Cinco billones de euros. Según el Foro Económico Mundial esa es la inversión que necesita realizar la Unión Europea hasta 2050 en su camino a ser el primer continente climáticamente neutro. La transición ya ha comenzado. La financiación verde dirigida a proyectos respetuosos con el medio ambiente ha crecido en todo el mundo, más de 100 veces en la última década. Es decir, en 2021 el endeudamiento global mediante la emisión de bonos y préstamos verdes, y la financiación de capital a través de ofertas públicas dirigidas a proyectos verdes, aumentó de 5.200 millones de dólares a 540.600 millones.

Por otro lado, el Banco Central Europeo afirma que desde 2015 los mercados financieros verdes están creciendo rápidamente a nivel mundial y los activos de los fondos con un mandato ambiental, social y de gobernanza (ESG) se incrementaron un 170%. En este sentido, otro estudio señala que los activos netos en fondos sostenibles domiciliados en Europa han alcanzado casi los dos billones de euros en 2021, una cifra tres veces superior a la de 2019 y un 71% superior a la de 2020.

Todo ello en un contexto donde Europa sigue siendo pionera en fondos de inversión sostenibles, con una cuota de mercado del 83% y 2,4 billones de euros en activos netos considerados sostenibles en los principales domicilios mundiales de fondos, muy por delante de EEUU y Asia. Asimismo, alrededor del 44% de los activos netos se invirtieron en fondos clasificados por sus gestores como fondos del artículo 8 y del artículo 9 según el Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles, denominado Reglamento de Taxonomía.

En este escenario de transición indiscutible, la economía circular se presenta como una de las grandes transformaciones. A la espera del desarrollo reglamentario por parte de la Comisión Europea, el Reglamento de Taxonomía de 2020 ya refleja este nuevo modelo de producción y consumo como uno de sus principales objetivos. Entre otros principios, dicha regulación establece el de “no causar daño significativo al medio ambiente” (DNSH en su abreviatura el inglés). Además, en el marco del Pacto verde Europeo, el Plan de Economía Circular europeo incluye 35 medidas nuevas, muchas de ellas legislativas, que se encuentran ahora mismo en debate parlamentario en Bruselas. Entre otras, propuestas legislativas sobre materiales, procesos y gestión de deshechos en el ámbito de la construcción, envases y residuos de envases, emisiones industriales, baterías sostenibles, declaraciones ecológicas realizadas por las empresas, empoderamiento de los consumidores o la propuesta de Reglamento sobre diseño ecológico para productos sostenibles, la cual exigirá que los productos lleven un “pasaporte” de sostenibilidad.

Por si todo lo anterior fuera poco, sólo tenemos una Tierra, pero si no cambiamos el actual sistema lineal de consumo, en 2050 el consumo mundial será el equivalente al de tres planetas. En la actualidad, nuestra economía sigue siendo casi enteramente lineal, ya que solo el 12% de los materiales y recursos secundarios vuelve al ciclo económico. Tenemos que cambiar este modelo que hemos inventado lo seres humanos, porque en la naturaleza, todo es circular. Se trata de crecer económicamente, pero rediseñando, reutilizando, reparando y reciclando, entre otras “r” de la circularidad.

Lo cierto es que ser el continente más verde fortalecerá nuestra economía, la hará más competitiva y nos permitirá recuperar así un liderazgo mundial que se ha ido perdiendo las dos últimas décadas. En este sentido, el tránsito a la economía circular, sumada a la transición energética, se hace imperiosa. No es casualidad que los cerca de 2.000 millones de euros en inversión que se han ido anunciado recientemente por diversas empresas en Navarra estén ligados mayormente a la electrificación de sector del automóvil, energías renovables o economía circular en la industria verde.

Los datos lo reflejan claramente, la transición hacia una economía verde ya ha comenzado, una carrera en la que no participan sólo las administraciones públicas, sino que está ya impulsado por el sector privado. Hablamos de dos grandes retos, la necesidad de transición energética y transformación hacia una economía circular, que, además, no tendrá lugar si no alcanzamos una soberanía digital mínima en el continente. Navarra tiene que posicionarse en esa senda verde si queremos seguir atrayendo inversiones y empleo. La circularidad es un ahora, y no podemos perder tiempo.

El autor es consejero de Desarrollo Económico y Empresarial y doctor en Derecho Europeo