a prensa inmediatamente ha trasladado a los titulares el anuncio del presidente Sánchez del ”plan de choque” para la ciencia dotado de 1.056 millones. De entrada, uno dice: ¡por fin, acabaremos con nuestra secular deuda con la ciencia!

Sin embargo, hay que leer la letra pequeña, este año sólo son 396 millones en ayudas directas, los restantes 660 millones son para 2021. Además, hay otros 508 millones para préstamos a empresa innovadoras. El plan consta de tres ejes principales:

-Fortalecimiento del sistema de investigación biosanitaria y de salud pública, a través de una mayor movilización de recursos para el Instituto de Salud Carlos III. Es decir que parte de este plan es para financiar dicho instituto.

-Transformación del sistema de ciencia y atracción y retención del talento, con la finalidad de dar impulso a la investigación.

-Desarrollo y la innovación (I+D+i) empresarial, con el objetivo de reforzar las bases del tejido productivo innovador como uno de los pilares de la reconstrucción económica y social del país.

Tras el mareo inicial de cifras tan desmesuradas para nuestra contabilidad de trabajadores y pensionistas (el afortunado que lo sea), nos percatamos que son unas migajas si los comparamos con respecto a los 140.000 millones que Europa pondrá a disposición de España, previa revisión de los próximos Presupuestos Generales del Estado. La dotación de 1.056 millones de euros es prácticamente la misma que el presupuesto del FC Barcelona de la actual temporada, 1047 millones, con la sutil diferencia de que el “plan de choque” de investigación del Gobierno es para dos años. Así comprobamos que, una vez más, estamos ante una medida propagandista, de las muchas a las que nos tiene acostumbrados este gobierno. La investigación en España no necesita de peces, necesita de cañas. Es el viejo dilema de acción asistencial frente a acción transformadora. Aunque si bien es cierto que en un momento puntual e inicial puedan requerirse las dos. La efectiva a largo plazo es la transformadora. Al contrario que Israel que sabía que lo costoso era formar soldados y por ello rediseñó sus carros de combate y produjo el Merkava para protegerlos, España es productora (formadora) y exportadora de investigadores, y a diferencia de los clubes de fútbol no recibe nada a cambio de ello.

Es necesario que en la formación y desarrollo de un investigador, este tenga que salir y ver mundo, para progresar y mejorar sus habilidades y destrezas, pero con el objetivo de volver, parecido a la cesión de un jugador. Sin embargo, en España el retorno en condiciones dignas no es una utopía, sino una quimera.

Es lamentable que no saquemos provecho del esfuerzo en formación de investigadores, los cuales, en su mayoría, tras su doctorado (si lo llegan a concluir pues algunos ya vislumbran el oscuro futuro y optan por buscar soluciones reales a su situación), deben reinventarse laboralmente; o bien emigrando o bien opositando preferentemente en educación.

Los pocos afortunados que siguen investigando en casa deben pagar un peaje, pues gran parte de su tiempo laboral lo deben compaginar con la docencia y la gestión académica universitaria, en su mayoría. Para desgracia de la universidad y de la ciencia, pues el ser un muy buen investigador no implica ser un buen docente o un aceptable gestor universitario. Y si demuestran cierta habilidad en esas áreas, acaban dejando la investigación o manteniéndola como actividad residual. A esto hay que mencionar que la cacareada conciliación familiar, es decir, el equilibrio profesional y laboral, que debe tener toda persona, no existe y muchos de los que se dedican a la investigación son personas solteras o tienen una pareja que se sacrifica profesionalmente, para que ellos puedan hacerlo. Hay que saber que las ayudas fundamentalmente se destinan para cubrir instrumental y material fungible, de forma que el presupuesto salarial se resiente y se acaba contratando temporalmente al investigador y en categorías de auxiliar con lo que su sueldo y futura pensión son precarios, cuando no son becas para evitar el coste salarial de cotizaciones de trabajador y empresa en IRPF y Seguridad Social, teniendo a investigadores peinando canas en situación de eternos becarios.

Se dan casos sangrantes como el de mi compañero y amigo de promoción y doctorado que con dos hijas en Bachiller y tras patear el mundo: Navarra, Francia, Irlanda, México, Castilla-León, Extremadura, Ecuador, está preparando oposiciones y haciendo sustituciones para vivir, mientras que, si hubiera ingresado en la banca, en una caja de ahorros o Telefónica, por poner un ejemplo, estaría ya muy bien prejubilado y con un buen colchón.

La investigación no precisa de propaganda, planes de choque y presupuestos de segunda división, de continuos parcheos, tan típicos como efímeros. La investigación necesita de una partida fija, segura y creciente en nuestros presupuestos generales y que se equipare porcentualmente a corto plazo a los países líderes en investigación.

El autor es miembro de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Biólogos