena, que abre las puertas de su casa a los emigrantes ilegales. No sé hasta qué punto el éxito de Vox en las elecciones europeas (casi 15.000 votos) es un acallar la conciencia, castigando a ese partido al que tantas veces, se dice, votamos con las narices tapadas. Pero cuando llega la hora de la verdad, se vuelve a la parroquia.

El éxito de Vox es haber llegado a unas elecciones en las que, obligadamente, haya tenido que ser silenciado, ignorado por el peligro ideológico que entraña a un navarrismo que centra sus preocupaciones en la transitoria cuarta, como si ese fuera todo el problema, y cuando no despreciado, porque el señor Esparza ya lo dijo repetidamente: con Vox no había nada que hablar. Contábamos con que se acusaría a Vox de que le ha quitado a Navarra Suma la mayoría absoluta en el Ayuntamiento: así va a ser, porque los políticos piensan que la memoria de los votantes es corta. A Cs se le acusó de lo mismo y hoy Suma. De todas maneras, Vox es un partido más de restar, o contrarrestar: restar fuerza a un imparable separatismo progre.

Presidente de la Comisión Gestora de Vox Navarra