Polvo, barro, estiércol… Seguramente ningún ciudadano moderno asociaría estos términos, sucios incluso al pronunciarlos, con algún significado positivo para la existencia humana. Sin embargo, contrariamente a lo que podría pensarse, no siempre todo lo que refieren esos términos ha tenido el significado de sucio a lo largo de la historia de la humanidad.
Para comprender la transformación radical de este significado de las palabras, sería hasta necesario un recorrido antropológico/etimológico sobre la división limpio/sucio y que incluso tiene que ver con lo natural/artificial, sano/insano…, pero no es éste es el lugar –ni soy yo el especialista en la materia–.
Seguramente nos debiéramos preguntar qué es la suciedad y, a su vez, qué es la limpieza. En el mundo moderno, cualquier elemento que no esté limpio se define como sucio. Lo que se llamaría tautología pura. Y, de hecho, el problema no se resuelve fácilmente incluso si queremos trasladar, para simplificar, la discusión al contraste entre contaminado y saludable. La definición de contaminación esconde la misma falacia, que causa considerable vergüenza en el mundo científico e industrial, que la de suciedad. Queriendo recurrir a la preciosa ayuda del estudio etimológico de las palabras, obtenemos el mismo juego de tautología circular que asocia sucio con lo contrario de limpio y este último con el significado de no sucio.
Todo lo anterior para poner sobre la mesa, un año más, que vivir en lo viejo de Pamplona tiene un peaje… escrito o no…, tácito o no… también por lo que se refiere a la contaminación –auditiva, olfativa…– y a la suciedad, de diversa índole, que se generan durante no pocos días al cabo del año.
Que el amable lector realice, si no, la cuenta grosso modo. Juevintxo (más de 40 al año), viernes (otros tantos), sábados (otros tantos), aniversarios, despedidas, efemérides, puentes…, fiestas de San Fermín… Se puede hacer una suma rápida de días al cabo del año en los que se generan contaminación –de muy amplia y diversa índole– y suciedad –a diferentes escalas– para los que vivimos en lo viejo de Pamplona.
Los hosteleros tienen que vivir. Los universitarios, y los jóvenes y no tan jóvenes, en general, tienen que recrearse. Los foráneos tienen que disfrutar. Los comercios tienen que rentabilizar alquileres. Y luego estamos los demás… los ciudadanos, más o menos sufridores, que habitamos en lo viejo, que tratamos de vivir, incluso, de descansar y dormir, etcétera. Porque para sus moradores, lo viejo no es en primer lugar de diversión, esparcimiento, fiesta, recreo, solaz…, de uso puntual… sino hábitat diario.
Ejemplos de contaminación y suciedad se pueden poner no pocos y variados. Valga uno. Para muestra… un botón. Fiestas de San Fermín. Fin de semana del 6/7 de julio. Afluencia multitudinaria de personas. Casi las 24 horas. Zona ajardinada o parque delante de la calle Cuesta del Palacio o delante del edificio de San Fermín de Aldapa. Ni más ni menos se ha contabilizado una cabina como urinario público. ¿Resultado? Las paredes de algunos edificios, las puertas de algunas casas, los coches aparcados en los aledaños, los arbustos del mencionado parque, los contenedores de basura… se convierten en improvisados, y muy concurridos mingitorios para aguas menores –en la mayor parte de los casos– de ellos, de ellas y de elles. Desconozco si se han realizado o no servicios de limpieza en la mencionada cabina.
Es verdad que del 8 de julio en adelante… la afluencia de usuarios del espacio público para orinar ha disminuido notablemente en esa zona ajardinada o parque al que hago referencia. Es de prever que a partir de la noche del jueves hasta se comience a incrementar el número de esos usuarios…. Hasta llegar a las mayores dígitos, ¿cifras récord? en el fin de semana del 13/14 de julio.
Uno tiene la sensación, ¿o será espejismo?, de que en Pamplona hasta puede haber ciudadanos de diversa categoría… de primera división, de segunda división, etcétera. Porque no me acabo de imaginar, aunque a lo mejor me equivoco, semejante espectáculo las 24 horas de día en la calle Carlos III… solamente por poner un ejemplo. Tal vez es cuestión de educación cívica. O de higiene ciudadana. O de recursos municipales. O de… todo lo anterior y de otros más factores. Pero hasta damos la sensación de que todo, o casi todo, vale en lo viejo de Pamplona tantos días a lo largo de todo el año y también, en particular, en las que consideramos las mejores fiestas del mundo.
El autor es misionero claretiano