Hace casi un siglo, en 1919, tras la I GM, las tres grandes potencias del momento –Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña– junto con dirigentes de todo el mundo asistieron a la Conferencia de Paz que pondría orden en el mundo. El escenario elegido para las negociaciones fue la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles, ordenada construir durante el último tercio del siglo XVII por el rey de Francia y Navarra Luis XIV, el rey Sol. El absolutismo de su reinado, su autocracia –se le atribuye dudosamente aquella frase, el Estado soy yo– su ostentación, contrastaron con la pobreza y marginalización de sus súbditos, siendo esa Galería la muestra más palpable del boato y desprecio por los demás.

La historia de ese espacio resume el ejercicio del poder autoritario, escenificando la venganza y el rencor que producen las victorias y las derrotas. En 1871, Guillermo I de Alemania proclamó, en ella, el Imperio Alemán demostrando en la misma Francia que era el nuevo amo de Europa, hasta que su imperialismo fue derrotado tras el armisticio de 1918, dando por finalizada la I GM. Como hemos señalado, en 1919, fue esa Galería el escenario elegido para la firma de la paz dando paso a un nuevo orden político en Alemania: la República de Weimar. Por lo tanto, vemos que la elección del lugar por parte de los que se sintieron triunfadores no fue una casualidad. Como siempre, las políticas militarizadas, no sólo buscan la victoria. También buscan la humillación. Y en este país sabemos mucho de todo esto. En 1919, aparte de las humillantes reparaciones de guerra exigidas a Alemania –uno de los orígenes de la II GM es el rencor que reportó este acto para el nacionalismo alemán–, se decidió sin compasión el destino de numerosas naciones, trazando nuevas fronteras y nuevos recelos. Tal y como nos relata Margaret Macmillan en su ingenioso Paris, 1919. Seis meses que cambiaron el mundo, en el oeste se murmuraban cosas sobre ideas peligrosas procedentes del este –la Revolución rusa había tenido lugar en 1917–; en el este se reflexionaba sobre la amenaza del materialismo occidental –el capitalismo era el motor del mundo poderoso–; los europeos se preguntaban ingenuamente si alguna vez se recuperarían –estando en vísperas de la II GM–; los africanos temían que el mundo se había olvidado de ellos –no eran conscientes de que las fauces del colonialismo iban a tardar mucho en desengancharse de su tierra–; y los asiáticos comenzaron a percibir que podían competir contra occidente –Japón se enfrentaría a los EEUU durante la II GM–; Sudamérica y Centroamérica, todavía vivían un idilio con la independencia colonial -aunque pronto, los Estados Unidos ejercerían su imperialismo en esa zona-; de la misma manera que los árabes recelaban del comportamiento de los judíos –el Estado de Israel se proclamaría en 1948, marginando a Palestina del mapa mundial–. Como vemos, esa Conferencia ordenó un mundo peligrosamente frágil. La solución elegida fue una antífrasis de libro: reamarse para mantener la paz. 

Fue esa Galería el escenario elegido para la firma de la paz dando paso a un nuevo orden político en Alemania: la República de Weimar

La I GM fue sangrienta. Las pérdidas humanas se contabilizan por millones. Las taras físicas y mentales sufridas tanto por combatientes como por la población, se cuentan también por millones. La ciencia, el arte, la intelectualidad, el deporte…en fin, la vida, perdió tantas personas que todas las disciplinas en las que el ser humano puede intervenir, se han visto, seguro, disminuidas. Lo más grosero de esa Conferencia no fue en sí la desfachatez e indiferencia demostrada hacia el sufrimiento humano, sino la ostentación y el lujo exhibido por los plenipotenciarios asistentes, para demostrarlo. Los espejos de la Galería proyectaron al mundo los pantagruélicos banquetes en el Ritz, los excesivos bailes en el Majestic, las fiestas interminables de los mandatarios y sus equipos, el machismo del cortejo…comportamientos que fueron una constante durante los casi seis meses que duraron las negociaciones. El resultado, un siglo XX y XXI que han recogido la IIGM, la guerra fría, la guerra de los Balcanes, de Iraq, Irán, de las Malvinas, los cártel de México y Colombia, el militarismo de Brasil, el aislamiento de Cuba y Venezuela, las guerras raciales de África, el ascenso del capitalismo asiático, la culpabilización sobre las emigraciones hacia las personas que buscan vivir, la esclavitud, el imperialismo y colonialismo energético, la desigualdad económica, la misoginia y el analfabetismo…, asuntos todos ellos, que a día de hoy, son más que visibles y notorios. Y me dejo mucho.

Pues bien, casi un siglo después, en junio de 2022, en este caso en Madrid, se repite por enésima vez un nuevo episodio para reordenar el mundo que tantas veces han ordenado los poderosos. Han cambiado las denominaciones y personalidades. En 1919, fueron los Clemenceau, Lloyd George, Wilson; en 2022, Macron, Johnson, Draghi, Von der Layen. Entonces se habló de las posibilidades de Sociedad de Naciones; hoy, de la incertidumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte –OTAN–. Entonces fue la firma de una paz que preparó otra guerra; hoy rearmar al mundo para conseguir la paz en una complicada guerra en Ucrania. Me pregunto por qué otros conflictos, otras precariedades mundiales, no han merecido la atención de los poderosos. Como diría aquel, estos son mis principios, si no le gustan tengo otros.

En junio de 2022, en este caso en Madrid, se repite por enésima vez un nuevo episodio para reordenar el mundo que tantas veces han ordenado los poderosos

Al frente de las negociaciones, siempre los mismos intereses. La misma rivalidad, las mismas envidias y los mismos recelos. Pero sobre todo la misma ostentación. Madrid, al igual que París entonces, ha cerrado las puertas de alguno de sus sitios más emblemáticos para uso y disfrute privado de los mandamases invitados a reordenar el mundo. Visitas a los museos, banquetes, reconocimientos y lujos, demuestran una vez más que el poder se agasaja entre sí. Los espejos de la Galería se han roto, recogiendo el Instituto Ferial de Madrid –IFEMA–, ese lugar emblemático para los gobernantes de la Autonomía de Madrid y del centralismo gubernamental, los cristales rotos de aquel orden mundial diseñado. Durante los tres días de boato que ha durado esta demostración de poder, la solución siempre es la misma: rearme militar. Durante esos días de lujo y ostentación más de treinta personas perdían la vida intentando saltar la valla que separa dos escenarios diferentes, esta vez en Melilla, de la misma manera que 57 personas morían por asfixia dentro del tráiler de un camión en Texas. Dos episodios más que nos advierten que las fronteras de la muerte y el tráfico de personas, no entienden de orden mundial o que la cabalgante brecha social entre los pocos que tienen todo y los muchos que no tienen nada, se va ensanchando. 

Para concluir, ayudado por Max Estrella, el personaje creado por Valle Inclán para su obra Luces de Bohemia, recordaremos aquello que le dice a Don Latino: los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato. Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada. Ese es el mensaje que nos han mandado siempre los espejos de los mandatarios, el esperpento de una paz, cuyos cristales rotos son tan sólo promesas adornadas por la ostentación. Bochornoso.