esulta curioso, por no decir indignante, el doble discurso que se realiza cada vez que se habla de salud mental en nuestro país. Se piden recursos sin ninguna respuesta, se habla de número de suicidios diarios sin ofrecer posibles soluciones, se habla de la era post-pandemia y de cómo ha afectado a la población sin concretar cómo dar atención a esas viejas nuevas necesidades.

Pero lo que más curioso resulta, por no decir indignante, es el tratamiento que realiza el cuerpo médico de la salud mental y el extremo narcisismo que desprenden sus presidentes, representantes e instituciones. En España, estos ya se comportan como auténticos bullies y protagonizan titulares en los que pisan, humillan y vejan a la psicología con ensañamiento.

Para tenerlo bien claro, podemos ver las declaraciones del presidente de la SemFYC, Salvador Tranche, quien no es partidario de incorporar psicólogos en los centros de salud de Atención Primaria. No contento con eso, explica que esta falta de atención a la salud mental se resolvería dando más tiempo a los médicos de familia para cada consulta, para que puedan ver cada caso con más atención y no se limiten a dar una receta.

Continuamos con Vicenç Martínez Ibáñez, director general de Ordenación Profesional del Ministerio de Sanidad. Este señor, en el Congreso Nacional de Psiquiatría que tuvo lugar el pasado 29 de octubre en Valencia, dijo cosas como que los psicólogos no cuentan con la capacidad necesaria para llevar a cabo su actividad asistencial en el ámbito infanto-juvenil de forma autónoma y que los profesionales competentes en dicho ámbito son los psiquiatras. También consideró la salud mental infanto-juvenil competencia de la psiquiatría, añadiendo que los psicólogos del ámbito deben ser supervisados por los psiquiatras y seguir sus directrices, a modo de aprendices o auxiliares. Para más inri, el señor en cuestión es cirujano pediátrico.

Hay muchos más ejemplos en esta línea, por ejemplo el del presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, quien afirma que el personal médico y de enfermería podrían tratar casos de salud mental si tuvieran tiempo.

Pero el caso a mi entender más grave es el que se desprende de un curso editado por la SemFYC y redactado por Aurora Fernández Moreno, médico coordinadora del grupo de trabajo de salud mental de SemFYC. En este curso llamado Tratamiento de los problemas de salud mental y dirigido a todos los profesionales de atención primaria de este país, se hace un recorrido por las diferentes psicoterapias sin mencionar ni en una sola de sus líneas la figura del psicólogo como profesional cualificado para desempeñar este trabajo.

En el curso se manifiesta de forma directa, y cito textualmente, que el “médico de familia es el profesional más capacitado para atender muchos de estos problemas (de salud mental)”, que “la psicoterapia debe ser parte del quehacer del médico de familia”

destacando “el potencial de la actividad psicoterapéutica del médico de familia”, así como qué técnicas e instrumentos podrían utilizar en consulta de AP y diciendo literalmente que el médico de familia realiza una “intervención psicológica” con el paciente. Vuelvo a repetir que no se puede leer ni una sola vez la palabra psicólogo en un curso completo sobre atención a la salud mental, dejando incluso fuera a los psicólogos PIR que, aunque muy escasos, también están dentro del sistema público de salud.

Esto, y debería ser una obviedad decirlo, es directamente intrusismo profesional. Sin ningún tipo de pudor ni respeto por la profesión de psicólogo, se deja ver entre líneas que gran parte del cuerpo médico cree estar capacitado para realizar tratamientos psicológicos en consulta. Cabe mencionar que la carrera de Medicina sólo tiene entre una y dos asignaturas de psicología básica, dependiendo de la universidad en que se curse, y ninguna formación en psicoterapia.

Este maltrato de la psicología es común en las guías y protocolos editadas para médicos, en las que rara vez se menciona al psicólogo como profesional con la competencia de evaluar y tratar este tipo de trastornos a través de la terapia psicológica.

Todo ello se deja ver en el quehacer diario en las consultas de atención primaria, pues se termina medicalizando lo que no debe medicalizarse, y al no contar con un psicólogo accesible en el centro de salud, buena parte de los pacientes se marchan a casa con la caja de ansiolíticos debajo del brazo, como quien va a por el periódico del día.

A todo lo anterior podemos sumarle los siguientes datos que enfatizan este maltrato institucional sistemático y ninguneo constante de los profesionales de la psicología:

- España es el primer país del mundo en el índice de consumo por cada 1.000 habitantes de benzodiacepinas, utilizados para casos de ansiedad, insomnio o trastornos emocionales.

- España cuenta con 5 psicólogos por cada 100.000 habitantes, cuando la media europea es de 18 por el mismo número de habitantes.

- En España más de dos millones de españoles toman ansiolíticos a diario.

- En España la tasa de paro de profesionales de la psicología es de un 16%.

- En España se piden psicólogos voluntarios para atender emergencias, catástrofes naturales o intervenir en crisis.

- En España la lista de espera para acceder a una consulta con un psicólogo público es de hasta 6 meses.

Lo que se desprende de todos estos datos es la mala praxis que se continúa realizando en este país en atención a la Salud Mental y la desorganización que hay en torno a su cuidado. Todo ello ya no me resulta curioso, sino indignante.

La autora es psicóloga