En la capital navarra estamos poniendo de moda este término a propósito del uso pasado, actual y futuro del Monumento a los Caídos en la Cruzada. Mientras en el extremo norte de la peatonalizada avenida de Carlos III brilla y bulle, hasta en exceso, nuestra sala de estar, la Plaza del Castillo, en el sur languidece, aún manteniéndose erguido, un edificio y un entorno que a muchos de los nuevos pamploneses les parece prehistórico. Al amparo de la nueva legislación española sobre memoria histórica parece obvio que debería ser derribado, pero sólo una formación política de reciente creación, Contigo Zurekin, se manifiesta claramente a favor del cumplimiento de la ley. Derribo. Ven imposible resignificar tan megalómano edificio. Sin embargo, hace años se hincó el diente al tema a través de un concurso de ideas y proyectos. A aquel Ayuntamiento que lideraba el alcalde Asirón se le saltó toda la dentadura en el intento. La dentellada resultó funesta y volvió Enrique Maya al sillón para devolver el tema a la paz de los muertos.

Pero he aquí que estamos ante la segunda oportunidad de hacer algo. Y el actual alcalde ha dicho: “No sin los vecinos”. Prudencia y lavatorio de manos. Me apunto también.

Pero, ¿qué me dicen si planteo resignificar la escuela? ¿Qué postura tienen ustedes ante el creciente reconocimiento de que no nos sirve el sistema educativo que tenemos? ¿Qué hacer con las escuelas infantiles si la etapa incluye dos ciclos, el primero de 0 a 3 años y el segundo de 3 a 6? ¿Qué curriculum para los 10 años de Enseñanza Obligatoria, la Primaria de 6 a 12 años y la ESO de 12 a 16? ¿Qué estudios postobligatorios en forma de Bachillerato y/o Formación Profesional? ¿Qué nueva, resignificada EvAU, para el acceso a las universidades?... Oigo un silencio sepulcral, pero no viene de los Caídos. En esto de la educación y la enseñanza todos meten el diente y nadie muerde. Dicen muchos políticos que conozco, y no sólo navarros, que tomar decisiones en la educación es siempre perder votos y no obtener nada a cambio. Yo creo que no tienen vocación de políticos. El Ministerio de Educación con intención del gran pacto educativo debe ser capaz de poner sobre la mesa la exigencia de una prueba de fin de grado de Secundaria al acabar 4º de ESO. Las pruebas de diagnóstico en 4º de Primaria y 2º de ESO están muy bien para evaluar el conjunto del proceso educativo-formativo, pero cada joven debería rendir cuentas de sus conocimientos conceptuales, procedimentales y actitudinales, espíritu y letra de la LOGSE, antes de escoger Bachillerato o FP como formación postobligatoria. Y al acabar el Bachillerato o los ciclos de grado superior de FP, el alumno calificado positivamente por profesorado funcionario del cuerpo de secundaria en una prueba de homologación o de madurez, estará en condiciones de presentarse al proceso de admisión que cada Universidad, tanto públicas como privadas determinen. Esta resignificación de todo el proceso está en línea con lo que trajo la LOMCE del ministro Wert que en su momento el PSOE despreció. No es pues un invento mío.

Y termino con una resignificación necesaria, urgente, inaplazable, la de sus señorías parlamentarias en las CCAA y en el Congreso y Senado del Estado español. Sin perjuicio de su compromiso con el partido que les incluye en sus listas cerradas electorales y a la espera de que algún día podamos votar en listas abiertas, deben mejorar en el respeto a los demás y a las propias instituciones. Deben trabajar e intervenir de acuerdo con su proceder y conciencia siguiendo su ideología, dando un ejemplo de buen hacer ciudadano a quienes les han votado para el cargo. Sobrarían así los pretendidos códigos de buena conducta. Estableció Montesquieu que, aún siendo independientes, los poderes legislativo y ejecutivo deben estar controlados por el poder judicial. Resignificar es recuperar los papeles. Añado que resignificar también es de sabios.

El autor es profesor jubilado