n el anterior artículo sugeríamos que no tenía sentido comparar una película sexual con otras películas, por ejemplo, las típicas de héroes, ya que está fuera de lugar, porque solo las películas de contenidos sexuales excitan sexualmente. Tienen esa finalidad en exclusiva y los productores lo saben de sobra y van a saco. Ningún otro film tiene ese poder, salvo alguna parafilia que ahora no viene al caso.

Por otra parte, numerosas investigaciones han señalado que los menores y jóvenes tienden a considerar que lo que ven es lo normal, real, que se lo creen y que les gustaría llevarlo a cabo en sus prácticas sexuales. No estaría de más que a lo largo del vídeo se insertará el siguiente slogan, al igual que en determinados anuncios de coches: Este vídeo ha sido rodado por especialistas, nunca trate de hacerlo usted.

Por tanto, tenemos que decir, alto y claro, que estas representaciones sexuales se viven como reales influyendo en las creencias, actitudes y conductas de quienes lo ven, si bien el grado de persuasión va a depender del tipo de película, de la edad, del grado de consumo o de la personalidad del espectador/a, entre otros factores de interés.

1.- A la edad en la que los chicos y chicas se inician en el porno, una buena parte lo hacen antes de los 12-13 años, algunos a los 6-8, no parece que tengan muchos recursos para discriminar entre realidad o irrealidad, máxime en una sociedad donde se les niega una mínima educación sexual científica y profesional.

2.- En los videojuegos, los protagonistas son personajes de ficción representados en dibujos animados. En las películas sexuales -aunque hay un subgénero muy amplio de películas sexuales de dibujos animados- son personas reales, que hacen prácticas sexuales reales: los penes, el semen o los pechos lo son. También las penetraciones anales o las eyaculaciones en boca. Incluso los vómitos y las arcadas ante una felación dura son reales. Los azotes dejan marca en los glúteos y moratones en el cuello a fuerza de apretarlo o los tirones de pelo también dejan huella. Y éstas son las manifestaciones suaves, porque hay vídeos donde se observa con claridad prácticas de tortura y violencia gratuita.

3.- Las películas sexuales se realizan y se visionan con la única finalidad de excitarse para luego masturbarse o tener relaciones sexuales. Por tanto, hay una asociación clara con el placer sexual, antes, durante y después de ver la película. Esto no ocurre en otro tipo de contenidos ni de películas no sexuales.

4.- Los actores y actrices se excitan y disfrutan sexualmente (aunque en algunos casos sea fingido) al igual que los espectadores. Tal cosa únicamente acontece en estos vídeos.

5.- El placer sexual es un poderoso reforzador de la conducta (un premio de primer orden) que se está visionando, de ahí el riesgo, suficientemente documentado en el conocimiento científico, de asociar violencia y sexualidad de forma reiterada. Según algunos expertos como el profesor Lluis Ballester, habría un 25% de chavales que antes de la mayoría de edad ya han visto películas de esta naturaleza, que son las que más abundan en Internet, en una cuantía cercana a las 10.000 horas.

6.- Estos estímulos sexuales pueden acabar convirtiéndose en unos precursores de la excitación sexual. Con frecuencia, los primeros estímulos que provocan excitación pueden continuar teniendo ese carácter a lo largo del tiempo. La violencia que excita quedafijada a esas imágenes.

7.- Es de interés señalar su influencia como modelo de comportamiento: se promueve el sometimiento y la vejación de la mujer como elemento especialmente excitante para el actor y los espectadores/as. Y esto es inaceptable desde cualquier punto de vista.

En conclusión, el porno no es ficción pese a quienes insisten en este punto. Y lo que es más relevante: los chavales y chavalas se lo creen. El porno violento es el tutorial, el manual de instrucciones 3.0, de las primeras relaciones sexuales de nuestros menores. Y lo que tenemos que decirle es que esas relaciones violentas nunca deben darse en la vida real y que por tanto las rechacen y, en su lugar, si lo desean, utilicen aquellas en las que no hay ningún tipo de violencia y que nosotros denominamos películas sexuales eróticas (PSE). Y si no las hay, habrá que hacerlas.

Con todo, debemos transmitirles buenas y sólidas razones para que en cualquier caso las rechacen y nunca consuman películas sexuales pornoviolentas (PSP). No hay ninguna justificación científica ni ética para verlas. Y sí pruebas sobradas de sus perniciosos efectos. Su futuro emocional, sexual y afectivo puede estar comprometido.

El autor es doctor en Psicología, especialista en Sexología y autor de numerosas publicaciones entre ellas del programa educativo Tus hijos ven porno. (https://joseluisgarcia.net/)