Desde hace hace unos meses los bebés que nacen en el Hospital Universitario de Navarra se han visto privados de la cartilla de salud infantil (CSI), la famosa y entrañable cartilla roja, pues sin explicación alguna se dejaron de entregar al alta hospitalaria; resolución que no afectó a los nacimientos en el Reina Sofía ni en clínicas privadas.

Este disparate es digno de ser observado con atención, pues son muchas las personas interesadas en la intriga de las cartillas rojas. Sin embargo, hasta la fecha, se desconoce el quién, el cómo ni el porqué de la absurda decisión de no entregar ese documento a nuestras niñas y niños cuando nacen en el HUN. Hace pocos días y con igual opacidad, se ha reiniciado la distribución de CSI, lo que ha convertido el asunto en ejercicio sociopático de primer orden.

Para que el ejercicio tenga la calidad que se merece hay que estudiarlo en su totalidad y remontarse unas décadas atrás, cuando ya la distribución de CSI a los centros de salud se otorgaba con cuentagotas, a modo de trapicheo o como por favor. Expliquémonos: el conseguir algunas cartillas rojas consistía en que, tras reiteradas súplicas, incluso lloriqueos de las profesionales de pediatría, de vez en cuando, junto al pedido de vacunas llegaban en la caja una o dos flamantes cartillas rojas. Evidentemente, una vez en el centro de salud se guardaban celosamente bajo llave y solo se entregaban a las familias que, por diversos motivos, no dispusieran de la preciada libretita, avisando de la obligación de conservar, y defender el documento, si fuera preciso, con su vida, pues no habría una segunda oportunidad. Esta demencial modalidad de conseguir algunos ejemplares para los centros de salud ha permanecido vigente hasta que, como ya se ha dicho, misteriosamente se interrumpió el suministro. Ahora, una vez recuperado, a los centros de salud se les ha concedido un cupo máximo por semana, previa petición.

El decreto foral de marzo del 87 decía que la CSI es un documento sanitario de primer orden, que el Departamento de Sanidad y Bienestar Social se encargaría de mandar a los centros y establecimientos sanitarios para el registro y seguimiento de aspectos relacionados con la salud en la edad infantil. La primera edición de la cartilla roja, que todas conocemos, vio la luz en 1997 y, a lo largo de los años, ha experimentado sucesivas revisiones y mejoras, la última de 2020 incorporó el calendario vacunal de 2019.

Conclusiones:

1.- La CSI actual es la revisada e impresa en el año 2020, es decir, durante los meses que no se han dado cartillas existía un stock en almacenes, por lo que no parece lógico que el dejar de suministrarlas se debiera, como se dijo, al ahorro de papel.

2.- Después de varios meses sin proporcionar cartillas, las que se están repartiendo están sin actualizar, pues ha habido varias modificaciones del calendario vacunal después de 2019.

3.- Las cartillas en euskera son las de la revisión de 2016, lo que significa que o bien se han acabado las que se imprimieron en el año 2020 en euskera o, lo que es más probable, ni siquiera se editaron ese año.

4.- La cartilla roja es un documento de uso individual, de fuerte contenido emocional para las familias, que se mantiene al día en cada revisión de salud, lo que la convierte en un registro fiable y muy importante para la actuación de los/as profesionales en tiempo real, y necesaria en cualquier desplazamiento, sobre todo fuera de la Comunidad Foral.

5.- Podría haber actualmente más de 2.000 niños/as que siguen sin cartilla roja debido a la interrupción del suministro.

6.- El esfuerzo logístico que supone enviar semanalmente a cada centro de salud un número reducido de cartillas se simplificaría si se hicieran pedidos mayores y con mayor periodicidad.

7.- Una cartilla roja cuesta unos 20 céntimos, un documento barato para toda la vida.

*La autora es pediatra de AP