En el contexto de los desastres, la calidad de la información que se difunde juega un papel fundamental. Una comunicación clara, veraz y libre de sensacionalismo no solo ayuda a mitigar el impacto inmediato, sino que también contribuye a la educación y prevención futuras. El primer paso para mejorar esta comunicación es evitar el uso del término desastres naturales. Los desastres no son naturales; son el resultado de la interacción humana con amenazas naturales y suelen ser exacerbados por la falta de prevención, protección y preparación adecuadas.

Una buena información debe centrarse en exponer las causas reales de los desastres. Por ejemplo, la ausencia de sistemas de alerta temprana es una causa recurrente que puede y debe ser abordada. Comunicar sobre la necesidad de mejorar estas alertas es fundamental, ya que constituyen una herramienta clave para salvar vidas y reducir daños. Además, es crucial destacar que el fortalecimiento de los sistemas de alerta temprana es una prioridad del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres.

Otra pieza esencial de la información en los desastres es evaluar si las comunidades afectadas disponían de planes de actuación y analizar su eficacia. Un plan bien diseñado, con niveles de emergencia claramente definidos y protocolos de protección implementados, puede marcar la diferencia entre el caos y una respuesta organizada. Informar sobre estas medidas y sobre las lecciones aprendidas tras un desastre contribuye a fomentar una cultura de preparación y resiliencia en otros territorios.

En la fase posterior al desastre, también es fundamental comunicar cómo se restablece la normalidad. Una buena información debe analizar las acciones realizadas, señalar los errores cometidos y destacar las mejores prácticas. Esto no solo ayuda a reducir el caos y los riesgos asociados a la desorganización, sino que también ofrece una guía para gestionar futuras emergencias de manera más eficiente.

La información de calidad debe cumplir un objetivo educativo, proporcionando a la población y a las autoridades herramientas para entender cómo prevenir y afrontar desastres. Analizar las causas, evaluar las respuestas y comunicar soluciones permite aprender de los errores y promover una gestión más efectiva en el futuro. En definitiva, la buena información no solo salva vidas, sino que también construye comunidades más preparadas y resilientes.