El Tribunal Superior de Justicia de Navarra no valora, no estima, desestima el euskara. El TSJN no valora, no estima, desestima que la ciudadanía navarra, ese sujeto colectivo de derechos, tenga el de ser atendida en una de sus lenguas propias. El TSJN discrimina en derechos a la ciudadanía según dónde viva. El TSJN no valora, no estima, desestima toda opción ciudadana a deshacer guetos poblacionales.

Es sabido que nunca se debe identificar Justicia y ley, los derechos y el Derecho, está dicho de mil formas ya desde la cuna de la filosofía, nunca los llamados tribunales de justicia debieran haberse llamado así, son en su origen instancias para legalizar ajustes de cuentas o por ahí. Para nada aparecen como fruto de un sentido de justicia, a la vista está, determinadas interpretaciones de las leyes. El TSJN ha hecho una interpretación de la LORAFNA y de nuestra Ley del Vascuence, de su nefasta zonificación ya de por sí discriminatoria, en el sentido más ídem e injusto, ha rizado el rizo de su melancólico bucle nacional-lingüístico español.

El TSJN, sus componentes, tienen derecho a sus interpretaciones de las leyes, pero ¿lo tienen a estimar, a dar valor de ley, a impulsar discriminaciones en nombre de la justicia? Odio el concepto cada vez más invocado de “delito de odio”, es un sinsentido en sí mismo porque los delitos son actos, no sentimientos. No sé tampoco si el término de auto-odio registrado y normalizado por lingüistas es muy acertado, demasiado metafórico quizá, pero puestos a entendernos, el TSJN alimenta el auto-odio como característica de la sociedad navarra. Y lo hace con un acto, con una resolución concreta, una sentencia que, hablando en términos coloquiales, “tiene delito”.

Navarra está asombrando al mundo, al mundo científico de los sociolingüistas al menos, como una comunidad que legisla contra una de sus lenguas propias, algo de por sí escandaloso ante cualquier observador con sentido de la justicia y de la riqueza cultural y lingüística, pero tiene además un tribunal superior presto a impedir cualquier resquicio de interpretación de esas leyes de manera mínimamente suavizadora de su correosa dureza.

No hablo de los derechos de una lengua, ni siquiera de los derechos de sus hablantes, hablo de derechos de la ciudadanía en Navarra. Al TSJN no le importan los derechos, le importa sólo interpretar las leyes así sea de la manera más discriminatoria posible, al albur de donde nos haya tocado vivir a cada persona dentro de este ya reducido espacio de convivencia político-administrativa que es la CFN, y contraponiendo los derechos a plazas funcionariales a los derechos de la ciudadanía a ser atendida en la lengua que cada cual prefiera. A no ser, claro, que se trate de atender a hablantes de lenguas ajenas con pátina, al entender del tribunal, de “no rústicas”, de “civilizadas”.

Ya no usan viejas imponentes pelucas los magistrados de nuestros tribunales, pero parecen añorarlas melancólicamente como soporte de sus antañosos bucles.