En 1930, el cronista deportivo de El Pensamiento Navarro, refiriéndose a la práctica del football, escribía: “Nunca hubiésemos creído que este juego pudiera realizar en España tan rápidos progresos y sobre todo excitar tan vivos apasionamientos. Hasta tal punto se ha llegado a vincular en un equipo el honor de un pueblo y hasta de una provincia. Hemos llegado a creer que somos más porque un equipo de nuestra localidad haya ganado a otro de fuera. Y creemos que son inferiores aquellos pueblos que no cuentan con jugadores tan hábiles como los nuestro. De lo que no debe pasar de un entretenimiento, de un motivo de expansión se ha hecho un problema transcendente y una causa de hondas preocupaciones” (4.6.1930). Esta perorata venía a cuento tras proclamarse el Athletic de Bilbao vencedor en el campeonato de football de España.

El Pensamiento Navarro añadía: “Bilbao ha dado pruebas de las que tumban de espaldas de lo que acabamos de decir. La banda municipal que sale a la calle; el pueblo en masa que se echa a la misma dando gritos de júbilo como si a cada vecino le hubiese tocado el premio gordo, recibimiento triunfal apoteósico, loco a los jugadores que se creerán, claro está, que han realizado una hazaña mil veces más gloriosa y meritoria que la de haber conquistado todos premio Nobel”. Y concluía: “Si así se conducen las gentes, si a tales extremos, mejor dicho a tales excesos de pasión y entusiasmo se entregan poblaciones como Bilbao por lo que no significa más que un pasatiempo propio de niños y muchachos, ¿qué demostraciones de júbilo reservan para los grandes acontecimientos?”.

El artículo terminaba expresando un deseo para el futuro: “Suponemos, queremos suponer que no se trata más que de una erupción futbolística que poco a poco irá desapareciendo”.

El cronista acertó describiendo las consecuencias “deplorables” que podía tener el triunfo de un equipo de fútbol, pero no lo hizo en que tales manifestaciones desaparecerían con el tiempo. Al contrario, no sólo se instalaron en las costumbres de los ciudadanos seguidores de este deporte, sino que, gracias a sus teóricos, filósofos, antropólogos, sociólogos y escritores de pro, como Camus y Galeano, su práctica se ha convertido en una actividad que va mucho más allá de la singular hazaña de dar patadas a un balón.

Pero nadie negará que Unamuno tenía razón cuando escribió en 1924 que “el football terminaría enfrentando personas, clubes y aún ciudades”. Un amargo vaticinio cuyo cumplimiento se ha visto colmado con el enfrentamiento entre el Barcelona y el Real Madrid.

Podrán aducirse mucha causas para explicar el origen de estos comportamientos, pero se olvida señalar que el fútbol es en sí un juego que implica violencia. Una disciplinada violencia, si se quiere, pero violencia. El lenguaje lo delata. Cualquier crónica deportiva chapotea en un campo semántico lleno de verbos asociados con la guerra: “Atacar, machacar, anular, acorralar, doblegar, intimidar, fusilar, encañonar, atrincherar”. Infinidad de titulares resumen muchos partidos utilizando esos verbos. Al fin y al cabo, la cuestión final es vencer y batir al otro, palabra de raigambre bélica. En este sentido no pudo ser más expresivo este titular al recordar el partido de vuelta de Osasuna en Bilbao: “Preparando la batalla de san Mamés”.

En junio de 1936, el periódico golpista publicó un artículo donde se afirmaba que “el deporte no tiene nada que ver con la política”. Sabemos que mentía. Lo que no esperábamos es que el fútbol lo convirtieran en metafísica, exactamente en ontología, que trata del Ser y sus propiedades.

Me preguntaba, entonces, de qué forma estos discursos que se suben a la parra de la metafísica convierten un equipo de fútbol en un Ser al que atribuyen cualidades casi sobrenaturales. Era sabido que ser de Navarra constituye un plus de ciudadanía, como era ser español en el franquismo. Ahora “si no eres de Osasuna, si no eres Osasuna”, no se sabe muy bien qué eres. Menos mal que te queda san Fermín, Francisco Javier, si no, la identidad de muchos navarros se iría al traste. ¡Como si Navarra no hubiera existido antes de 1920!

Se entiende que, cuando tu equipo se clasifica para una final como la Copa del Rey –aunque se alardee de republicanismo–, la alegría hinche a sus forofos. Y, cuando no les acompaña el triunfo, se desinflen. Humano y comprensible. Pero asociar metafísica y Osasuna es entrar en otra dimensión. Y, entonces, comienzas a pensar si salud mental y pasión por el fútbol no será a ratos un binomio incompatible.

Que alguien sostenga que “Osasuna es una herencia inmaterial e irracional que transmitirnos a los/as nuestros/as” (Azpiroz Razkin), causa sorpresa. Sinceramente, pensaba que la Falange ya no dirigía el fútbol en la comunidad foral como lo hizo tras la guerra. Si la irracionalidad ha sido considerada como uno de los ingredientes del “carnaval del fascismo” (R. Paxton) y si la adhesión a Osasuna tiene un componente de irracionalidad, además de ser hereditario, por tanto transmisible de padres a hijos, ustedes dirán a dónde vamos a ir a parar.

Dicen los psicólogos que los sentimientos irracionales se asocian con una emoción intensa y que pueden llevarnos a actuar de manera impulsiva. Las masas que aplaudían a Mussolini y a Hitler experimentaban esa emoción irracional que los llevó a estas a perpetrar cantidad de calamidades, pues la irracionalidad conduce a comportamientos inflexibles y fanáticos. Y nada más cercano al fascismo que la irracionalidad. Lo mismo dicen que les sucedía a quienes se colocaban en el pecho un detente bala con la imagen del sagrado corazón de Jesús.

Afirmar que “somos Osasuna por el sentimiento de pertenencia a unos colores, un escudo, un estadio, una tierra, una comunidad y unos valores”, puede pasar si nos quedamos sólo con los colores, el escudo y el estadio. Pero asociarlo con la “tierra, la comunidad y unos valores”, entiendo que el sentido común queda maltrecho. Además, ¿qué valores? ¿Acaso Navarra como comunidad no puede ser sin Osasuna? Si no, ¿qué haremos con todas esas personas a quienes el fútbol les da una higa?

Osasuna es sólo un club de fútbol por mucha alfalfa espiritual y metafísica con que se adornen sus discursos. Por sobrepasar esa cualidad esencial como club es por lo que el fútbol se puede convertir en lo que deploraba Unamuno. En el caso que nos ocupa, Azpiroz lo traduce así: “Ser de Osasuna, ser Osasuna, es una forma de ver y vivir la vida. Somos Osasuna porque sabemos que vamos a sufrir y sabemos sufrir. Hasta nos gusta ese puntito de sufrimiento a algunos/as, hay que reconocerlo. Somos Osasuna y esto no va a morir”.

Sinceramente, no creo que sea un buen reclamo publicitario presentar al CA Osasuna como un paraíso irracional y masoquista aunque lo sea de un modo circunstancial. Hinchas de Osasuna, claro. ¿Fanáticos irracionales y metafísicos? Mejor que no.