asta hace muy poco el vehículo eléctrico era un desconocido. Sin embargo, últimamente el vehículo privado está sometido a un verdadero cambio en el que se pretende pasar de la propulsión con motor de combustión interna, por coches propulsados con motor o motores eléctricos, que alimentan las baterías que llevan y que hay que cargar de la red eléctrica.

Esto ha provocado en todos los países del mundo y también en Estado español un tremendo movimiento de ajuste, que se tiene que dar en pocos años. Los argumentos son múltiples. El más común, es que ciertamente, los combustibles fósiles están contribuyendo al cambio climático. En este sentido, sustituir los coches de combustión interna por coches eléctricos, supondría un cierto alivio, aunque produciría diversos impactos ambientales, de los que habitualmente no se dicen.

En el contexto actual de emergencia climática, pérdida de la biodiversidad y aumento de la contaminación atmosférica, es primordial y absolutamente necesario poner en marcha estrategias que nos conduzcan hacia la descarbonización de la economía. El Acuerdo de París, firmado en diciembre de 2015, nació con el objetivo de mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2°C sobre los niveles preindustriales y limitar el aumento a 1,5ºC para finales de este siglo. El pasado 4 de abril, la Comisión Europea presentó la ley del clima comunitaria, reglamento con el que la UE convertirá en vinculante su objetivo para que Europa sea climáticamente neutra en el 2050. Esta propuesta que ha sido calificada de poco ambiciosa por parte de algunos países y por las organizaciones ecologistas, deja para más adelante la fijación de los objetivos de reducción intermedios, como el año 2030, u otros. Teniendo en cuenta que la última década se ha caracterizado por la inacción, cuando no por la obstrucción, en la lucha contra el cambio climático, la ciencia es clara: nos queda una década para tomar las medidas necesarias para evitar una catástrofe climática y no superar el incremento de 1,5º C de temperatura global.

Actualmente, el sector del transporte es el principal emisor de dióxido de carbono (CO2) del Estado español, siendo la mayor parte de estas emisiones (90%) provenientes del transporte por carretera. Por tanto, la descarbonización del transporte es una necesidad imperiosa. Y así se presenta el vehículo eléctrico.

En una reciente documento de Ecologistas en Acción sobre su posición en torno al vehículo eléctrico, se viene a decir que una de sus ventajas principales es la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero de este tipo de vehículos respecto a los de la propulsión con motor de combustión interna. Así, por ejemplo, la Agencia Europea de Medio Ambiente en un trabajo realizado en 2018 se afirma que, teniendo en cuenta todo el ciclo de vida de un vehículo eléctrico, estos vehículos pueden suponer una reducción del 17 al 30% de emisiones de gases de efecto invernadero con respecto a los vehículos convencionales de combustión interna en las condiciones tecnológicas actuales en la Unión Europea. Ese porcentaje irá mejorando a medida que se utilice una mayor proporción de energías renovables en el mix energético y se incorporen mejoras tecnológicas. Conviene señalar que este estudio de la Agencia Europea de Medio Ambiente no considera las emisiones de diversas infraestructuras necesarias para el desarrollo del vehículo eléctrico, como las electrolineras, extensión de la red eléctrica, aumento de las plantas degeneración, etcétera, que en el caso del vehículo de combustión ya están construidas.

Por otra parte, los vehículos eléctricos ayudan a mejorar la calidad del aire en las ciudades y en los municipios, ya que no emiten ni óxidos de nitrógeno ni partículas. Aunque también es cierto que, al estar propulsados por electricidad, la contaminación proviene de centrales eléctricas, que normalmente no están cercanas a lugares densamente poblados.

Otra de las características de los coches eléctricos es su casi nula contaminación acústica. Al no tener motor de combustión son silenciosos y generan menos vibraciones y no emiten calor. Y, también menos residuos, especialmente peligrosos, debido a una menor necesidad de productos como refrigerantes, lubricantes o aceites de cambio de marchas.

Pero también en el documento de Ecologistas en Acción se viene a plantear que el vehículo eléctrico hereda una buena parte de los problemas e impactos que ocasiona el coche privado actual de combustión interna, como la ocupación del espacio público en nuestros municipios y ciudades, la congestión del tráfico con los consabidos atascos, accidentes de tráfico, atropellos, o la necesidad de grandes vías de comunicación para seguirían existiendo si se trata de sustituir a los vehículos actuales de combustión por los eléctricos.

Además de estos problemas, el vehículo privado genera otros nuevos, como la fabricación de baterías y motores eléctricos con la explotación de muchos materiales. El acceso a minerales para la fabricación de baterías y motores eléctricos, como el litio, cobalto o el níquel, que son escasos, producen impactos sociales y ambientales en su extracción.

Otra cuestión importante es que los grandes índices de motorización de las sociedades occidentales (del orden de dos personas por automóvil) no son extrapolables al resto del mundo, sean vehículos eléctricos o de combustión. Cualquier estrategia en el transporte, vista desde una óptica socialmente justa y ambientalmente sostenible, debe pasar por una clara reducción en el uso de energía y materiales, es decir, por una disminución del número y tamaño de los vehículos.

La transición ecológica en el transporte que debe llevar a una completa descarbonización del sector se debe fundamentar en un modelo basado en el transporte activo (desplazamientos a pie y en bicicleta), y la priorización del transporte público eléctrico, complementado por servicios de coche compartido, taxis y transporte a la demanda.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente