La semana pasada en el periódico apareció el titular de turno: Cadena perpetua para una mujer vegana de EEUU por dejar morir de inanición a su bebé.

Parece que seguimos como siempre. Juzgando por motivos erróneos.

Esa mamá y ese papá (que, por cierto, de primeras no sale en el titular...) serán los responsables de la muerte de su hijo, pero el motivo no es que fueran veganos, que es lo que la noticia parece querer dar a entender, sino que no supieron dar a sus hijos unos cuidados correctos: una alimentación saludable y equilibrada (algo que sí es posible en una alimentación vegana bien planificada).

Una dieta 100% vegetal equilibrada sólo aporta beneficios a nuestra salud y es apta para todas las etapas de nuestra vida. Cada vez son más las asociaciones de nutrición que así lo indican, incluida la Academia de Nutrición y Dietética de EEUU, la mayor asociación de profesionales de nutrición del mundo.

Es antioxidante, antiinflamatoria, ayuda a prevenir las mayores pandemias de nuestro mundo: enfermedades como cardiopatías, colesterol, diabetes, cáncer...

No hay más que indagar un poquito para ver que cada vez son más las personas de todas las edades las que eligen una alimentación vegana (100% vegetal), incluso deportistas de élite, ya que encuentran en la dieta vegetal la mejor opción para cuidar su salud y mejorar su rendimiento.

Muy al contrario de lo que la sociedad, y lo que es peor, nuestra sanidad pública, sigue vendiendo y aconsejando hoy en día.

Y lo sé bien porque somos padres de un niño superviviente de leucemia, que a los meses de comenzar el tratamiento con quimioterapia y buscar una manera de seguir ayudando a nuestro hijo a superar esa enfermedad mortal, descubrimos (fuera de la sanidad pública) que a través de la alimentación podíamos restar o sumar fuerzas para su recuperación. Y una dieta vegetal sumaba a la recuperación, sin duda.

Pero nunca nos lo aconsejaron. Es más, se convirtió en cierta preocupación para los profesionales sanitarios que cuidaban de nuestro hijo. Incluso se le realizó algún examen clínico que a otros pacientes no veganos no se plantearon hacer... Sólo porque en vez de darle un bocata de txistorra a mi hijo con cáncer, había elegido darle un plato de garbanzos con arroz después de la sesión de quimio.

Soy funcionaria de Osasunbidea y quiero creer en una sanidad pública que por encima de todo cuide y proteja a la población. Y para eso tienen que cambiar muchas cosas... El modelo de curación al que estamos acostumbrados tiene que evolucionar. La educación para la salud enfocada a la prevención tiene que cobrar la importancia que se merece.

El aprendizaje en la evolución es vital. El ser humano siempre se ha ido adaptando para ello, para evolucionar y mejorar. Así que igual es momento de abrir los ojos y aceptar que las cosas deben cambiar.

La carne, los lácteos, los huevos... alimentos que han formado parte de nuestra vida desde hace siglos, están claramente en el punto de mira porque no nos convienen. Y no lo digo yo, una madre vegana, lo dicen muchísimos expertos en nutrición, en medicina, en ecología, en economía, en ética....

Y no nos convienen en muchos aspectos: nos afecta a la salud, afecta al medio ambiente y afecta a millones de animales que cada día sufren y mueren sin necesidad alguna.

Pero está costando conseguir ese cambio. Por la testarudez en querer seguir con nuestros hábitos y costumbres, por nuestro egoísmo de buscar el placer inmediato, y por la falta de información que, sobre todo las grandes empresas (farmacéuticas, sanidad y seguros privados, industrias cárnicas...) se encargan de seguir ocultando y manipulando para su único beneficio y enriquecimiento.

Después de estas puntualizaciones, sólo me gustaría insistir en que si hay que contar noticias, aprendamos de una vez a ser objetivos. Alejémonos de comentarios sensacionalistas y discriminatorios. No juguemos con ideas que se pueden convertir en peligrosas y dañinas.

Porque, lo siento, pero si algo hay que juzgar aquí, no debería ser la elección que hacen millones de personas que cada día quieren cuidar y proteger su salud y la de los suyos, preocupándose también por el futuro de nuestro planeta, y evitando además, por motivos éticos, una matanza innecesaria e injusta.

Una tragedia puede estar en manos de cualquiera, y por muy diversas circunstancias, pero recordemos que “todos debemos ser iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer

discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Por favor, si hay que juzgar, juzguemos los actos, no a la persona.

La autora es mamá de una familia vegana