Los efectos del cambio climático cada vez son más notorios y en los últimos tiempos ha pasado de habitar un espacio propio del debate científico, a vertebrar más ámbitos de la sociedad. Ya no se trata solo de grados de temperatura o de moléculas de dióxido de carbono (CO2). Se ha ido convirtiendo en emergencia climática a medida que se suceden los fenómenos meteorológicos, cada vez más severos.

Las encuestas de opinión realizadas en los últimos años expresan un altísimo nivel de preocupación en la ciudadanía encuestada por la intensificación e impactos del cambio climático. La última encuesta del Eurobarómetro 2021 ante la pregunta “¿se preocupan realmente los europeos por el cambio climático?”, la respuesta es que sí, puesto que el 93% cree que el cambio climático es un “problema grave”, y el 79% lo ve como un “problema muy grave”. Según el Ecobarómetro de Navarra 2023, el 78,9% de las personas entrevistadas están preocupadas por el cambio climático.

Ahora bien, cabe preguntarse, ¿eso se traduce en concienciación y acción climática? Parece ser que no, según diversas investigaciones realizadas. Pero, ¿a qué se debe que mientras hay una gran preocupación por los efectos del cambio climático, eso no se traduzca en concienciación, en acción contra la crisis climática?

Recientemente, la organización británica Climate Outreach, que lleva más de veinte años estudiando esta problemática y elaborando propuestas para la comunicación climática, viene a señalar que la persistente acción social que envuelve a la crisis climática se debe, entre otras cosas, a que la manera en la que a veces se tiende a comunicar la amenaza está provocando que la gente se encuentre desmotivada y asustada. “A veces –dice Nameeerah Hameed, directora de promoción y analista política de Climate Outreanch, en declaraciones realizadas a elDiario.es–, cuando seguimos hablando de lo terribles que son los problemas que está causando la crisis climática, la gente acaba apartando la vista del hecho de que, verdaderamente, cada pequeña acción puede llegar a desencadenar un cambio”. Y sigue: “Veinte años atrás, se trataba de hablarle a la gente acerca de los gases de efecto invernadero o de lo importante que era no alcanzar los 1’5 º C”. Sin embargo, gran parte del sector climático “sigue aún realizando el mismo tipo de trabajo que hace veinte años, a pesar de que el mundo ha ido mucho más allá”. Ahora, asegura, la clave es lograr “entender cómo piensan las personas respecto al clima y, más importante, cómo se sienten acerca de ello”.

En diversas ocasiones me he encontrado con dificultades de compresión sobre el cambio climático en el sentido de que no sea un peligro para el futuro, y, por tanto, para el presente, y que en función de ello no nos afecta. También he percibido que si se da un tinte muy catastrofista a la situación en la que estamos, hay quienes piensan que como está la cosa tan mal, no merece la pena hacer nada.

Conectar la crisis climática con realidades cercanas en el espacio y en el tiempo enmarcadas en los estilos de vida, tal y como se dice en el Decálogo de recomendaciones para informar sobre cambio climático suscrito por diversos medios de comunicación, como el GRUPO NOTICIAS, permite visualizar mejor y demostrar que el cambio climático no es solo cuestión de futuro, sino presente, y que está aquí. La prueba de ello está en las olas de calor que son cada vez más frecuentes, y los fenómenos extremos meteorológicos, como las inundaciones, entre otras cuestiones. Comunicar los beneficios de la transición ecológica en los estilos de vida de las personas, mostrando las ventajas de reducir el consumismo, y el valor tan importante de la agricultura y ganadería ecológica y de una economía de proximidad, entre otras cosas, personalizando estos relatos con historias de vida reales, es de vital importancia.

Hace ya unos cuantos años se ponía el acento al hablar de los impactos del cambio climático en el Ártico, en la situación de los osos polares. Es cierto que allí el problema es muy evidente, pero eso hace que, aunque la gente muestre cierta empatía, en este caso con un oso polar, porque es una animal muy entrañable, sienta que eso no afecta a su vida cotidiana, y ocurre en lugares muy lejanos.

Cada vez más, la sociedad está harta de mensajes catastrofistas. En este sentido, hay que dar con las claves de cómo se debe dar una comunicación climática, y también generar dinámicas esperanzadoras. En muchas ocasiones se ha tratado la problemática del cambio climático con un carácter muy alarmista, y aunque la realidad ambiental y climática sea sumamente penosa, es importante incidir en las causas y sus soluciones, de manera que sirvan para que cada cual se sienta involucrado y pueda decir que lo que está haciendo merece la pena y está mejorando su vida y de otras generaciones.

También hay que saber cómo dirigirse a la ciudadanía en función de quién se trata. No es igual un público juvenil que uno especializado. Hay que impulsar acciones que pueda hacer cada cual en un momento dado e historias con las que se sientan identificados. Hacer esa comunicación de proximidad, dando buenos ejemplos a nuestro alrededor e informando en clave positiva, es muy necesario.

De todas formas, la implicación de la sociedad en determinados momentos ya se ha dado y la presión social por conseguir ciertos logros emancipatorios a lo largo de la historia ha sido una realidad, y más recientemente, con la pandemia de covid-19, asistimos a un cambio en los estilos de vida muy importantes por parte de la población tras las medidas adoptadas por los gobiernos. Con la crisis climática, ¿no se pueden adoptar cambios y normativas que al menos minimicen sus efectos más catastróficos?

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente