leyendo la crónica de las jornadas que se realizaron los pasados 20 y 26 de noviembre en Pamplona, que con este nombre ha publicado el Foro Social Permanente, he vuelto a recordar lo que fueron y aportaron. Lo he hecho no ya como miembro de este foro sino como ciudadano navarro preocupado por construir una sociedad mejor para todas las personas que habitamos en la Comunidad Foral.

Qué es la convivencia democrática. Sin duda hay respuestas dispares para esta pregunta, pero la presencia y palabras de los ponentes de la mesa redonda y los testimonios de dos víctimas de distinto victimario nos dan alguna pista de lo que debe ser.

Tres testimonios diversos pero complementarios. Tres personas de distinta trayectoria profesional y amplio reconocimiento en la sociedad navarra mostraron su convencimiento de que la convivencia es clave para el correcto funcionamiento de una sociedad. Es por ello necesario extender la idea de que todas y cada una de las personas que formamos parte de la sociedad navarra debemos ser parte y garantía de que esta no se rompa, se fortalezca y cohesione.

¿Pero acaso no vivimos en una sociedad democrática? Seguro que has oído la frase de Winston Churchill "la democracia es el menos malo de los sistemas políticos". Pero tiene mucho que mejorar, añadiría yo, y en materia de convivencia es necesario salvar escollos y caminar hacia un futuro que supere la crispación y enfrentamiento visceral y dé confianza y serenidad a la sociedad en la que vivimos.

En su despedida de la vida política, Borja Sémper afirmó "La política no debe transitar por trincheras". Discrepar es lo natural, pero con respeto y sin convertir al adversario en un enemigo.

En numerosas ocasiones me coloqué tras la pancarta de Gesto por la Paz; enfrente algunas veces se colocaba otra pancarta con otras personas que nos lanzaban improperios y a veces cosas más contundentes. Hoy, en el marco del Foro Social Permanente en Navarra y en este tipo de encuentros, me siento con ellas o con quienes estaban en sus posiciones ideológicas en un común deseo de acabar con las consecuencias de un ciclo de violencia y encontrar la forma de acomodarnos en un amplio carril central en el que tengamos cabida todas las personas de todas las ideologías.

Nadie ha renunciado a sus ideas y planteamientos. Debo decir que en las mismas circunstancias yo ocuparía la misma posición, pero a todas nos ocupa hacer imposible que esos tiempos vuelvan a repetirse y para ello no se puede vivir de espaldas unas de otras ni pretender que no existan posturas políticas con las que estoy en desacuerdo.

Venimos de un pasado violento que ha generado sufrimientos injustos y rupturas vitales, pero si algo hemos escuchado de las víctimas de la violencia, de todo tipo de violencia y también a las dos personas que participaron en el Parlamento Foral en estas jornadas es que la inmensa mayoría de las víctimas no odian y que lo que reclaman sobre todas las cosas es la verdad y el reconocimiento que a muchas les es negado. Reconocer al otro y el sufrimiento de la otra persona es un ejercicio de fortalecimiento social que en los encuentros de víctimas se han podido ver.

El ejemplo es evidente; si ellos y ellas son capaces de compartir su relato de sufrimiento, de encontrarse con el diferente e incluso con el contrario, la sociedad en su conjunto, que también fue víctima de la violencia como tal, debiera ser capaz de hacerlo también.

Recientemente he viajado a Bosnia y Herzegovina, un país que vivió el conflicto de los Balcanes con una crueldad desgarradora. En su capital, Sarajevo, conversé con un amigo que vivió el conflicto muy de cerca y aún vive en esta hermosa ciudad. Él me decía que la población, que fue un ejemplo de convivencia en la diversidad, había perdido la confianza en las otras personas, y la desconfianza es la antesala del odio que puede estallar en violencia.

Recuperar la confianza no significa olvidar el pasado sino superarlo. Para ello es importante el relato y la memoria que tienen que ser garantía del futuro. Un futuro compartido con relatos múltiples que se puedan compartir. Difícil, sin duda, pero necesario para aprender de los errores y no repetirlos.

Hay cosas que no sé cómo poder solucionar, pero estoy seguro de que se pueden solucionar porque el ser humano es capaz de superarse hasta límites insospechados. Es la sociedad en su conjunto, en este caso la navarra, la que tiene que buscar caminos amplios por los que poder transitar cada vez mayor número de personas. Es la forma de conseguir una mayor convivencia democrática.

El autor es miembro del Foro Social Permanente en Navarra