Nuestros lugares de trabajo no dejan de ser también un reflejo de la sociedad y la sociedad, aunque lentamente, cambia, avanza hacia la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. A pesar de las muchas resistencias, a pesar de los vaivenes, de los retrocesos, del recorrido desigual a través de los diferentes momentos históricos, seguimos avanzando.

Ha habido grandes logros, hitos importantes en la historia del feminismo, como el derecho al voto de las mujeres, el poder abrir una cuenta en el banco (no olvidemos que hasta hace poco era necesaria la autorización de una figura masculina), el acceso al mundo laboral de muchas mujeres, pero también hay pequeños avances no menos importantes que en el día a día pasan desapercibidos y que sientan las bases de la sensibilización y la puesta en marcha consiguiente de pequeñas acciones que contribuyen a grandes logros.

Por eso, en esas pequeñas acciones está muchas veces la clave, porque estructuran y empapan por goteo de igualdad de derechos nuestra vida cotidiana de forma transversal.

En la Secretaría de Mujeres e Igualdad de CCOO de Navarra hemos organizado un itinerario de formación para nuestros delegados y nuestras delegadas y empezamos con un curso de sensibilización. Sí, sensibilizar en igualdad a personas que a priori creen, practican y trabajan por la igualdad. Y comenzamos el curso siendo todos y todas conscientes de que tenemos muchos prejuicios, muchas creencias arraigadas a través de la educación, de la información que recibimos, de la sociedad en la que vivimos.

A veces es necesario ponernos delante un espejo y mirar, reflexionar, ver que todavía hay mucho por hacer, que de forma inconsciente reflejamos muchos de los estereotipos que hemos integrado durante años y años. Es un trabajo diario, constante, una carrera de fondo para ir rompiendo falsas creencias.

Socialmente seguimos tratando de forma diferente a los niños y a las niñas. Nos cuesta mucho imaginar el futuro de una recién nacida y pensar, soñar con que va a pilotar un avión o va a ser jugadora de fútbol profesional, por ejemplo, por no hablar de imaginarla en puestos de responsabilidad. No nos cuesta imaginarlo, sin embargo, si tenemos en los brazos a un bebé varón.

Se nos escapan prejuicios por las grietas, a pesar de ser conscientes de que no debería ser así y a pesar de que nos resistamos en ocasiones a reconocerlo.

Ése es el primer paso, reconocer que aún las personas más concienciadas estamos empapadas de unas ideas preconcebidas que han calado hondo dentro de nosotras.

No podemos dar nada por hecho, porque hacerlo significaría cerrar en falso y supuraría la herida en un momento u otro. Por eso, insistimos y seguiremos insistiendo en la importancia de la sensibilización en la igualdad. Aunque haya personas que nos digan que es una pérdida de tiempo, o que ya están concienciadas, o que creen en la igualdad y actúan en consecuencia, no está de más sentarnos a reflexionar de vez en cuando, ponernos delante del espejo y escucharnos y mirarnos con atención. Y no, no podemos arrancarnos la piel a tiras, no podemos disociar nuestra vida y crear un mundo ideal paralelo donde nos sintamos cómodas, porque nos hemos criado y vivimos en un mundo donde sobre las espaldas de las mujeres recaen muchas responsabilidades que pueden pasar más o menos desapercibidas pero que acaban pesando y nos pueden acabar asfixiando al cabo del tiempo: los hijos y las hijas, los padres y las madres que se hacen mayores, el trabajo fuera y dentro de casa, organizar, adelantarnos, prever, cuidar, estar pendientes. ¿Por qué es tan frecuente oír en boca de una mujer, no tengo tiempo?

Lo que sí podemos hacer es sacar la cabeza, respirar y tomar un poco de perspectiva para decidir que no, que no es que las mujeres nos organicemos mal, que es tan sencillo como que no hay ser humano que pueda hacerlo todo y hacerlo bien. Porque por supuesto, no podemos, ni nos permiten ni nos permitimos equivocarnos, hacer las cosas mal, o al menos no todo lo bien que sabemos. Quizás nos exigimos demasiado, pero quién no cuando tienes constantemente que demostrar: que eres buena hija, que eres buena madre, buena trabajadora, buena ciudadana. Cuando muchas veces sólo por el hecho de ser mujer tienes que demostrar más, demostrar que mereces estar ahí.

Sigo oyendo frases como: “tengo la suerte de que mi marido hace las tareas del hogar en la misma proporción que yo”, pero todavía no he oído a ningún hombre decir: “qué suerte he tenido, que mi mujer hace la comida o cuida de la niña”. ¿De verdad tiene que ser suerte, como a quien le toca la lotería?

Insisto, hay que pararse a pensar en tantos y tantos argumentos que nos muestran tozudamente que aún queda mucho por hacer, argumentos que martillean los cimientos y acaban por derrumbar ese discurso ficticio de que ya está todo conseguido o de que no se puede hacer más, porque además, puede crear cierta sensación de impotencia en las mujeres que reconocen que en sus vidas privadas no existe un reparto equitativo, no ya de tareas sino de responsabilidades. ¿Soy yo la que no he sabido conseguir que la otra parte asuma el mismo nivel de exigencias que yo en la vida?

No es tan sencillo, porque no jugamos en campo neutral, y todas y cada una de nosotras llevamos nuestra mochila con aprendizajes, experiencias, ideas, enseñanzas y el balón con el que jugamos, a veces pesa demasiado.

Por eso son importantes los pequeños logros, los actos del día a día, porque no todas ni todos salimos desde el mismo punto de partida. Pero sí podemos, estemos en el tramo de la carrera en el que estemos, actuar para eliminar las vallas, desplazarlas o sencillamente tumbarlas, para que todas podamos llegar a la meta sin extenuarnos y pudiendo disfrutar del trayecto. Para que nuestra carrera de la vida tenga cada vez menos obstáculos.

Secretaria de Mujeres e Igualdad de CCOO de Navarra