Las declaraciones hechas las últimas semanas en relación con la conexión desde Iruñea del TAV navarro y la Y vasca están resultando cuando menos curiosas. Se debaten dos alternativas. La primera, a través de Gasteiz (580 millones de presupuesto), recorriendo toda la Sakana mediante una nueva vía, y la segunda por Ezkio (1.700 millones), realizando 30 km. de túneles, uno de ellos de 21 km, bajo la sierra de Aralar.

Resulta curioso observar cómo algunos de los principales partidos implicados en este debate (PSOE-PSN, UPN) van cambiando de opinión al respecto, cual si fueran péndulos de un reloj. Así, si bien UPN hizo la ola al gobierno de Mariano Rajoy cuando éste, en 2018, defendió la conexión por Gasteiz, ahora apuesta firmemente por Ezkio. Por el contrario, a pesar de que el PSN defendió este segundo trazado en su programa electoral de 2019, ahora el PSOE opta por Gasteiz y María Chivite –donde dije digo, digo Diego–, acaba de afirmar que lo importante no es el por dónde, sino que se haga cuanto antes. ¡Gente de palabra, vamos!

De todos modos, estas declaraciones no parecen ser sino cortinas de humo destinadas a encubrir el debate principal, pues éste es, no si el TAV debe pasar por uno u otro sitio, sino si realmente este proyecto debe seguir o no dando pasos hacia delante. Sin hacer esto, buscar que se opte solo entre estas dos perversas opciones resulta tramposo y no es de recibo.

A estos efectos, valorar el importe del proyecto, el factor coste-beneficio o los impactos medioambientales tiene sin duda una importancia esencial. Hecho esto, es evidente que todas las conclusiones apuntan en la misma dirección: el TAV es un despropósito. Ahora bien, para mí basta con saber que el Estado español es el segundo en el mundo, tras China, con más kilómetros de red de alta velocidad construidos. Ocurre igual con las autopistas, pues ocupa el tercer lugar detrás tan solo de China y EE.UU. Pues bien, ¿acaso el resto de países del planeta son ciegos, sus gobernantes inútiles y sus científicos insolventes por no darse cuenta de las indudables ventajes que poseen estos medios de transporte? Evidentemente no parece que ésta sea la respuesta correcta, sino más bien que en todos estos países el poder económico, social y político de las constructoras no llega ni por asomo a alcanzar las cotas que tienen en el Estado español. Spanish-democracia de cemento se llama a eso.

Eran otros tiempos. A finales de los 70 del pasado siglo la eléctrica Iberduero planificó la construcción de tres centrales nucleares en la costa vasca (Lemoiz, Ispaster y Deba) y otra más en Tutera. La oposición ciudadana a estos proyectos fue frontal y masiva. Ante ello, Xabier Arzalluz, non plus ultra del PNV en aquellos años, afirmó clarividente que si en Euskal Herria se abandonaba la apuesta por las centrales nucleares no íbamos a comer más que berzas y que nuestro país se convertiría en una especie de Albania, aislada del mundo. En los batzokis le rieron la gracia, pero con el tiempo estos proyectos nucleares han sido abandonados en casi todos los países, incluido el Estado español (accidentes de Chernobil, Fukushima...), mientras la berza ha ido ascendiendo peldaños en las recetas culinarias vascas.

Entonces, como hoy, las mayores salvajadas medioambientales y derroches económicos iban envueltas en un manto de modernidad y progreso. Es la filosofía del cuanto más grande, en más cantidad y más rápido, mejor. Y esto ha valido para todo, lo mismo para el impulso de la agricultura y ganadería extensiva, que asfixia y acaba con las pequeñas y medianas producciones y vacía el mundo rural, que para construir aeropuertos sin aviones, autovías sin coches y cementar toda la costa Mediterránea a mayor gloria del dios turismo.

En los años 70, cuando solo había una cadena de televisión y ésta era en blanco y negro, hubo un programa en TVE que tenía como estrella al humorista argentino Joe Rígoli, famoso no tanto por sus chistes, sino por las esperpénticas muecas que hacía. Su personaje central era “Felipito Tacatún” y solía terminar los programas despidiéndose con su famosa muletilla “Yo… sigo”. Su programa duró varios años, si bien también es verdad que, como ya hemos dicho, no había otras TV.

Pues bien, con esto del TAV uno piensa también que hay mucho Felipito Tacatún suelto, pues hay quienes continúan con su “yo sigo” particular, que no es sino un cansino raca-raca de falso progreso y modernidad que dura ya más de veinte años. Para ellos, reflexionar sobre lo sucedido en estos últimos años y sus razones (crisis de 2008, pandemia, guerra en Ucrania, cambio climático...), es una pérdida de tiempo. Tampoco parece importarles las repercusiones de ahí derivadas: aumento de la pobreza y las desigualdades sociales, exorbitantes beneficios financieros y energéticos, militarismo y guerras, olas de calor, crisis de abastecimientos, incremento espectacular de la inflación... Cambiar e invertir las prioridades presupuestarias y sociales actuales e impulsar una economía asentada en criterios de respeto y solidaridad para con las gentes y los pueblos, en el diálogo y la paz y en el hermanamiento con la naturaleza, no parece ser algo digno de consideración por su parte. Su reino no es de este mundo.

Por eso, el debate a impulsar sobre el TAV no es si su conexión con la Y vasca ha de ser por Gasteiz o Ezkio, sino en torno a mantener el tren como un servicio público y social para los pueblos y las personas, ya que no podemos olvidar que en Nafarroa, a día de hoy, mientras se impulsa este absurdo, ha desaparecido ya el 50% de las frecuencias diarias directas antes existentes. El debate a impulsar es el de la necesidad de reforzar un servicio ferroviario asentado en la mejora substancial de la red actual, sin derroches antisociales como los del TAV, y que sea respetuosa con el medio ambiente.

Gasteiz y Ezkio son humo. No dejes que éste nuble tu vista, ni que cuatro tahures manipulen la baraja y solo salgan oros para ellos y bastos para nosotros.