Aunque hoy en día se llama artista a toda aquella persona que hace algo muy bien, ser artista en el arte conlleva de una capacidad, de una habilidad, de una destreza, de un conocimiento, de un talento, de un ingenio y de una valentía de explorar para poder expresarse en alguna de las bellas artes.
En todo proceso de aprendizaje para intentar llegar a ser artista se pasa por diferentes niveles de ejecución y acción. Al principio se empieza bebiendo de todas las fuentes creativas anteriores, poco a poco vas cerrando unas y te quedas con aquellas que son capaces de calmar tu sed creativa en ese momento, siempre surgirán nuevos manantiales conforme se avanza en la creación. En este primer proceso se empieza copiando, muchas veces literalmente, para aprender cómo lo hacían los maestros que en ese momento admiras, o te limitas a copiar el paisaje que tienes delante. Hay mucha gente que no consigue salir de esta etapa, unos porque tienen tanta capacidad de réplica, lo hacen tan bien que se deleitan tanto en sus copias que ello les impide romper con esa dinámica y avanzar; y otros por comodidad, porque es fácil copiar y no exigirse más. Todos ellos tienen la destreza, el conocimiento y hasta el talento, pero les falta el ingenio, la valentía, el riesgo del cambio, son incapaces de proponer nada diferente, ni siquiera pequeñas variaciones muchas veces por miedo al error, al fracaso. Son maestros de la copia que por repetición se transforman en artesanos del arte.
Hay personas que consiguen avanzar, salir de esta etapa y son capaces de reinterpretar lo que ven, desde el paisaje a las obras maestras. Su aportación es su visión personal, su toque particular. Son obras diferentes, aunque recuerdes a cosas hechas, son pequeños avances que consiguen el deleite del logro. Así ha conseguido el arte, a lo largo de su historia, avanzar y crear el caldo de cultivo para los grandes descubrimientos. En estos artistas admiras su belleza, su ingenio, y además, al ser reconocibles sus grandes influencias anteriores, resulta sencillo entenderles, saborear sus fuentes de inspiración y emocionarse con esos pequeños logros distintos y que los diferencian. Estos artistas han sido capaces de subir un peldaño en la creación.
Los hay entre estos últimos quienes, tras conseguir su pequeño hallazgo personal se estancan deleitándose es su propia obra y acaban copiándose constantemente a sí mismos. A estos artistas se les acabó la valentía en su primer intento y es una pena, porque lo tenían todo para conseguir metas más altas.
Superando a estos grupos de artistas están los genios, los que son capaces de dar un paso más y, tras saciarse de lo anterior, tras proponer sus variaciones, de repente rompen con lo hecho y descubren nuevas maneras, nuevas técnicas, nuevas expresiones, que nos dejan a todos boquiabiertos. Son la auténtica vanguardia, son los que crean tendencias, los que suben de golpe no un peldaño sino todo el tramo de la escalera.
Hay tres mensajes muy potentes, pero a su vez muy manipulables al antojo de cada cual, que lanzaron tres artistas vanguardistas en el siglo pasado. El primero fue Marcel Duchamp (creador de la obra Fuente que es un urinario de porcelana girado) en 1917 vino a decir que “cualquier cosa en un museo es arte”. El segundo fue Piero Manzoni (creador de la obra Mierda de artista) que en 1961 fue más allá y planteo que “cualquier cosa con la firma de un artista se convierte en arte, en algo valioso sin importar el contenido”. Y el tercero fue Joseph Beuys (uno de los creadores del arte conceptual) que en 1972 sentenció con el “todo ser humano es un artista” y cada acción una obra de arte. Esto nos ha llevado a dos situaciones críticas en el mundo del arte contemporáneo.
La primera es que, si todos somos artistas y todo es arte, ya deja de haber espectadores, porque el que mira es también creador. Ya no prima la calidad, sino que tú seas capaz de hacerlo a tu manera, porque todo lo que te rodea es utilizable para crear arte, de hecho, no hace falta tener mano ni oficio, todo está hecho, tan solo tienes que combinarlo a tu manera, y si lo llevas a una sala de exposiciones o un museo, ya es arte. ¿Qué crítico te va a decir que no es arte? ¿Por qué le vas a hacer caso si todos somos artistas? Además, si no lo quieres hacer, la Inteligencia Artificial (IA) con tan solo un deseo lo hará por ti. Y de momento, la IA copia sin pudor y sin limitaciones ni prohibiciones, para que te sientas artista.
La segunda consecuencia es que estamos padeciendo la soberbia y el engreimiento de una serie de artistas, que tras su formación académica, su pequeña o gran trayectoria, su capacidad de ejecución y de aportar una mirada personal, artistas que copan las instituciones, las ayudas, las salas de exposiciones de los centros de arte, han hecho suyos de tal manera los tres postulados citados que se han creído poseedores, como el rey Midas, de una varita mágica que todo lo que toquen, proponen y hacen, sin pasar ningún filtro, es decir, su primera ocurrencia, es arte porque lo ha hecho un artista y punto. Y así nos va, nos están llenando las salas de restos esparcidos, de escombros, de telas atadas y ropa colgada, de artefactos sacados de contexto, de instalaciones infames..., obras que no son nada. Estos artistas ya cansan y aburren. El rey está desnudo y ya es hora que se retire a vestirse.
No cabe duda de que necesitamos a las y los genios, pero para que estos surjan y florezcan deberíamos despejarles el camino de basura y llenarlo de belleza y originalidad. Así, algún día, cuando transite el genio por este nuevo camino trazado se le pueda encender la chispa de la creación y sea capaz de llevarla a cabo, de que se le vea y de salir adelante. La maleza lo oculta todo y la rosa lo tiene muy difícil salir y crecer en un ambiente tan inhóspito. Una buena poda a tiempo hará resplandecer al rosal para el deleite y la admiración de todos y todas.