por medio de este texto, quiero aportar algunos datos al artículo Investidura convulsa en Navarra que el Dr Javier Tajadura, catedrático de la UPV/EHU, publicó el pasado 19 de agosto en algunos diarios, y cuyos contenidos evocan a una polémica que todavía está presente en la agenda mediática.

Según afirmó el doctor, una de las cuestiones más alarmantes de la conformación del actual gobierno de Navarra, que ha vuelto a manos socialistas esta vez de mano de Geroa Bai y Ahal Dugu/Podemos, estriba en la falta de diálogo con la coalición más votada de la Comunidad. Cabe recordar que Na+ obtuvo en las últimas forales 20 diputados de 50, grupo con quien María Chivite no se sentó a negociar según Tajadura.

El PSN-PSOE obtuvo en las últimas Forales 11 diputados, sumando con sus ahora socios de gobierno un total de 23. Queda así su ejecutivo a expensas de la colaboración con EH Bildu (7), a quien el catedrático tilda de “heredero de ETA”. En dos palabras: el artículo vino a defender que actual gobierno es la antítesis de lo que los socialistas debería hacer en España, apoyado además de la premisa del “absoluto” rechazo que los navarros han dado al Gobierno del Cambio, anteriormente conformado por nacionalistas con la colaboración de Ahal Dugu e Izquierda-Ezkerra.

Permítame el Dr Tajadura compartir con él su opinión respecto a la poco diplomática jugada del PSN por no sentarse a hablar con Na+. No obstante, entiendo que la ciudadanía navarra ha apoyado tan bien el Cambio como rechazado a solo dos de sus cuatro agentes, de los cuales resulta numéricamente relevante el partido de Iglesias. Hay que recordar que ninguna de ambas formaciones entró en el anterior ejecutivo, ni tampoco I-E lo hace ahora. Si a todo ello se añade la crispación que la derecha española está arrojando sobre todo lo que se sale de su redil ideológico, la negociación de Chivite con Na+ hubiera sido poco más que a una claudicación que truncaría el devenir del futuro Gobierno de España.

Por otra parte, si se aprecian los datos totales que a buen seguro el analista ha observado, los principales artífices del Cambio fueron Geroa y Bildu, formaciones ambas que crecieron respecto a las Forales del 2015 un 5,4% la primera y casi un 2% la segunda. Poco comparable al imparable crecimiento que experimentó la UPN con Na+, aunque en todo caso hablamos de más de 6.000 votos para la formación de Uxue Barkos y de 1.900 para la Izquierda Abertzale, lo cual contrasta con el dramático descenso de Ahal Dugu de 45.848 a 16.124, casi un 50% menos. Y por supuesto, pasar a tener solo dos escaños cuando en 2015 tenía siete; casi tantos como los que ha ganado el PSN, que el 26-M pasó de siete a once diputados en Navarra, quedando uno más para Na+ por la Ley D’Hont. Asimismo, I-E deja de tener dos para quedar con uno solo, de lo que se deduce que la izquierda no abertzale ha pasado a otorgar su confianza a un PSN bendecido por el “efecto Sánchez”. El fenómeno de trasvase del partido morado al rojo es el mismo que se aprecia en todo el Estado, y que previsiblemente tendrá sus consecuencias en unas próximas elecciones. A ello que hay que añadir las cruentas luchas internas de liderazgo en el seno de Podemos en Navarra.

A buen seguro, la actual presidenta se sabe heredera de ese voto morado que no tiene problema en pactar con quien confronte a la derecha, además de que la propia afiliación del PSN remarcó no desear un gobierno con UPN-PP hace poco más de un año. Todo ello ha despejado las dudas sobre esa estrategia que en su día quiso el también socialista Fernando Puras, y que no pudo materializar. No es justo pues hablar de “traición” del PSN a sus votantes, en tanto que si lo que en fin se deseaba era un gobierno regionalista opuesto al nacionalismo (vasco), bien se podía votar directamente a Na+, en tanto que por otra parte, los socialistas han retenido la corona navarra siempre de mano de algún grupo abertzale. Solo hace falta ver el caso del exalcalde de Pamplona Julián Balduz, o del expresidente Javier Otano, cuyas formaciones decrecieron en votos una vez se maridaron con la derecha navarra -para esto último, bien cabe apreciar el caso de Roberto Jiménez, quien coaligó su partido con UPN en el gobierno de Yolanda Barcina-.

Por otra parte, los socialistas nunca prometieron no relacionarse con Geroa o Podemos, sino con Bildu, a quien además han impedido retener alcaldías como la de Iruña, Lizarra o hacerse con Sartaguda. Es por ello que no acabo de comprender esa forma de desacreditar al PSN acusando a este último de echarse en manos de la ETA; si por mancharse las manos de sangre se entiende que Bildu ha facilitado la investidura de María Chivite, igual de válido sería afirmar el sinsentido de que Na+ votó, con el mismo, la no investidura de la presidenta en primera ronda, donde Chivite necesitaba mayoría absoluta. En la segunda, donde solo se requiere mayoría simple, Bildu dispuso cinco parlamentarios de siete a la abstención (los que el PSN necesitaba), y los restantes en contra. Si se obvia que Bildu ha votado más en contra que a favor del actual gobierno, estamos incurriendo en un caso de demagogia, equiparable a decir que quien se ha unido con ellos para evitar un gobierno socialista es la derecha, por tanto, su “cómplice”.

Entiendo que si lo que se quiere es achacar a la izquierda abertzale su nefasta gestión de los ongietorris, hemos de referirnos explícitamente a ello, y no a una enmienda a la totalidad que impida cualquier diálogo con fuerzas representativas y la conformación de gobiernos legítimos.

El autor es Profesor Doctor de la Universidad del País Vasco