Vivo con sorpresa el aumentado de la demanda de atención terapéutica a raíz de la pandemia. No creo que obedezca simplemente al sufrimiento emocional que ha ocasionado la situación pandémica. Más me parece que ha sido la gota que ha desbordado el vaso. La prueba la vamos a tener en los próximos años.

¿En qué hemos mejorado en las últimas décadas? ¿Qué desafíos nos esperan en el futuro? Desde mis más de treinta años como psiquiatra traigo unos pocos granos de arena a la infinita playa. Daré simplemente los puntos que me parecen clave.

¿En qué hemos mejorado?

-Descenso del estigma de enfermo mental. El sufrimiento emocional se comparte y los famosos hablan ya en los medios de sus crisis emocionales y sus experiencias en psicoterapia. En esa línea hablamos más de cómo nos sentimos y tenemos menos miedo a que nos califiquen de locos por ello.

-Enorme aumento del conocimiento y atención a nuestras emociones. Los medios de comunicación y las editoriales lo reflejan. Nadie sabía hace treinta años nada acerca de duelo crónico, depresión postparto, hiperactividad, estrés postreumático, bulling, etcétera.

-Nacimiento y desarrollo de la psicoterapia. Esta forma de abordaje estaba a cero hace cuarenta años. Cero práctica, cero preparación profesional para ella y cero demanda. Hace cuarenta años había dos opciones: sano o diversos grados de trastorno o locura. En la segunda opción te correspondía un psicofármaco. Hoy sabemos que todos estamos en un continuun a lo largo de la línea que une esos dos extremos de sano y loco. No hay sano total ni loco total. Hoy la psicoterapia individual, familiar y de grupo es muy importante en la práctica, la formación y la demanda. Muchas personas buscan esa salida a su sufrimiento.

Ese “de la mente no se sabe nada” queda ya muy lejos. Entre los que hoy pueden mantener esto, están los que en realidad “no quieren saber”.

¿Qué desafíos nos esperan?

-Controlar el hiperconsumo de psicofármacos. Somos el país del mundo que más antidepresivos y tranquilizantes consume. El Diazepam destaca en este triste ranking.

-Hacer más accesible la psicoterapia a la población por medio de una adecuada oferta de los servicios públicos de Salud Mental. Esto implica una adecuada formación de los especialistas en psicología, psiquiatría, enfermería psiquiátrica, etcétera. Cuando yo me formé en psiquiatría no se me facilitó en nada la formación en psicoterapia ni se me dio ninguna responsabilidad o tarea en ese sentido. Mi tarea era diagnosticar y medicar. Tuve que procurármelo yo. Errejón, en su dicurso en el Parlamento en 2021, dio el pistoletazo de salida reflejando una presión social creciente en ese sentido.

-Contener el crecimiento de los suicidios, particularmente en adolescentes y adultos jóvenes. De cada cuatro suicidados, tres eran hombres. Ya vamos tarde en la tarea de abordar el qué nos está pasando a los hombres. Para pensar. Evidentemente, este punto desborda las competencias de Salud Mental.

La demanda de atención mental no va a disminuir tras la pandemia. Los servicios públicos de Salud Mental, diseñados para necesidades de hace cuarenta años, se enfrentan al desafío de una sociedad sofisticada psicólogicamente. Estamos pasando de ser pacientes que recibimos una pastilla, muchos queremos ser agentes de nuestra curación y bienestar en una psicoterapia.

*El autor es psiquiatra