La elección de Donald Trump a principios de octubre impulsó inicialmente al dólar al alza, ya que la divisa se vio respaldada por la perspectiva de mayores aranceles y medidas de estímulo para la economía estadounidense. Sin embargo, la intención del nuevo presidente de reformar el sistema comercial y financiero mundial ha hecho retroceder al billete verde. La reciente caída de la divisa podría ser el inicio de una tendencia subyacente más profunda y, el segundo mandato de Trump podría hacer que el dólar perdiera el estatus dominante del que ha disfrutado durante las últimas décadas: podemos estar ante el comienzo del fin de la edad de oro del dólar estadounidense. La culpa la tiene la disparada deuda del país. Estados Unidos es el país más endeudado del mundo, y su deuda ha superado los 36 billones de dólares, 106.400 dólares por cada estadounidense. En 2024, la deuda aumentó en 2,4 billones de dólares.
La impresionante cantidad de deuda que soportan los países tiene un precio. Los gobiernos usan cada vez más dinero para pagar intereses, lo cual les impide usar ese presupuesto en defensa o en otras partidas. Estados Unidos, la mayor potencia militar del mundo, gasta más dinero en abonar intereses que lo que destina a Defensa. Hasta hace poco tiempo endeudarse era relativamente barato, pero las subidas de los tipos de interés en buena parte del mundo han cambiado esa dinámica. El fin del dinero barato ya se empiezan a notar en la caja de los gobiernos. El rápido aumento de los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense ha añadido más de 500.000 millones de dólares al gasto neto por intereses del gobierno estadounidense, que ahora asciende a unos 1,2 billones de dólares, más que el presupuesto de defensa del país. El dato ayuda a entender la preocupación de Trump por el gasto público y su obsesión por reducir los tipos de interés. Donald Trump ha sorprendido a propios y extraños al no renegar de la posibilidad de una recesión en EEUU este mismo año. El republicano fue preguntado por la opción y lejos de decir que era algo que no ocurriría afirmó que “odio predecir esas cosas”. Hace pocos meses la economía de EEUU funcionaba a pleno rendimiento y tanto las instituciones como los analistas esperaban que el fuerte consumo interno, un mercado laboral resistente y una gran salud empresarial seguirían sosteniendo en buena medida este status. Sin embargo, la realidad es que la mayoría de los analistas atisban una gran desaceleración al menos este primer año con Trump. Uno de los indicadores que más ha encendido las alarmas en este sentido ha sido el GDPNow (Modelo de la Reserva Federal), que habla de una caída del PIB real del 2,4% en el primer trimestre. La Fed explica que estas previsiones vienen principalmente de las exportaciones.
En EEUU, el sector privado se encuentra en una situación financiera excepcional porque se ha desapalancado en la última década y ha aprovechado el estímulo fiscal de la pandemia. Sin embargo, el gobierno americano se encuentra en la otra cara de la moneda con uno de los déficits más altos de la historia en tiempos de paz no recesivos, cercano al 7%. Esta dicotomía entre las finanzas públicas y privadas de EEUU es la causa de la aparentemente errática acción política de la administración Trump. La intención del presidente americano es que el país empiece a depender más del sector privado y menos del sector público. Por eso, quiere reducir el gasto de la Administración y está empeñado en que la Reserva Federal recorte los tipos de interés. Esta obsesión se entiende, teniendo en cuenta que EEUU gasta más dinero en intereses que en defensa y Trump considera que esto no puede seguir así.
Mientras EEUU aspira a un menor endeudamiento y a sanear sus cuentas, Europa está decidida a hace todo lo contrario y a endeudarse. El cambio de política de Washington respecto a Ucrania ofrece a Europa una oportunidad para liberarse de la austeridad fiscal, lo que supone un serio desafío por primera vez para el estricto cumplimiento de Alemania de su regla del “cero negro”, es decir, un presupuesto equilibrado con sesgo positivo, con el fin de reindustrializarse y aumentar el gasto en defensa a gran escala. El anuncio de un vasto plan de inversiones en Alemania y de un plan de gastos de defensa en Europa y la esperanza de que el conflicto en Ucrania llegue pronto a su fin, han mejorado el ánimo de los inversores en Europa. El dólar ha sufrido las consecuencias de este cambio de percepción y ya ha perdido un 4% frente a la divisa europea (desde su máximo de principios de año), mientras que el índice global del dólar ha caído un 5%. La desdolarización ya está en marcha. El peso del dólar en las reservas globales de divisas está disminuyendo desde las sanciones contra Rusia y, se espera que la tendencia continúe a causa de la actitud errática iniciada por la administración Trump.
Las estrategias políticas y económicas llevadas a cabo por Trump son contradictorias y hacen que resulte imposible descifrar sus verdaderos objetivos. Habría que comprender las razones por las que Trump emprende una guerra comercial, tal vez ello se deba a que el poderío estadounidense se encuentra en declive y al borde del colapso. Con los aranceles, Trump quiere castigar al mundo, pero va a castigar más a su propio país. El aparente caos que rodea sus políticas –desde la montaña rusa de aranceles hasta su desdén por la ortodoxia económica– plantea una pregunta clave: ¿Trump sigue una estrategia coherente o simplemente reacciona a imperativos políticos inmediatos? Con su actitud, Trump está poniendo en riesgo la estabilidad de su país y en peligro la economía mundial.
El autor es economista