La ciudad habitable la conforman la gente con sus casas, sus calles, sus plazas, sus espacios públicos, sus comercios, sus polígonos industriales, sus servicios y dotaciones… Siendo importante su accesibilidad, sus comunicaciones, su implantación en el lugar, su entorno. Y para que una ciudad, un pueblo, tenga calidad de vida, todo ello debe estar bien planificado, bien asentado, porque la ciudad será más vivible cuanto más equilibrio haya entre todas sus partes. Ese equilibrio hace que las gentes de una ciudad se desarrollen, convivan, disfruten y crezcan. El arquitecto danés Jan Gehl, en su libro Ciudades para la gente nos habla de que el objetivo es lograr ciudades vitales, seguras, sostenibles, sanas, accesibles y transitables. Y para ello es necesaria la escala humana, la que se tiene al caminar (lentitud, contemplación, encuentro…), no la que se percibe en un automóvil (rapidez, prisa, aceleración…). Una ciudad diseñada y adaptada para toda su ciudadanía, niños, adolescentes, mayores, abuelos, discapacitados, es decir, una ciudad democrática que se acomode a todos los públicos y que sea inclusiva. En una ciudad así, no puede haber barrios marginales donde no sea seguro vivir, donde la pobreza energética conlleve hogares insalubres con calles intransitables, donde la contaminación nos enferme, donde no se crean espacios de convivencia, donde no se fomenta la relación y el intercambio cultural.

Según la ONU, las ciudades del mundo solo ocupan el 3% de la superficie terrestre, pero son las responsables del 60-80% del consumo de energía y del 75% de las emisiones de carbono. Y según los estudios sociológicos, para el año 2050, 2/3 partes de la humanidad vivirá en grandes ciudades. ¿Qué se debe hacer? Reaccionar, empezar a transformar nuestras ciudades, nuestros barrios, nuestros pueblos, para defendernos del cambio climático, de las temperaturas extremas, de la invasión del coche. La ciudad del futuro se crea en este presente y debe tener en cuenta la alta tecnificación a la que estamos sometidos, el aumento del tiempo libre y de ocio, la alta movilidad laboral, el incremento de la edad de la población, la incorporación de las diversas gentes que van llegando, la inclusión de las personas con dificultades, la integración del niño y del adolescente a nuestras calles y plazas.

Algunas medidas que se pueden tomar podrían ser estas:

• La peatonalización de calles, plazas, ganando espacio al coche. Crear actividad desde la diversidad, que pasen cosas en el espacio público para habitarlo, para juntarnos y relacionarnos. No puede haber espacios sin vida, espacios que te aíslan en tu casa. La peatonalización de calles hace crecer la vida pública. Cuantas más calles hay en exclusiva para la gente, más se llenan de gente, más se convive. Las calles y plazas se tienen que volver a llenar de cómodos bancos para sentarse, para descansar, para charlar, para contemplar. La desaparición de los bancos en las calles peatonales las convierte en galerías de tiendas, en pasillos exteriores llenos de escaparates a modo de centros comerciales al aire libre.

• Crear ciudades verdes, generando salubridad, con sombras para rebajar el impacto climático. Es la hora de crear refugios climáticos en las ciudades para proteger a sus gentes de las temperaturas extremas. Y para ello está el arbolado, las fuentes, las pérgolas, los toldos, los pavimentos que incorporen plantas silvestres, etcétera. Hay interesantes iniciativas creando bosques urbanos que cruzan la ciudad, que no se quedan solamente en la periferia.

• Hay que crear hogares saludables, protegerlos del cambio climático. Hay que dar ayudas en aislar las casas que se viven, en el cambio de ventanas, en poner toldos o parapetos exteriores que den sombra en verano, etcétera.

• Hay que volver a la ciudad compacta, las urbanizaciones a las afueras te aíslan, te obligan a desplazarte en coche para todo, para comprar, para estar con alguien, para hacer actividades, para ir al centro de salud, etcétera, lo que encarece la vida y genera más contaminación. Aparte del coste ecológico que supone el agua de riego de cada jardín, de cada piscina privada, un consumo alto de energía y de recursos.

En el año 2021, la Comisión Europea creó en el marco del Pacto Verde Europeo, el proyecto denominado La Nueva Bauhaus Europea, que pretende ser un foro de pensamiento y creación colectiva de los espacios en los que vivimos. Se fundamenta en tres premisas claves: que sean bellos (teniendo en cuenta la cultura, la localización y las artes), que sean sostenibles (potenciando la economía circular y el consumo km 0) y que sean inclusivos (que no dejen a nadie atrás). Belleza, sostenibilidad e inclusión, tres magníficas palabras para guiarnos en el presente y en el futuro.

Repensar los espacios es repensar la ciudad, sus edificios y sus calles. Porque la calle es el salón de estar de la comunidad, donde nos juntamos con los demás e intercambiamos nuestros pareceres. La lucha por la calle es la lucha por la convivencia y las ideas. Por eso, la ciudad actual y del futuro tiene que tener en cuenta a la gente, dejarle participar en las decisiones que le afectan y crecer así juntos.