Mila esker eta ikusi arte
Probablemente no sea yo el más indicado para hablar de estos tíos. Como dicen ahora, en la banda sonora de mi vida han sonado muchas bandas, casi todas británicas y españolas. Poder entender las letras no es una condición necesaria, pero sí suficiente para engancharte a las canciones de un grupo o cantante, al menos en mi caso. Este era un motivo por el que no me enganché a Berri Txarrak en su día, porque yo en el año 94 no entendía ni una palabra de euskera y me gusta saber lo que canto.
Tampoco soy de las nuevas generaciones, ya que nací algún añito antes que los Berri, pero es que ni siquiera su música era la que más me gustaba, ya que yo soy de rock más melódico que metalero.
Pero en esta vida las cosas cambian, tanto los gustos de uno como las composiciones de otros, y hay un momento dado en el que las líneas se cruzan y de repente vas y te enganchas, y una vez enganchado, vuelves a dar un repaso a esa discografía que de repente escuchas de otra forma.
Eso, y que en un momento de mi vida decidí que ya era hora de aprender mi otro idioma, de manera que al principio leyendo el cuadernillo, y poco a poco escuchando, por fin entendía lo que decían esos pelones de Lekunberri, ¡y qué letras por cierto! Y si te gusta el ritmillo y te mueven las letras, para qué quieres más.
Además, tengo que reconocer que yo soy de esos que defienden lo de aquí. Que aunque el fútbol no me apasione, yo soy de Osasuna, y del Portland en su día, y de Induráin, y de espárragos, pimientos y alcachofas, y sanferminero, y de pasear por Urbasa, Bardenas e Irati, y de vino navarro y queso del Roncal, y de euskera y castellano, y de Barricada... y ahora de los Berri. Nacionalistas nos llaman.
Total, que poco después de mi descubrimiento tardío, van y dicen que se separan... ¡serán desagradecidos ahora que soy fan! Por suerte, tuvieron la deferencia de hacerlo después de haber visto algún concierto, y anunciando que girarían durante un año para despedirse, tiempo durante el cual he podido comprobar que Berri Txarrak no tiene nada que envidiar a todas esas bandas que ya formaban parte de mi banda sonora. Pocos grupos he visto más auténticos, más profesionales, más comprometidos, menos peseteros y más virtuosos que éste.
Para coronarla, fui uno de los 23.000 afortunados que pudimos despedirnos de ellos en sus dos últimos conciertos. Ni siquiera para eso he sido de los seguidores con más pedigree porque, con suerte, conseguí entrada para el concierto del viernes, no el del sábado, que fue el último ultimísimo. Hacía poco más de un mes pude también verlos en el Zizpa, el gaztetxe de Baiona. Todavía ahora no sabría decir con cuál de estos dos conciertos me quedo, si la cercanía, autenticidad y sencillez de Baiona, o el espectáculo, la emoción y los decibelios de Iruña. En cualquier caso, siempre que los he visto, en pequeños o en grandes conciertos, lo dan todo y son impecables.
Además, me ayudaron y me ayudan a mejorar mi euskera. En unos tiempos que vuelven a tornarse oscuros en la defensa de nuestra lengua, es el grupo actual de rock navarro más universal el que tiene que sacar los colores a los políticos más rancios con la reivindicación más dulce que se podría hacer en la defensa de un idioma: dos históricos llenazos en el Navarra Arena para ver a un grupo navarro que canta en el idioma de los navarros, en euskera, y que es capaz con medio riff de hacer arrancarse a 11.500 gargantas a cantar el Riki riki que el alcalde de Pamplona censura. Soberbio.
Gracias Berri Txarrak por dar tanto pidiendo tan poco. No seréis probablemente parte de la banda sonora de mi vida hasta hace poco, pero sí parte de la que me queda. Mila esker eta ikusi arte!