Falsedad bien ensayada, estudiado simulacro. Fingiendo, qué bien te queda el papel…
¿De verdad se tienen en cuenta las necesidades, los deseos de los votantes? ¿Merece la pena votar a partidos políticos que cuando aparecen en debates, parece que asistimos a aquel programa de Hombres, mujeres y viceversa, o al Sálvame?
Ya a finales del siglo XX, el programa de Gran hermano se empezó a retransmitir en las televisiones de los países del mundo occidental y fue todo un fenómeno. Lo que entonces no nos dábamos cuenta de que formábamos parte de un programa de ingeniería social que goteo a goteo nos habituaría a aceptar e integrar una video vigilancia en un futuro. Y el futuro ya está aquí, a través de miles de satélites, millones de antenas 5G, cámaras en las calles, control de los medios de comunicación que defienden una verdad única irrebatible sin debate ni intercambio de puntos de vista, y ese algoritmo que censura la libertad de expresión en los medios digitales. Porque la inteligencia artificial ya se ha hecho su hueco, y pretende invadir todas las áreas de nuestra existencia, cuerpo, mente y espíritu.
¿Espíritu? ¿Qué es eso? Ya lo dijo Nietzsche, “Dios ha muerto”, y analizaba una sociedad inmersa en el mito del progreso que había perdido el sentido de la trascendencia, de su esencia, que no es sino la consciencia de formar parte de un todo, de la naturaleza, de la vida, de la existencia de todos los seres vivos, del mundo vegetal y animal e incluso del mineral. Y ello conlleva responsabilidad con y hacia uno mismo y lo que creemos que es ajeno a nosotros. Sin embargo, ninguno de los discursos políticos tratan de lo esencial, tristemente se han convertido en un espectáculo de guerras de egos, de “yo tengo razón” y “anda que tú?... más y peor”. Discursos preparados entre bambalinas y sobreactuados que no pretenden más que confundir, enfrentar y ganar una posición privilegiada en la vida pública que les permita hacer carrera política y obtener un sueldo vitalicio. ¿Cuántos sueldos vitalicios tenemos que pagar los contribuyentes, esclavizados con hipotecas, responsabilidades fiscales y llenos de miedo a cambios climáticos, pandemias, pérdida de nuestro trabajo y nuestra sustitución por esa inteligencia artificial que se inmiscuye en todas las áreas de nuestras vidas?
Yo estoy asustada por todas las nuevas leyes aprobadas y publicadas en el BOE que permiten la inclusión de los insectos en nuestras dietas, que incentivan el exterminio de miles de animales tras pasar por una PCR, de la sustitución de nuestros cultivos y árboles frutales por placas solares y parques eólicos, la intervención en el clima y por la decadencia de un sistema sanitario, otrora envidia del resto de las autonomías de nuestro país y de otros, que está a punto de caer en las manos de un organismo supranacional cuyos inversores en un 95% son privados y que, evidentemente, tienen una mente especulativa y empresarial a gran escala.
Pero quizás uno de los aspectos que más me preocupa es el de la educación de nuestros hijos, del futuro, que han caído en las múltiples trampas adictivas: juego, pornografía, cambio de sexo, que no es sino la falta de aceptación de uno mismo, drogas legales e ilegales, algo ya muy viejo, y la inmediatez y el deseo de un placer superfluo que obvia el esfuerzo, la reflexión y el sentido crítico.
Si no tenemos claro de dónde venimos, todavía es mayor la incógnita de … ¿a dónde vamos?