Allá quedó el movimiento del 15M que aportaba mimbres para tejer un movimiento político y social de una izquierda alternativa con vocación de transformar el sistema que ahondaba y ahonda en las desigualdades sociales. Un sistema muy actual en el que las clases adineradas se enriquecen a costa del empobrecimiento de los y las menos pudientes y el adelgazamiento de lo público.
Hoy, miles de familias sobreviven gracias a los sistemas de protección pública, imprescindibles, sin embargo sus expectativas de salir de esta situación son poco halagüeñas. Es evidente que los sistemas de protección social han sido un gran logro y están, de momento, más o menos consolidados, no obstante no son suficientes ni para paliar todas las necesidades sociales ni para rescatar a las personas de la necesidad.
Hoy la banca privada obtiene astronómicos beneficios, sin embargo el pueblo llano que la rescató de su ruina no puede ni siquiera acceder a sus servicios financieros, y si puede hacerlo corre el riesgo de dejarse un riñón. ¡Nostalgia de aquellas cajas de ahorros que eran de todos y todas! que permitían a las familias, empresas y personas trabajadoras autónomas acceder a créditos accesibles, valga la redundancia.
Los monopolios del gas y la electricidad están haciendo otro agosto con enormes beneficios, mientras los hogares, que pueden pagar, ven triplicada y más sus facturas energéticas y los que no, no tienen calefacción en invierno o aire acondicionado en verano, o eligen entre comer y calentarse.
Grandes empresas que aumentan mucho sus beneficios, sin embargo, de la misma manera que bancos y empresas energéticas, aportan a las arcas públicas en bastante menor proporción que las rentas del trabajo. De enhorabuena estamos trabajadoras y trabajadores a quienes nuestros salarios nos permiten aportar y, aun con menor poder adquisitivo, llegar a fin de mes.
La cesta de la compra y los gastos domésticos por las nubes, las normas laborales, aunque exitosamente mejoradas, cojas de las dos piernas… Cierto que en este contexto la macroeconomía se recupera, sin embargo la economía de muchos hogares se hunde y miles de personas son pobres o están en riesgo de exclusión y pobreza.
En definitiva el país o el estado –según cada cual– necesita mejorar. En éstas estábamos y estamos antes y tras las elecciones generales a las que algunas personas hemos asistido anonadadas, confundidas, estupefactas ante los mensajes en una campaña pirotécnica. Cierto es que esta sensación no es del todo nueva desde que abundan quienes en política entienden que todo vale: el engaño, la tergiversación, la algarabía desproporcionada, las malas artes de meter miedo o embaucar, los populismos, la pérdida de organicidad de las organizaciones..., están a la orden del día. Hemos contemplado cómo en el todo vale cada opción política, cada una de ellas, se ha movido intentando sacar la cabeza en esta seminueva, fangosa y farragosa forma de hacer.
Llamadas al voto argumentando que ¡ojo que viene la derecha fascista!, que vienen los comunistas que hundirán el país, que si ETA, que si Bildu, que los jóvenes podrán tener un cheque-regalo para construir su futuro laboral, y un largo etcétera de “puedo prometer y prometo” y alguna que otra barbaridad tal como que la violencia machista no existe.
El insulto gratuito que no aporta nada es de uso cotidiano, así como los ataques personales entre propios y ajenos, las discusiones de puertas para afuera a través de los medios de comunicación, la demagogia, ocultar, banalizar o exagerar, la mentira embaucadora, el espectáculo, la ñoñez, … Para quienes hemos entendido y entendemos que es preciso proponer argumentando para convencer, nos produce desolación y cierto parálisis. Es como hacerse oír en un concierto de música machacona a todo volumen en el que todo es ruido. No obstante, no nos cabe duda que todo esto es algo pasajero, y pasará. Existen soluciones políticas para transformar la realidad de quienes tienen/tenemos problemas sociales, laborales, ambientales, de pérdida de libertades, de desarraigo, de exclusión, de injusticias,… Esas realidades existen.
En la izquierda transformadora y rupturista tradicional en la que ambos militamos desde jóvenes, siempre hemos tenido claro que a las derechas, más aun a las derechas más radicalizadas, se las combate con una izquierda más fuerte, más firme, sin tibiezas, con contenidos transformadores de las realidades objetivas que generan desigualdad, inseguridad, opresión y mal vivir.
La ocupación y preocupación ha de estar en el futuro del sistema publico de educación, de salud, de pensiones, de conservación del medio ambiente, de atención a mayores, a infancia y a personas con discapacidad, en el desarrollo de la cultura, el ocio, el derecho a la vivienda, en conseguir una presión fiscal progresiva y justa de forma que quien más tiene más contribuya, para garantizar servicios públicos fuertes. También en desarrollar un sistema económico, laboral, de desarrollo científico y tecnológico pensado para el bienestar y en beneficio de todos y todas,… En definitiva éste es el debate, esa es la decisión: qué modelo de país deseamos construir cada día para las gentes de hoy y las de mañana. Los modelos al respecto son muy diferentes, en ocasiones antagónicos, por eso votamos para que el país se desarrolle según los apoyos que cada modelo suscita. De todo esto desgraciadamente se debate poco, se habla poco, es como si no existieran duras realidades de necesidad. En este contexto a las derechas les vale con vencer, la izquierda, mucho más racional y racionalista, tiene que convencer. No es suficiente sumar votos para combatir a la derecha, la aspiración para la izquierda alternativa ha de ser sumar voluntades y votos para transformar.
Nuestra valoración de los últimos resultados electorales es clara. La derecha se refuerza por la derecha, la izquierda pierde por la izquierda. Hace falta una izquierda alternativa fuerte con voluntad de transformar que plante cara a los problemas reales de la gente y de nuestro planeta. O sea que ¡a trabajar!
Una izquierda alternativa con capacidad de trasformar que no se conforme con paliar mínimamente el actual depredador sistema liberal-capitalista sino que lo impugne, es posible y necesaria.