En el albor de mi vida, aita me llevó a la redacción de un periódico en el que colaboraba con sus artículos de protesta y dolor del problema que vivía el pueblo basko que, tras el genocidio de Gernika, fue sometido a la dictadura de Franco quien propició un golpe de estado, dirigió una guerra y regentaba una dictadura que duraba años. Llevaba su artículo en un sobre, yo sabía que lo había escrito con papel de calco en su maquina Underwood comprada en el mercadillo de segunda mano del puerto de Montevideo. Entramos en un edificio con salas amplias donde cabían mesas escritorios distinguidos con máquinas de escribir parecidas a la suya, solo que más lustrosas, y mucha gente, todos hombres, ensimismados e inclinados sobre ellas para redactar los artículos y noticias que se producían en aquel Uruguay, la Suiza de América, de la década de los 50. Escuché que alguien decía “ahí viene ese basko con su alegato” y algunos sonrieron sin dejar de teclear. Acabada la 2ª Guerra Mundial no hacía mucho, en Europa se vivían condiciones apretadas aunque ya se respiraba un aire limpio, un renacer económico que limitaba tanto la emigración económica como la política. En el sur de América la guerra movilizó la posición argentina de parte del eje, y Uruguay de los aliados. En el río de la Plata se hundió un barco alemán que, al bajar las aguas en invierno, emergía como un esqueleto, y algunos clamaban por la visión de la victoria de la democracia sobre los fascismos seculares, pero todos advertían de lo que si bajábamos la guardia podría sobrevenir. Que la democracia es frágil. Necesita el refuerzo de una prensa libre.

Me pregunte qué era el periodismo, y lo primero que me vino a la cabeza es que la humanidad llevaba más de cuatro mil años, desde la invención de la escritura, divulgando como única especie y por eso eran notable sus vivencias personales y formulas económicas. Sus sueños nos los trajo la Grecia de humanos y dioses en enfrentamiento continuo de amor y odio, miedo y venganza, mentira y verdad. Entre lo que nos es opuesto en la vida diaria y lo que es universal en el devenir humano. Entre la lucha por manifestar nuestro crédito a determinadas creencias y nuestro rechazo a otras. En esa convulsa realidad se sobrevive desde el nacimiento y se lleva consigo la muerte.

Los hombres encorvados sobre sus máquinas ruidosas tenían como coro lejano el trepidar de la rotativa atronadora, y los diarios se alienaban en sus rutas en pasmo orden, hasta el destino final que era el periódico compuesto, listo para la lectura ciudadana. Entraría en cada casa de Montevideo, leído en los desayunos de los ancianos, en las tertulias de academias y empresas, por los niños, pues se publicaba, entre otras, la serie Mafalda que tanto me gustaba. Abrías el diario y te internabas en un mundo prodigioso que cubría la ciudad y su puerto, se lanzaba al Atlántico, te llevaba a la Europa que comenzaba su renacer, a Asia y sus guerras, y aún te dejaba un resquicio para soñar.

En Nabarra festejamos los 30 años de un periódico nacido del sacrificio personal de muchos que querían dar a conocer otros, su verdad silente. Queríamos formar, y lo hemos conseguido, una plataforma de enseñanza de otras aspiraciones culturales y políticas, de otros sentires correspondientes de este pueblo baskon que fue reino y por mil años, porque lo entendíamos y entendemos como legítimamente bueno. Que no lo reclamamos por viejo, sino por excelente en organización y leyes. Se habían fundado anteriormente una serie de periódicos, pero le tocó al Noticias sobrevivir en la brega libertaria por nuestras aspiraciones contra lo que se nos había impuesto por la fuerza de las armas. Lo que perdimos a golpe de cañón lo ganaríamos a golpe de escritura. Diciendo, describiendo, manifestando la verdad.

El periodismo, como las bibliotecas y librerías, resultan el clamor de la democracia, el centro de los sentires coordinados para lograr una medida de entendimiento, baluarte de defensa del derecho a pensar y opinar de cada quien, dando a la palabra el valor que los hombres de las armas le dan a la imposición. A la siembra del terror que tal cosa conlleva, el periodismo del diario opone su lógica verdad.

Han sido 30 años de exposición abierta y bien conducida de una realidad baskana silenciada por generaciones, y una aportación a nuevos idearios y libros, a oportunidades artísticas y literarias. A la puesta al día de eventos de todo tipo, a la precisa información del cambiante clima físico y moral de nuestra comunidad, manteniendo nuestra hermandad con los pueblos baskones, del avance en la madurez democrática que todos queremos para nosotros, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Durante 30 años he seguido el trabajo de este DIARIO DE NOTICIAS de Navarra, al principio escuchando las máquinas de escribir y la rotativa en mis entregas de publicaciones en papel, luego en el silencio que siguió a los cambios electrónicos llevando un cartucho, hasta este final casi milagroso de enviar mi aportación aérea. He sido testigo de artículos importantes, de editoriales y mesa de redacción muy serios, coordinados por la hábil dirección del diario, que ha sabido encauzar impecables trabajos de investigación, redacción y exposición de los hechos. Mi aplauso por la tarea realizada con tal pulcritud y profesionalidad de todos y cada uno. No es fácil. Zorionak.

La autora es bibliotecaria y escritora