l día 28 de marzo de 1942 moría en la prisión de Alicante el poeta Miguel Hernández. Había sido condenado a muerte y luego se le conmutó por la pena de treinta años, que no llegó a cumplir porque, debido a las condiciones de las prisiones, contrajo una tuberculosis que trágicamente le acortó el tormento. Tenía 31 años.

Miguel Hernández es uno de los grandes poetas del siglo XX, y tal vez el más singular debido a su trayectoria personal. Había nacido en Orihuela en 1910 dentro de una familia muy pobre. Hizo los estudios primarios con cierta regularidad, a la vez que ayudaba a su hermano Vicente en el oficio de pastor de cabras. Debido a su inteligencia despierta, interés por la lectura y la cultura, saca excelentes calificaciones escolares. Con estos méritos, obtuvo una beca para continuar con el bachillerato, donde tiene como compañero a Ramón Sijé. Pero su padre no quería que estudiara, por lo que nada más iniciar bachillerato lo sacó del colegio y lo puso a pastorear las cabras del rebaño familiar. Desde entonces será pastor, un niño cabrero.

En medio de la naturaleza, mientras pastorea, siente ansia de saber y lee y relee poesía clásica española, siguiendo las orientaciones y los libros que le proporciona el canónigo Luis Almarcha. Y así, de forma autodidacta, asimila a San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Garcilaso, Calderón, los clásicos, y de modo especial a Góngora. A los dieciséis años comienza a publicar poesías. Con otros cinco amigos, entre ellos Ramón Sijé, forma un grupo literario, participa en tertulias. A los veinte años se compra por 300 pesetas una máquina de escribir portátil de segunda mano. Pastorea en la soledad del monte mientras lee y escribe con su máquina, y así puede presentarse a concurso literarios, sin que lo sepa su padre. Poco a poco va publicando en la prensa de Orihuela y en la regional, con los que su nombre se va dando a conocer. Con veinte años, gana un importante premio con su poema Canto a Valencia.

El 31 de diciembre, con veinte años, viaja a Madrid para ampliar su campo poético, donde entrará en contacto con la Generación del 27. Estos forman un grupo elitista en el que la mayoría son burgueses, algunos muy atildados. Y ahí que se presenta Miguel, con su flequillo caprino, con los pelos de la dehesa bien crecidos de aldeano y sus alpargatas de huertano valenciano. No encuentra un trabajo y a los cinco meses vuelve al pueblo.

En 1933 publica Perito en lunas, que le da fama, lo que le anima a volver a Madrid. José María de Cossío le proporciona un trabajo en una editorial. Muestra su alta capacidad poética, donde aúna la fuerte inspiración con una firme técnica de ejecución, que asombra a muchos, en especial a Vicente Aleixandre. Pablo Neruda entiende muy bien el alma del poeta y le anima a seguir. En 1935 muere su fraternal amigo Ramón Sijé y Miguel, desde el fondo de su alma rasgada, escribe en tercetos encadenados la impresionante Elegía a su amigo: “Yo quiero ser llorando el hortelano / de la tierra que ocupas y estercolas,/ compañero del alma, tan temprano”. Es poema fue muy elogiado por el gran bate del momento, Juan Ramón Jiménez.

En medio de la confrontación política, es irrenunciable el sentir de su alma de niño campesino, explotado, sin horizontes. Su poética estará con los más desfavorecidos. El golpe de Estado lo cogió en Orihuela y se afilia al compromiso republicano. Durante la guerra está en distintos frentes de batalla, donde arenga a las tropas con la fuerza de sus versos. En un breve viaje a Orihuela se casa con Josefina Manresa y vuelve al frente de Jaén. En verano de 1937 participa en el Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura que se celebrará en Madrid y luego en Valencia. Es una etapa fecunda de producción literaria. El niño yuntero: “Carne de yugo, ha nacido /más humillado que bello,/ con el cuello perseguido/ por el yugo para el cuello... Que salga del corazón/ de los hombres jornaleros, /que antes de ser hombres son/ y han sido niños yunteros”.

Concluida la guerra, deambula ocultándose por distintos sitios y en la frontera con Portugal por Huelva es apresado por la policía de Salazar. En Huelva es brutalmente golpeado en la cárcel. Lo condenaron a muerte. La intervención de Cossío, Sánchez Mazas, el sacerdote Almarcha y otros hicieron que se le conmutara por pena de treinta años de cárcel.

Estando en prisión recibe carta de su mujer en la que le dice que no tiene con qué alimentar a su hijo, y Miguel escribe Nanas a la cebolla: “En la cuna del hambre /mi niño estaba./ Con sangre de cebolla/ se amamantaba./Pero tu sangre/ escarchada de azúcar, /cebolla y hambre”. Pasó por las prisiones de Palencia, Yeserías, Ocaña y Alicante, donde coincidió con Buero Vallejo, que le hizo el famoso retrato. Y allí murió, tuberculoso, con sus 31 años tronchados, recién nacido al mundo de la literatura. Otro Lorca inacabado.

El autor es escritor