a comparecencia mediante videoconferencia de Zelenski ante el Congreso de Diputados el pasado 5 de abril y su mención del bombardeo de Gernika ha vuelto a recordarnos la atrocidad de aquel episodio, una barbaridad cometida sobre población civil indefensa con fines de experimentación por parte de aviadores alemanes e italianos que combatían a favor del ejército franquista con la connivencia del alto mando de este último por su interés en derribar lo antes posible, y de forma arrasadora además, la resistencia del frente vizcaíno.

Al hilo de ello, el PNV ha interpelado al Gobierno, reclamándole un gesto de desagravio y un tono más contundente y firme que el exhibido en la declaración institucional recientemente acordada por el Consejo de Ministros en la condena y petición de perdón con el pueblo de Gernika como símbolo de tantos municipios bombardeados, incendiados y arrasados.

Por nuestra parte, queremos recordar cuál fue la postura del medio referencial de la prensa navarra frente aquel episodio. El 29 de abril de 1937, tres días después del bombardeo, Diario de Navarra informaba sobre “el incendio de Gernika”, afirmando que fue Aguirre el responsable. A partir del 1 de mayo, Eladio Esparza, el lesakarra subdirector de dicho periódico y que durante el verano de 1936 también había sido delegado de prensa de requetés, publicó varias columnas de índole negacionista. Esparza fue testigo directo de los hechos y conocedor de lo sucedido en virtud de sus conexiones y porque desde el día 27 de abril estaba en el frente vizcaíno. Aquel día inicial de mayo un artículo sin firma en primera página de Diario de Navarra titulado El incendio de Guernica volvía a culpar a “las hordas rojas y a los separatistas de Aguirre” del mismo, afirmando que “ningún avión nuestro voló aquel día sobre Vizcaya” y acusando al lehendakari vasco de mentiroso. Ese texto sería obra de Esparza, que se había trasladado a Gernika, y que en la misma página firmaba una columna titulada Una impresión rápida. En él también se responsabilizaba a comunistas y nacionalistas de lo sucedido y afirmaba: “¡Qué horrible todo esto, señor! ¡Y qué tremenda la responsabilidad del que haya ocasionado esta bárbara desolación! Yo pensé que Irún rebasaba el límite de la barbarie. Verdad es que vi a Irún en llamas. Pero Irún es un vergel comparado con Guernica”. A ello añadía que los requetés custodiaban la Casa de Juntas “tan vinculada a las más bellas páginas de la historia del carlismo. Allí juró los fueros Don Carlos”, un episodio repetidamente mencionado por requetés de entonces y carlistas y postcarlistas de todo tiempo para recalcar la ajenidad tradicionalista al hecho, como si no tuvieran ninguna relación con el ejército a cuyas órdenes servían y con el que luchaban de forma absolutamente entregada.

El 4 de mayo Diario de Navarra continuaba publicando informaciones que seguían imputando el incendio de la villa foral a los rojo-separatistas. El 5, otro artículo negaba las afirmaciones de la prensa extranjera, acreditada por periodistas que trabajaron sobre el terreno, sobre la autoría de lo acaecido, reconociendo que incluso siendo la localidad lógico objetivo militar para un bombardeo por sus fábricas de armas, “no fue así la destrucción de Guernica. El incendio de Guernica, las explosiones que durante un día se sucedieron, fueron obra de los mismos que en Eibar, Irún, Málaga y tantas villas de Sur y del Norte de España, lucieron sus artes de incendiarios dinamiteros”.

La postura negacionista de Esparza y de Diario de Navarra respecto al bombardeo de Gernika se había visto precedida de un artículo de aquel, el día 30, en el que arremetía contra un artículo de Constantino Salinas, vicepresidente socialista de la Diputación navarra durante parte de los años republicanos, en La Lucha de Clases de Bilbao en el que este tildaba a dicho periódico como “el portavoz faccioso más autorizado de la provincia” y “mentor y guía moral” de Navarra “cuyas campañas periodísticas han contribuido de modo notable a que arraigue en la simpleza espiritual de nuestros paisanos el morbo de la crueldad que anima esta guerra”.

Desde otro ángulo, dicha postura negacionista, tanto del subdirector como del mismo periódico, respondían a la actitud de ambos de respaldar con absoluta contundencia a Franco en el proceso de unificación sustanciado unos días antes, algo compartido por la totalidad de las direcciones y personalidades del carlismo y del falangismo navarro, tal y como muestran los numerosísimos telegramas de adhesión publicados el 20 de abril. El 24 y el 25, Esparza expresaría su radical apoyo al mismo apuntando que “la turbina no es fuerza; la fuerza está en las corrientes dispersadas, pero las turbina las recoge y transforma las fuerzas”.

La postura negacionista, propagandista y seguidista de Esparza respecto a las autoridades del Nuevo Estado franquista sería prontamente gratificada. El 6 de mayo se informaba de la creación del Consejo de Propaganda y Prensa de FET y de las JONS, el partido unificado, que presidido por el cura falangista navarro Fermín Yzurdiaga estaba integrado también, entre otros, por el lesakarra, así como por los señeros falangistas Alfonso García Valdecasas y Dionisio Ridruejo.

Para finalizar. Por supuesto que se precisa de la mayor contundencia por parte de los representantes actuales del Estado en relación con aquel bárbaro bombardeo, preludio de tantos episodios similares contra poblaciones civiles indefensas, consideradas como moneda de cambio para la desmoralización del enemigo. Sobre todo, por las décadas de insinceridad y de falseamiento promovidas desde instancias oficiales.

Pero también es preciso poner de relieve que, frente a los negacionismos referidos a hechos objetivos, la Historia y el manejo político de la misma con criterios éticos que nos guíen y adviertan de los peligros que puedan acecharnos, tal y como estamos viendo ahora a unos pocos miles de kilómetros en Ucrania, así como en otras guerras más lejanas e igual de injustas, siguen siendo un arma cargada de futuro. Y convendría que los herederos políticos de los negacionistas de los primeros momentos de aquel episodio, y que persistieron en la falsedad durante decenios, aprendan de los errores del pasado y asuman unas formas de hacer política de naturaleza más constructiva y empática y se alejen de esquemas en los que el otro sea considerado un enemigo absoluto.

Los autores son senador autonómico por Navarra e historiador, respectivamente

La postura negacionista, propagandista y seguidista de Esparza respecto a las autoridades del Nuevo Estado franquista sería prontamente gratificada

Se precisa de la mayor contundencia por parte de los representantes actuales del Estado en relación

con aquel bárbaro bombardeo