Los patios escolares de los colegios públicos de Zizur Mayor se han convertido, una vez más, en un ejemplo claro de cómo la dejadez institucional puede afectar directamente a la salud y seguridad de nuestros niños y niñas. Tras los eventos nocturnos celebrados recientemente en los colegios, las familias y la comunidad educativa han denunciado el lamentable estado en el que han quedado estas instalaciones. Restos de orina, vómitos, cristales y botellas rotas han sido el escenario al que se han enfrentado los alumnos y las alumnas tras las supuestas limpiezas que, según el Ayuntamiento, se realizaron de forma eficaz antes del siguiente día lectivo.

Sin embargo, la realidad demuestra lo contrario, y los hechos son preocupantes: el jueves, después de la mencionada limpieza, un niño se cortó la mano con un cristal mientras jugaba en el patio. El Martes, yo misma recogí varios cristales similares en un tramo de apenas treinta metros. Además, el miércoles, una madre encontró en la bolsa del almuerzo de su hijo una pequeña botella de Jack Daniel’s de cristal que el niño había recogido del patio durante el recreo. Estos episodios son inadmisibles y reflejan una grave negligencia.

El alcalde, lejos de asumir responsabilidad, ha afirmado que la limpieza se realizó correctamente y que tanto la empresa contratada como la Policía Municipal corroboraron dicha afirmación. Sin embargo, los incidentes y las evidencias recogidas por las familias parecen indicar lo contrario y ponen de manifiesto una gestión ineficiente que ignora las verdaderas consecuencias de estas decisiones. Lo que aquí se denuncia no es solo la ineficacia en la limpieza, sino una falta de sensibilidad alarmante hacia las consecuencias de estas decisiones. Los patios escolares no son lugares para albergar eventos de ocio nocturno sin control, ni mucho menos para convertirse en urinarios públicos o zonas donde se dejen peligros latentes para los más pequeños.

Las familias han pedido en repetidas ocasiones soluciones claras: trasladar este tipo de actividades a lugares más adecuados, reforzar las limpiezas y priorizar la seguridad de los menores. Sin embargo, estas demandas han sido sistemáticamente ignoradas o minimizadas, como demuestra la respuesta oficial del Ayuntamiento. En un momento en el que todos hablamos de proteger a la infancia, ¿cómo es posible que se permita que nuestros hijos jueguen entre restos de cristales, orines y vómitos? ¿Cómo se justifica que un niño termine con una herida por falta de acción? Este incidente debe ser un punto de inflexión. Las instituciones locales tienen la responsabilidad de garantizar que estos espacios sean seguros, limpios y adecuados para su uso escolar. Si no son capaces de asumir esta obligación, no solo están fallando a las familias, están fallando al futuro de nuestro municipio. Es hora de que se tomen medidas reales, no declaraciones vacías. Por el bien de nuestros hijos, exigimos hechos, no palabras.