Una persona que tenga ahorrados, por ejemplo, 100.000 euros, y desea invertirlos para montar un negocio puede elegir entre múltiples opciones. Si monta un restaurante tenemos claro cómo crear valor añadido: se compra el género, preparamos un buen local con ambiente acogedor, recetas sabrosas, una buena campaña publicitaria y ya estamos en el mercado. ¿Qué la cosa va bien? De maravilla. ¿Y si la cosa va mal? A cerrar. Razón principal: los gastos son mayores que los ingresos y no se percibe ningún cambio de tendencia a futuro. Por cierto, llama la atención el sesgo optimista que tenemos al comenzar un proyecto nuevo. Pocas veces se plantean escenarios negativos, y es fundamental: aunque lo ideal es evitar que ocurran, es conveniente estar preparados para suavizar las consecuencias. No sólo ocurre en las empresas: muchas parejas comienzan bellas historias de amor sin pensar en posibles desavenencias futuras.

Supongamos que tenemos la opción de montar un banco. ¿Cómo se crea valor añadido? En primer lugar, podemos prestar parte de los 100.000 euros y ya ganaríamos unos primeros intereses. Pero lo mejor es captar depósitos y remunerarlos con un interés bajo (por sencillez el 1%) para después reinvertirlos (pongamos el 3%) y ganar así la diferencia. Si además nuestro banco capta en depósitos 900.000 euros tiene un total de un millón de euros para prestar. La autoridad bancaria (en nuestro caso, el Banco Central Europeo, BCE) sólo permite prestar un porcentaje de los depósitos captados. En otras palabras, cada banco está obligado a guardar una proporción de los ahorros de sus clientes. Este valor se llama coeficiente de caja; si fuese del 10% estaríamos obligados a custodiar 90.000 euros, con lo cual podríamos prestar 810.000 euros. Así se comprende lo que ocurre en los pánicos bancarios: es inviable devolver todos los depósitos de golpe. Un coeficiente de caja bajo garantiza más movimiento de dinero pero en economía siempre hay una contraparte: en este caso se asume más riesgo.

Otro indicador de interés es el denominado apalancamiento financiero: consiste en dividir el total de activos (900.000 más 100.000, un millón) entre los fondos propios (nuestros ahorros, 100.000 euros). En nuestro caso, el resultado es 10. Un alto apalancamiento financiero es equivalente al coeficiente de caja en el sentido de que si bien en teoría nos va a garantizar más rentabilidad (ganancias divididas por ahorros) tiene la misma contraparte: se asume más riesgo.

La mayor parte de las crisis bancarias están asociadas a un bajo coeficiente de caja, un alto apalancamiento financiero y a invertir de forma desafortunada los depósitos de nuestros clientes, los cuales están garantizados por el Estado. En contraparte debe existir supervisión pública. Sin embargo, lo primero que se enseña en las clases de inversión es que no se pueden dejar todos los huevos en la misma cesta. Entonces, ¿qué ha pasado en Silicon Valley Bank (SVB)? Ha sido…¡demasiado conservador!

En teoría (recordemos que en teoría la teoría es igual a la práctica, en la práctica no) una de las opciones más seguras de inversión es la renta fija, ya que nos garantiza una renta constante durante un tiempo. Así, un bono de 1.000 euros al 2% durante 10 años nos garantiza 20 euros por año hasta que nos devuelvan la cantidad invertida. Ahora bien, hay un problema: los tipos de interés. Si suben al 4% y deseamos vender nuestro bono nadie nos va a pagar 1.000 euros por él ya que tan sólo da un 2%. En consecuencia, conforme más suben los tipos de interés más bajan de precio nuestros bonos. Si tenemos mucho activo en renta fija (SVB), se desploma. Todavía hay más.

No es descabellado retirar depósitos que rentan poco para comprar bonos al 4%: son una inversión segura. Así, algunos clientes comienzan a pedir su dinero y aumentan los problemas. No son pocos: bajada de la rentabilidad, pérdida de solvencia, nuestra liquidez se tambalea y terminamos como terminamos. Todavía hay más.

Antes del covid, las empresas tecnológicas de nueva creación (startups) tenían en depósitos de Silicon Valley 40.000 millones de dólares. A finales del año pasado, la cifra pasó a ser de 200.000 millones de dólares. Si nuestros clientes están acostumbrados a operar con rapidez en Internet, en cuanto observen un pequeño indicio de un posible problema tenderán a actuar al momento. Todavía hay más.

El Banco Central Europeo está subiendo los tipos de interés para atajar la inflación que nos asola. Uno de los efectos indeseados de esta política es que los activos en renta fija de bancos, empresas o particulares se hunden.

No hay más.

El autor es profesor de Economía de la Conducta en la UNED de Tudela