Hace unos días entramos, en cuanto al calendario se refiere, en otoño. De todas formas, algunos hechos nos dejaron claro que, lingüísticamente, seguimos inmersos en el negro invierno.

Por un lado, el Consejo de Europa que realiza el seguimiento del Tratado de las Lenguas Minoritarias publicó un informe en el que valoraba la actuación de España en los últimos años (2017-21). Respecto a Navarra, dejó claro que las y los trabajadores que sabemos euskera en la Administración todavía somos muy pocos para que la atención en euskera esté garantizada, y por eso la ciudadanía (también la de la zona vascófona) no tiene asegurado que sus derechos lingüísticos sean respetados. En esta ocasión, la mirada se centró sobre todo en la sanidad, la justicia y los servicios sociales. Para corregir esta situación, por primera vez desde que el Estado español ratificara la Carta de las Lenguas Minoritarias, el informe recomendaba la suspensión de la zonificación.

Por otro lado, el Gobierno de Navarra aprobó el decreto que regula los méritos a tener en cuenta en los procesos de ingreso y acceso. Esto no soluciona la problemática actual y sigue dibujando una situación cruel para el euskera y para los euskaldunes: en la zona no vascófona no se va a valorar nada el conocimiento del euskera, ni siquiera las y los ciudadanos de la zona vascófona tendrán garantizados sus derechos lingüísticos al 100%; ¡qué decir los de la zona mixta!

Para quienes apostamos y trabajamos por la normalización del euskera, la anterior fue, por lo tanto, una semana triste; el Consejo de Europa nos recordó primero cuál es nuestra delicada situación y, posteriormente, el Gobierno de Navarra nos confirmó que no habrá avances, a pesar de que el decreto de méritos sigue pendiente de la opinión del Consejo de Navarra (este órgano es meramente consultivo y sus decisiones no son vinculantes).

Una vez más ha quedado claro que la Administración de Navarra no garantiza la atención en euskera, no garantiza los derechos lingüísticos de la ciudadanía euskaldun. Pero además de los derechos lingüísticos, también tenemos otros derechos, como el de recibir una atención de calidad. El reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), concluye que “el uso y la comprensión de las lenguas locales son esenciales para una atención sanitaria de calidad”. Es decir, el hecho de atender a las y los pacientes en el idioma que estos han elegido está estrechamente relacionado con la calidad de la atención, de donde se desprende que la atención debe prestarse en el idioma elegido por la persona que la va a recibir. En caso contrario, la atención sociosanitaria no será de calidad.

LAB lleva años denunciando el desprecio que se hace a una de las lenguas propias de Navarra y exigiendo que se acabe de una vez por todas esa vulneración de derechos. Por desgracia, viendo todo esto, hemos confirmado que no nos queda más remedio que proseguir en esa lucha.

Ahora que acabamos de entrar en otoño, el euskera y los euskaldunes seguimos hundidos en el invierno más negro. El único rayo de luz que nos llega es el de los tenues tintes otoñales que puede adoptar la zonificación, ya que el Consejo de Europa ha recomendado dejar en suspenso definitivamente esta injusta división. Mientras tanto, nos mantendremos firmes en nuestras convicciones y aspiraciones, a la vez que observamos cómo van cayendo las hojas del calendario a la espera de que despierte la primavera.

La autora es responsable de LAB-Administración