La Asamblea General de las Naciones Unidas decidió institucionalizar el 8 de marzo de 1975 como el Día Internacional de la Mujer. Posteriormente, en 2015, proclamarían el 11 de febrero como Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. El hecho de que 40 años después, en pleno siglo XXI, aún se tengan que celebrar estos acontecimientos, cuando solo en el ámbito de la ciencia y tecnología trabajan millones de mujeres desde hace años, resulta cuando menos llamativo.

Ser licenciada en Biología (Susana Pedrosa), haber realizado una tesis doctoral en Genética y llevar más de 14 años aplicando mis conocimientos en Nasertic ha hecho que estos días -ante las reivindicaciones en distintos medios y foros por la escasez de mujeres en el ámbito de las STEM- vuelvan a mi memoria recuerdos no muy positivos, como los comentarios de un profesor de matemáticas del instituto sobre la "imposibilidad cerebral" de las mujeres de desarrollar "trabajos intelectuales de carácter científico". O las sugerencias -también provenientes de otras mujeres-, de la prioridad de ser madre frente al desarrollo profesional (¡como si hubiera que elegir!). A pesar de todo, hoy en día las mujeres firmamos alrededor del 30% de los avances científicos de todo el mundo. Un avance que no debe hacernos obviar las barreras e impedimentos que dificultan todavía nuestra presencia en la ciencia y tecnología.

Barreras que, es justo reconocer, no todas las mujeres perciben. Es el caso de Nerea Azpilicueta, responsable del Área de Servicios de Telecomunicación de NAsertic. Para ella (que también firma este artículo), no haber tenido hermanos varones quizá influyó en que a su hermana y ella les educaran en casa en igualdad. Nunca escuchó que hubiera carreras de chicas y de chicos. Y cuando, con 16 años, compartió con su padre el sueño de ser piloto de aviones, no solo no se lo quitó de la cabeza, sino que le animó y acompañó en su propósito. Tampoco ha percibido discriminación por ser mujer ni cuando comenzó a estudiar Ingeniería de Telecomunicaciones ni cuando se incorporó al mercado laboral, hace 22 años, en un mundo de hombres. No obstante, el solo hecho de que convirtamos en excepcional algo que debería ser natural también invita a la reflexión.

A este respecto, el Foro Económico Mundial (FEM) reflejó en su último Informe Anual de Brecha Global de Género que aún tendrán que pasar 257 años para que hombres y mujeres tengan las mismas oportunidades económicas. Recientemente, Juan Cruz Cigudosa -consejero de Universidad, Innovación y Transformación Digital y presidente de Nasertic- alertó de que, en Navarra, el porcentaje de alumnas que cursa estudios de Bachillerato en Ciencia y Tecnología oscila entre el 9% y el 12%. Sobre el porqué de esta desigualdad, comentó que se debe a la falta de "referentes" y "modelos femeninos a seguir".

Hoy las mujeres obtienen mejores resultados académicos en colegios, universidades y oposiciones. Es decir, en pruebas objetivas. Sin embargo, siguen sin alcanzar, en la misma proporción, puestos de dirección en empresas. En 2018-2019, el 55% de estudiantes universitarios españoles eran mujeres, pero según un estudio del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades solo el 40% de las mujeres universitarias tiene contrato indefinido a los cuatro años de graduarse, frente al 60% de los hombres, que además poseen salarios muy superiores.

Como explica Malcolm Gladwell en el libro Blink, Inteligencia intuitiva, tardamos dos segundos en poner en marcha un complejo mecanismo de decisión en el que intervienen creencias, prejuicios y estereotipos que nos condicionan en la toma de decisiones, sin ser siquiera conscientes de ello. Es contra estos prejuicios inconscientes contra los que debemos luchar, visibilizando a mujeres que nos sentimos realizadas en nuestros ámbitos profesionales (antes mayoritariamente de hombres), de forma que reprogramemos todo nuestro sistema de creencias y conexiones neuronales.

No obstante, esta reprogramación es una carrera de fondo, que hay que recorrer tanto a nivel individual como social. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), "la ciencia y la igualdad de género son fundamentales para el desarrollo sostenible". Hombres y mujeres somos complementarios y es necesaria la aportación y visión de ambos a todos los niveles para que la sociedad avance. Por tanto, no es un "problema de mujeres". Confiemos en que el retroceso sufrido en el número de mujeres que estudian carreras y grados de formación profesional técnicos -los más bajos en años- sea simplemente un paso atrás para coger impulso y asentar un cambio que comenzó hace años y que esta sociedad necesita.

Firman este artículo: Susana PedrosaTécnica responsable de Biología Molecular del Laboratorio de Nasertic, y Nerea AzpilicuetaJefa del Área Servicios Telecomunicaciones de la sociedad pública