la precariedad como receta y el radicalismo sindical como respuesta se retroalimentan y generalmente confluyen en un camino que conduce a la nada. Pero para qué explicar esto a gentes socializadas en la espiral acción-represión-acción que tantas calamidades ha causado en esta tierra durante tantos años. O a algunos llamados empresarios, que todavía creen que la explotación como sistema y el ordeno y mando como método de actuación aumentan la productividad y nutren la cuenta de resultados. Pan para hoy, hambre para mañana, que dice la sabiduría popular.

Viene esta reflexión a cuento del artículo titulado Respuesta al secretario general de UGT en Navarra, firmado por Imanol Salinas y J.J. Osés como imputados en los procesos de Sangiovesa y Huerta de Peralta, y publicado recientemente en estas páginas.

Para tratarse de una respuesta a mis críticas sobre actitudes fascistas y de acoso a la libertad sindical que implican las pintadas realizadas en sedes de UGT y CCOO y en domicilios particulares de dirigentes de mi organización, no se me ocurren argumentos más autoinculpatorios.

Defienden que algo que llaman “sindicalismo activo” arrasa en los conflictos laborales y nos acusan de participar en despidos, generando miedo y miseria que son violencia. Y lo dicen para añadir un poco después que “mientras tanto, algunas personas valiéndose de sprays dejaron claro lo que mucha gente pensamos”.

Niego la mayor. La UGT nunca ha participado en despidos, ni instigado a que se despida. Nuestro sindicato ni contrata, ni despide. En el primer caso, porque no puede, y en el segundo porque ni puede, ni quiere. Eso sí, puedo asegurar, y hay mil ejemplos de ello, que cuando se trata de despidos, individuales y colectivos, la UGT defiende a los afectados y el empleo amenazado con muchísima más eficacia que LAB, que se suele limitar al grito y la pancarta, sin enfangarse en la negociación. Lo que no se puede pedir a la UGT es que se solidarice y pida la readmisión de un despedido, que lo ha sido por agredir a un afiliado de nuestro sindicato. Esa agresión, que acabó en juicio y condena, junto a coacciones a personas, visitas intimidatorias a casas de trabajadores, desperfectos en vehículos particulares, se produjeron en el conflicto de Huerta de Peralta por discrepar de la huelga indefinida impuesta a la plantilla sin votación en asamblea y secundada por 30 de los 170 trabajadores que la integran, y deben formar parte del “sindicalismo activo” o de los “métodos imaginativos” que pregona LAB y suscriben los dos firmantes. Para más inri, LAB desconvocó la huelga sin contar con el resto del comité y con la oposición de los trabajadores al contenido de su acuerdo. Tendremos muchos defectos, pero no somos idiotas.

Y en Sangiovesa, la UGT participó en unas elecciones convocadas por LAB, absolutamente transparentes y ganó. Las empresas pueden tener sus preferencias y sus animadversiones, circulan en todas las direcciones y nos afectan a todos, pero el voto de los trabajadores es libre y secreto (se votó dentro de un vestuario). La UGT logró el delegado, hubo despidos y es absolutamente falso que hubiera la más mínima colaboración o connivencia por nuestra parte. De hecho, una de las personas despedidas estaba afiliada a la UGT. Posteriormente, nuestro delegado se fue de la empresa y le sustituyó el candidato de LAB, que en las elecciones quedó como suplente.

Intentar justificar en unos despidos a los que la UGT es completamente ajena, pintadas en nuestras sedes con la palabra “sua” o dianas en domicilios de dirigentes de mi organización, es instigar o advertir que en la siguiente ronda habrá fuego de verdad. Lo de amenazar con balas a estas alturas resulta tan repugnante como patético. Pero tenemos meridianamente claro que tras estas amenazas, que avaláis en vuestro escrito de respuesta, hay lo que ha habido siempre: euskalfatxas incapaces de renunciar a la violencia y de confrontar democráticamente ideas y alternativas.

Para rematar la retórica habitual del discurso abertzale, se recurre a la descalificación de la UGT por pertenencia al “régimen” y como prueba se alude a mi aperitivo con Javier Esparza y Roberto Jiménez. Pues bien, no creo que sea lo mismo tomarse un vino con un compañero de partido y con un adversario político, con el que me unen la amistad y el respeto mutuos, que compartir ideología y estrategia con asesinos. Porque en Navarra, el único sindicato del régimen de terror impuesto por ETA durante medio siglo ha sido LAB.

Y tratar de despachar ahora la insensibilidad de LAB ante los más de 300 miembros de UGT y CCOO imputados por participar en piquetes en la huelga general de 2012, con peticiones de hasta 8 años de cárcel, con un “les dimos nuestro cariño”, es simplemente una desfachatez.

No, la UGT de Navarra no es diferente a la del resto del Estado. La única diferencia entre Navarra y el resto de España es vuestra existencia y vuestra actitud. Es posible que en la huelga general de 2012 algún afiliado de UGT consumiera en un bar al que supuestamente había ido a cerrar. Somos humanos y, por tanto, no somos inmunes a las estupideces. Pero en septiembre del mismo año, en una convocatoria de huelga de los sindicatos nacionalistas y durante una carga policial contra un piquete, un insigne miembro de LAB exhibió su credencial de diputado para evitarse moratones. No los evitó, aunque esa actitud, no sé si es de “régimen”, pero desde luego suena más a conciencia de casta que de clase. En todas las casas cuecen habas.

Y acabo. No vamos a participar en vuestras movilizaciones. Quizá si algún día sois capaces de respetar la libertad del resto de los sindicatos y el derecho a la discrepancia a la hora de abordar conflictos, negociaciones y acuerdos, y dejáis de convertirnos en el enemigo a batir y en blanco preferente de vuestros ataques y de vuestras campañas de descrédito, por delante incluso de las críticas a la patronal, podamos buscar espacios de encuentro al servicio de los intereses generales de la clase trabajadora. Seguro que nos irá mejor a todos.

El autor es secretario general de la UGT de Navarra