En este 2025 que acabamos de iniciar se cumplen 50 años de la muerte del dictador Franco, que aterrorizó a sangre y fuego nuestro país durante décadas.
Siempre las efemérides múltiplos de 5 se celebran de una manera especial, más aún si es una cifra redonda como el medio centenar.
Por eso nuestro gobierno ha decidido conmemorarlo de una manera especial, porque su desaparición supuso la posibilidad de abrir las puertas a nuestra actual democracia. El pasado martes se desarrolló el primer acto en ausencia de la monarquía, PP y Vox.
Recuerdo especialmente aquel no tan lejano 1975, cómo se vivía aquí, con represión, miedo, sin la libertad que supone el oxígeno de la democracia.
También esa mañana del 20-N como si fuera hoy, la reunión con mis camaradas del PCE de Papel, Artes Gráficas, Prensa y Artistas la noche anterior previendo lo que iba a acontecer, con la sombra de una época más negra aún que algunos presagiaban.
Murió en la cama, no fuimos capaces de derrotarlo en las calles, en las fábricas y universidades, pero de allí salió una generación curtida en esas batallas que aún hoy seguimos en las nuevas trincheras actuales. “Así se forjó el acero”.
Gentes antifascistas, inconformistas, librepensadoras, republicanas, ateas, cultural y políticamente formadas, ingenuas y un pelín utópicas, que ahora observamos con estupor cómo Franco renace de sus cenizas.
Hoy miro por mi ventana y recuerdo ese momento, observo el panorama, veo la prensa diaria y me vuelvo a estremecer. Se manifiestan demasiados síntomas de que no hemos aprendido nada, de que la izquierda olvidó fácil aquella época no tan lejana. Algunos se permiten el lujo de señalar que esto no es una democracia.
No chavales, no; estamos en una democracia, imperfecta, con fallos, susceptible de ser mejorada, pero democracia. Aquello sí era una dictadura, aquella madrugada el ambiente estaba impregnado de ella, el miedo que sentíamos nos lo dejó muy claro.
Quizás a las gentes de izquierdas de mi generación nos haya faltado realizar una labor pedagógica profunda y constante. Hemos dado por hecho que la historia se conoce, lamentablemente no es así, o se ha olvidado demasiado rápido. Convendría que intentáramos rectificar antes de que sea demasiado tarde.
Por eso ahora, como viejo luchador antifranquista que no olvida ni olvidará, me escandaliza la postura de las gentes del partido más importante de la oposición, el PP.
Puedo entenderlo en el caso de Vox o del partido de Alvise, ese facha de nuevo cuño, pero no el de la derecha que debiera ser moderna y moderada, civilizada, pero que en cuanto rascas un poco sale su vena de herederos de aquel cruel franquismo.
Escuchar a algunos de sus miembros más relevantes, especialmente Isabel Díaz Ayuso, debo reconocer que me produce un profundo escalofrío.
Seguramente si nos trasladáramos a aquel 1975 estarían del lado de nuestros represores, incluso Ayuso de nuestros torturadores. Por eso se niega a reconocer que precisamente en el lugar donde tiene la sede de su gobierno estaba situada la tenebrosa Dirección General de Seguridad, DGS. Incluso llega al límite de negar la posibilidad de colocar una placa que lo recuerde.
Que en sus calabozos, unos pisos más abajo de su despacho, miles de luchadores anti franquistas fuimos interrogados y torturados cruelmente. Ella y su secuaz Miguel Angel Rodríguez lo ignoran porque saben de qué bando son; de los que nos arrancaron la libertad y volverían a hacerlo si tuvieran la más mínima posibilidad.
Franco murió hace 50 años, no tantos, pero sus ideas, sus seguidores siguen ahí fuera en activo y cada vez con mayor fuerza.
Posteriormente, en otro enero, éste de 1977, sucedieron otros hechos trágicos. Se iniciaron el domingo 23, cuando un grupo de ultraderecha asesina al joven antifascista Arturo Ruiz en una manifestación pro amnistía en la trasera de la Gran Vía de Madrid.
Al día siguiente muere la estudiante de Sociología María Luz Nájera por el impacto del bote de humo que recibe en la manifestación en protesta por la muerte de Arturo. Impactados por ambos sucesos toda la izquierda antifranquista se conmociona.
Posteriormente los trágicos acontecimientos en Atocha. Asesinados Valdelvira, Sauquillo, Benavides,…seis en total y heridos graves Lola, Alejandro... Luego una vorágine de reuniones, asambleas, contactos, y sobre todo un mensaje claro: hay que mantener la calma, no responder a la provocación.
A pesar de la rabia contenida por nuestros camaradas asesinados apretamos los dientes y tragamos el sapo. Éramos comunistas y por tanto teníamos una mayor responsabilidad, más aún en los complejos momentos que nos tocaba vivir.
Después, el impresionante entierro en el que participé activamente en el servicio de orden, con la sensación de estar viviendo momentos históricos.
Luego con el tiempo entendí que aquel llamamiento a la calma de mi partido fue clave para conseguir la democracia, y desde entonces defiendo esa misma reacción en circunstancias parecidas.
A través de esta reflexión intento que os recuerden todas aquellas personas que la lean. No perdono a vuestros asesinos ni a sus herederos ideológicos que ahora asoman su existencia sin ningún pudor.
Lo hago precisamente hoy, cuando negros nubarrones amenazan de nuevo nuestra convivencia con el acoso de la derecha extrema y la extrema derecha, porque más que nunca debemos mantener viva la llama de esa memoria colectiva.
Nuestra democracia estuvo en peligro entonces, y a pesar de la satisfacción de tener un gobierno de izquierdas lo podría estar ahora años después, por eso olvidar resulta tan peligroso.
Ni un paso atrás ante ellos. Las izquierdas, todas ellas, las centrales y también las periféricas, debemos codo con codo recuperar aquel viejo eslogan del No pasarán. En Madrid de 1939 pasaron, probablemente por nuestras divergencias y tensiones, ahora, 50 años después de la muerte del dictador, no podemos, no debemos permitirnos el lujo de que vuelvan a hacerlo.
No olvidemos nunca, luchemos juntos frente al fascismo.
Veremos.
*El autor es exparlamentario y concejal de PSN-PSOE