La educación pública en lucha
Uno de septiembre. Comienza un nuevo curso escolar. Cansado/a. Sin recuperarte del todo aún de la intensidad del curso pasado y de la preparación que supusieron las oposiciones de estabilización que finalizaron a finales de julio. Todo el esfuerzo, sacrificio y dedicación, para los/as opositores/as en algunas especializaciones, solo para una miserable plaza. Algunos/as, los que menos, habrán tenido la suerte de poder descansar en agosto. Otros/as, en cambio, agosto habrá sido un mes de rabia, tristeza y frustración, de recursos de alzada y de reflexiones personales sobre si en realidad vales para este trabajo o no, ya que, aunque te recuerdes a ti mismo/a que un examen no determina tu valía, lo llegas a dudar.
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Haces la ATP. El 26 de agosto sabrás por fin si vas a trabajar este año o no, y donde. A 7 días de comenzar el curso.
Primer día de curso; para muchos y muchas, un nuevo centro y además para otros/as también, una nueva etapa educativa. Como siempre, algo de nervios al principio.
Primer claustro y primeras instrucciones sobre el nuevo centro y curso. No serán las únicas. Tienes 4 días antes de comenzar el curso escolar para realizar reuniones, preparaciones de aula, preparaciones de programaciones, lectura de informes, traspaso de información de un curso a otro, información sobre tu aula y sus necesidades… en tan sólo 4 días .
Entre tanto, como si de dioses se trataran, pides a los/as técnicos del Departamento de Educación que controlan el sistema de Educa, que lo tengas activado para esa primera semana. Imposible. Tu herramienta de trabajo no se va a activar hasta la 2-3 semana del curso.
Tras acabar todas las reuniones antes de que comience el curso escolar y sin el Educa activado, por fin encuentras un momento para ir a tu despacho, el de Orientación.
Con incertidumbre, entras y buscas como lo más preciado, alguna nota con información del año pasado con la que poder comenzar a trabajar, si el compañero/a del curso pasado ha tenido la suerte de poder cerrar el curso de manera adecuada. Suele ser misión imposible.
Buscas información sobre el alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo, su seguimiento, alumnado atendido desde el Centro de Salud Infanto-Juvenil, alumnado atendido por gabinetes externos, alumnado atendido desde servicios sociales, alumnado que percibe becas, alumnado en el sistema de protección de menores, alumnado atendido por Atención Temprana, familias en situación de vulnerabilidad socio-educativa, alumnado con protocolos abiertos (bullying, suicidio…), alumnado en atención domiciliaria, información importantísima para poder atender al alumnado de manera adecuada y seguir con su proceso de aprendizaje, sin que se note mucho que ha cambiado la mitad de la plantilla de un curso a otro. De nuevo, misión imposible.
Comienzan las clases y con ello las primeras entregas para realizar las becas, llamadas entre centros para pedir información de alumnado nuevo en tu centro, reuniones de atención temprana, reuniones para reactivar protocolos abiertos del curso anterior, revisiones de declaraciones de renta para alumnado en situación de vulnerabilidad socioeconómica (para que el aporte económico del Departamento de Educación a los centros no llegue ni a cubrir ¼ de los gastos), realización de las programaciones, repartición de los recursos (intentando hacer de la mejor manera, sin conocer aún la realidad de tu centro y sabiendo que no cubrirás todas las necesidades), realización de las medidas de adaptación curricular (PRE, PAC, RE ACA, ACS...), Programas de Autonomía, Programa Acompañarte, lista de todos los casos pendientes que se quedaron sin valorar el curso pasado, la actualización del censo de Educa (qué fácilmente esta 1/3 parte del alumnado del centro y hay que especificar diagnósticos, medidas, recursos…). Sensación: “no sé ni por dónde empezar, pero hay que ponerse las pilas”.
Dos / tres semanas han transcurrido desde que el alumnado comenzó las clases y empiezan las primeras preocupaciones de los docentes en diferentes casos y su implicación en ellos; comienzan las derivaciones a orientación, peticiones de observación, peticiones de coordinación con agentes externos, solicitudes de intervención al Creena, solicitud de más recursos…
Preocupación y ansiedad en los docentes que los acompañará todo el curso.
Aulas con la ratio completa, alumnado de incorporación tardía con mucho desfase curricular, alumnado con situaciones familiares complejas, conductas disruptivas (explosiones de ira, escapes, agresiones verbales y físicas, absentismos, conductas desafiantes…), alumnado con una situación emocional delicada, alumnado con necesidades muy específicas (necesidad de rutinas, de pictos, apoyos visuales, focalizacion de la atención, distintas letras para la lectura, distintos materiales, utilización de audios, lupas, braile, comunicadores, seguimiento personalizado, adaptación de materiales…), alumnado sin idioma académico, alumnado con protocolos de suicidio, alumnado aún con pañal… y de repente, antes de acabar el mes de septiembre, recibimos un correo del Departamento de Educación advirtiendo que este año no hay periodo extraordinario para pedir más recursos. No hay dinero.
¡Booommmm!
Mientras tanto, las primeras llamadas de las familias queriendo concretar una cita contigo, sin haber pasado aún el primer mes. Parecerá algo exagerado, pero son familias que conocen muy bien cómo se las gasta Educación. Familias que no han tenido experiencias positivas, ya que este sistema no les ha prestado atención, porque no da tiempo para atender a todo el alumnado y porque dicen por ahí arriba que no hay dinero.
Preguntan por los recursos que este curso tendrán sus hijos/as; PT, AL, apoyos, EAE… y toca hacer de tripas corazón mientras les comunicas que esté año no tendrá EAE jornada completa (aunque se trate de un menor con TEA de grado 3 en Infantil) o peor aún, que no lo tendrá. O qué no tendrá horas de PT porque este año hay “más necesidad” en otra aula.
Intentas recoger todo el malestar de estas familias; sus quejas y enfados con mucha intensidad y no sin razón, mientras se te cae una lagrimilla por la cara de impotencia. Menos mal que no lo pueden ver.
Cuelgas el teléfono y no puedes dejar de pensar en lo hipócrita de este sistema, que se llena la boca hablando de inclusión y maltrata sistemáticamente al alumnado y familias más vulnerables, a las que les toca luchar solas contra este sistema. Pero os podemos asegurar que no estáis solas.
La PGA, el Plan de Inclusión, el Plan de Departamento, los protocolos, las programaciones, el Programa Acompañarte, el Plan de Autonomía, el PAT, POAP… Todo debe estar acabado para el 31 de octubre, sin descuidar por supuesto, ninguna de tus funciones. Comienza la cuenta atrás.
Por fin llega el 31. Consigues realizar y entregar toda la burocracia que te han pedido.
Entras al despacho con la sensación de haberte quitado kilos de encima y piensas “por fin puedo comenzar a atender al alumnado”. Por fin.
Miras el calendario y te das cuenta que estás a 3 semanas de la 1°evaluación. Te echas las manos a la cabeza.
Miras tu Excel con los casos para evaluar; tanto los que se quedaron pendientes del curso pasado, como los que te han llegado en estos dos primeros meses del curso.
Un total de 25 casos. El corazón empieza a latir más rápido. Miras el calendario escolar. Vuelves a mirar el Excel y esta vez notas una gota de sudor frío que recorre tu espalda. Vuelves a mirar el calendario y el Excel. Presión en el pecho. Sabes que no vas a llegar a todo (a esos casos hay que sumarle todos los de final de etapa).
Intentas respirar y piensas prioridades. Vuelves a respirar. Prioridades. Una vez más, prioridades...
¿Acaso todo el alumnado no es una prioridad, señor Gimeno?