El reclutamiento y traslado a Europa occidental o Norteamérica de mujeres en situación de pobreza que son obligadas a padecer la prostitución bajo todo tipo de coacciones, amenazas y violencia, no para de crecer, también en nuestras calles. Y los datos que conocemos son solo la punta del enorme iceberg que supone este tipo de esclavismo sexual, ya que únicamente una ínfima parte de las víctimas son identificadas como tales. Como ejemplo, el pasado año se detectaron en esta situación 148 mujeres en Navarra (al menos 12.000 en toda España), una cifra que, por un lado, destaca la falta de herramientas para conocer las cifras reales de esta lacra, y que, por otra parte, pone a las claras que en nuestros barrios y en nuestros pueblos se trafica con mujeres y se las explota sexualmente con el silencio de gran parte de la sociedad y de las administraciones públicas.

Pongamos las cosas claras: la trata de mujeres existe y aumenta porque es uno de los negocios ilegales más lucrativos a nivel mundial. Y lo es porque hay hombres que pagan por tener sexo con una persona que es obligada a ello. Recordémoslo este 23 de septiembre, Día Internacional contra la trata de mujeres para la explotación sexual, pero también el resto del año.

Es evidente que, en Navarra, desde el Gobierno foral y desde algunos municipios se han dado pasos para tratar de frenar esta explotación. Ahí están, por ejemplo, las adhesiones a la Red de Municipios Libres de Trata o los proyectos de detección y acompañamiento de las supervivientes impulsados por el Instituto Navarro para la Igualdad. Pero no es suficiente. Y no lo es porque hay quien no quiere ver que la trata existe porque hay prostitución, y que existe prostitución porque hay demanda. Así, recordemos que España es el primer consumidor de prostitución de Europa y el tercero del mundo. De hecho, entre un 20 y un 40% de los hombres españoles reconoce haber pagado por tener sexo en contra de la voluntad de las mujeres víctimas de la prostitución.

Urge una ley integral contra la trata que atienda a las mujeres prostituidas para que se garanticen todos sus derechos como ciudadanas y puedan acceder a los mínimos necesarios para tener una vida digna (vivienda, ingreso mínimo y trabajo garantizado). Además de ofrecer esa ayuda a las supervivientes, es imprescindible que esta ley ponga el foco en las mafias criminales y en los puteros, persiguiendo y penalizando a quienes mantienen esta forma de explotación. Sólo aboliendo la prostitución empezaremos a dar pasos en firme para sacar de este tipo de explotación a las entre 700 y 800 mujeres y niñas que, según los informes, son víctimas de ella en Navarra.

Y en esa lucha, tan importante es el Parlamento español aprobando –por fin– una ley contra la trata y la prostitución, como los municipios navarros mostrando el rechazo y la no complicidad en la mercantilización del cuerpo de las mujeres. De nada sirve que caiga un prostíbulo como el Carioca de Berriozar si siguen abiertos otros 40 en el resto del territorio navarro o se multiplican los pisos donde esas mujeres son prostituidas. Recordemos que desde 2018 una ley foral dicta que tanto la trata como la prostitución son manifestaciones de la violencia de género. Y como tal deberían ser perseguidas, sin dejar ningún resquicio legal, económico, urbanístico o social que den pie a su mantenimiento.

La prostitución y la trata no deben ser tratados como moneda de cambio en las negociaciones de los partidos políticos o como un debate simplemente teórico que divide el movimiento feminista, sino como una forma de violencia ante la que deben darse respuestas contundentes y eficaces desde todos los frentes: legislativo, policial, educativo, económico, social…

En ese sentido, por ejemplo, es indispensable seguir con las campañas públicas permanentes para concienciar a la ciudadanía en contra de la mercantilización del cuerpo de las mujeres o incorporar en el currículo escolar de forma obligatoria para todos los centros públicos y concertados de Navarra educación por la igualdad y educación sexual y afectiva entre personas libres e iguales.

Enfrentar esta forma de violencia machista tan grave requiere el compromiso de todos y cada uno de los gobiernos estatal, autonómico y local. Sólo así lograremos una verdadera transformación social que acabe con la desigualdad entre hombres y mujeres, y de paso a una vida digna de ser vivida sin explotación ni esclavitud.

La autora es integrante del Movimiento Democrático de Mujeres de Navarra