Alo largo de estas últimas semanas vienen apareciendo en algunos medios de comunicación muy diversas noticias sobre el huído de Abu Dabi, conocido por Juan Carlos I.
Por una parte, nos amenaza con publicar sus memorias, en francés como buen Borbón, para reivindicar su “legado”, que interpreta le está siendo robado estos últimos años.
Por otra parte, ha constituido una Fundación con el fin de legar sus ahorros a sus hijas. Lo ha hecho utilizando las leyes de Abu Dabi y no las de su “querida España”. Ahorros que se vienen estimando en 1.800 millones de euros, milagrosa multiplicación de los panes y los peces. Aunque su sueldo era varias veces superior al del Presidente del Gobierno y vivía a costa del estado, parece inverosímil convertir honradamente entre quince y veinte millones de euros en 1.800.
Y por último, aparecen fotos y audios pertenecientes a su vida privada que nos dejan inquietantes preguntas sobre el papel del exrey en el golpe del 23 de febrero de 1981, por ejemplo lo que callaron el golpista exgeneral Alfonso Armada y el exjefe de la Casa Real, que callaron por lealtad a la corona, que no a España. Además de un aparato del estado, el CNI al servicio de su vida privada pagando con dinero público chalets y sobornos.
Pues bien, aquí no pasa nada, las instituciones y los principales partidos miran para otro lado y una buena parte de los medios de comunicación utilizan aspectos de fotos y audios de carácter privado, que dan vergüenza ajena pero siguen siendo privados, para desviar la atención de lo realmente importante.
Siempre al servicio de la monarquía, se trata de conseguir aquello de que cuando alguien mira al cielo el tonto mira al dedo. Porque se trata de eso, de conseguir atontar a la ciudadanía ocultando la podredumbre, no ya de Juan Carlos I sino de la monarquía.
Porque, como nos enseña la historia de nuestro país, la Casa de Borbón ha estado siempre vinculada a todos los intentos por frenar los avances democráticos, saltándose las diversas constituciones o vendiendo el trono como el felón Fernando VII. O apoyando la dictadura de Primo de Rivera, o apoyando al dictador Franco con tal de conseguir un trono para Juan Carlos.
Éste es el patriotismo de los borbones, el trono. Y a ello subordinan y subordinarán todos y cada uno de sus actos. Y esto se aplica también a Felipe VI, que renunció a la titularidad de los fondos de los que era titular, no cuando lo conoció, sino un año después, cuando lo conocimos la ciudadanía.
Un rey que recompone la monarquía trasladando parte de sus formas a comienzos del siglo XX, con una parafernalia propia del XIX, Que identifica su figura y la de su posible heredera con la del rey soldado, tan cara a Antonio Cánovas del Castillo cuando identificaba a la esencia de España con la monarquía.
Y ante esta situación todo parece reducirse a chascarrillos de bar y de algunas televisiones. Y mientras nuestras calles y plazas siguen trufadas de Avenidas de Juan Carlos I, muchas de ellas en sustitución de las de Francisco Franco, lo cual, por cierto, tiene su lógica histórica.
Por otra parte, esto sucede mientras el PSOE presenta un Plan de Regeneración Democrática del que conocemos únicamente algunos detalles. A este Plan se deberían incorporar algunas actuaciones que realmente supongan una regeneración de nuestra imperfecta democracia.
La ciudadanía tenemos derecho a conocer toda la verdad sobre el 23F y que cada quien asuma su responsabilidad. Habría que derogar la Ley de Secretos Oficiales que data de 1968 en plena dictadura y que únicamente sufrió pequeños cambios en 1978. Mientras tanto, debe desclasificarse ya toda la documentación referida al golpe de estado. El PSOE no debe seguir siendo cómplice de esta ocultación.
Puesto que regeneración significa renovación, corrección…, debería corregirse el artículo 56.3 de la Constitución que declara al rey irresponsable de sus actos oficiales y privados, ya hemos visto a dónde nos ha conducido.
Regeneración Democrática debería conllevar con una consulta a la ciudadanía sobre la forma de la Jefatura del Estado utilizando el mecanismo constitucional consultivo previsto en el artículo 92.1 y 2.
Y mientras tanto, la República aparece como digna alternativa democrática, un proceso largo y difícil pero en el que, como dijo el poeta, se hace camino al andar y la republicana estará en nuestras calles ondeando libertad.
El autor es profesor de Historia jubilado