No, no es la primera vez que reivindico el cierre de las centrales nucleares. Ni desde estas páginas, ni en un Pleno del Parlamento de Navarra. Lo hice hace tres años, y lo vuelvo a hacer hoy, porque el tema ha adquirido máxima actualidad por el apagón vivido a finales de abril.

Una actualidad interesada y manipulada.

El apagón del pasado mes de abril no puede servir como excusa, como paraguas, como… llámenle como quieran para solicitar la prórroga de las centrales nucleares. Pues la petición de los grupos de la derecha venía de antes. Basta recordar su solicitud en el Congreso de los Diputados de hace unos meses. Anterior al apagón.

Este no es, repito, sino una excusa, que les ha venido como anillo al dedo a esos grupos y a las empresas eléctricas propietarias de las mismas. Porque los lobbys, haberlos haylos, y funcionar funcionan.

Y las presiones al Gobierno se han multiplicado en los últimos días argumentando que las nucleares dan robustez al sistema eléctrico y que pueden servir para evitar nuevos incidentes graves en el suministro.

Pero resulta que en el momento del colapso del sistema eléctrico, el día del apagón, la mitad de los reactores estaban parados porque, según alegaron las compañías propietarias, no les resultaba rentable operar por el bajo precio de la electricidad.

El término seguridad es antagónico con el de central nuclear. Nos lo ha demostrado la historia: porque existen errores humanos; fallos mecánicos, electrónicos, de sistemas o de ejecución; existen fenómenos naturales como terremotos o tsunamis; y existen psicópatas a lo largo y ancho del planeta dispuestos a cualquier temeridad.

Y no tenemos sino que recordar lo ocurrido en Harrisburg en 1979, en Chernobyl en 1986 o en Fukusima en 2011. A lo que podríamos sumar el enorme temor que generaron los ataques rusos en torno a la central de Zaporiyia –la más grande de Europa–, en Ucrania, de hace tres años.

El término sostenibilidad es antagónico con el de central nuclear. Tan sólo haciendo trampas al solitario no lo es. Porque… ¿Cómo contabilizarían económica y socialmente los millones de euros necesarios para el mantenimiento de los residuos durante cientos de años? Herencia contaminada y contaminante que dejaremos a muchas de las generaciones venideras.

¿Saben a cuánto ascienden los costes totales de gestión de los residuos radiactivos, del combustible nuclear gastado y de la clausura para el periodo que va de 1985 a 2100? Sólo 28.000 millones de euros. ¡28.000! Hasta el 2100… porque, no lo duden, nos van a sobrevivir, los residuos, los sarcófagos, todo eso… a todos y todas. ¡Y lo que durarán! Y de eso ya no tengo cifras.

El término rentabilidad es antagónico con el de central nuclear. Salvo, claro, para las empresas propietarias de las mismas, que no tienen que hacerse cargo de esa herencia envenenada durante siglos. Beneficio privado, frente a coste público ¿Realmente las habrían construido y las mantendrían si fuera así?

¿Conocen, por otro lado, alguna compañía de seguros que quiera asegurar una central nuclear? Yo no ¿y saben por qué? ¿números, quizás?

El uranio es un elemento finito, no renovable, y su extracción cada vez se realiza en condiciones técnicas más dificultosas y caras. Además, tenemos una dependencia enorme para su importación.

Todo, absolutamente todo, es desechable en una central: desde el primer tornillo hasta el último botón de la ropa de los operarios. Nada, absolutamente nada, es reutilizable.

Y por todo ello requerimos, precisamente, en el propio Parlamento a través de una moción, y a través de este medio, mediante estas líneas, el mantenimiento del calendario del cierre de las cinco centrales todavía abiertas, cuya clausura comenzaría en 2027 con la de Almaraz y concluiría en 2035. Cerrando Ascó, Cofrentes, Vandellós II y Trillo.

Si bien es cierto, tengo que confesarlo, que si por nosotros fuera, todo ese proceso se habría dado ya hace años y ninguna estaría en funcionamiento en estos momentos.

Porque ¡¡¡¡hay alternativas!!!!! las hay: verdes, renovables y limpias. El sol, el viento y el agua.

Y de eso sabemos un rato en Navarra. Pues fuimos pioneros a nivel mundial. Por ello, debemos seguir trabajando para establecer un mix energético basado en energías renovables, producidas en Navarra, que garanticen la sostenibilidad energética y la estabilidad en los precios.

Porque en Navarra, además, contamos con un tejido industrial de energías renovables que da empleo a casi 7.000 personas de manera directa. Cuestionar las renovables iría contra la línea de flotación de nuestro propio tejido industrial.

Contamos con unos generadores eólicos que aportaron en 2024 más de la mitad de la electricidad producida –hablo de Navarra– con una subida en el mix superior al 11%.

En Cataluña, donde radican dos de las centrales nucleares a cerrar, los sectores eólico y fotovoltaico han afirmado que están hoy en condiciones, perfectamente “preparados para asumir el reto de tomar el relevo de las nucleares catalanas y cubrir su aportación en el momento de su cierre”.

Tengo que reconocerles que a mí la única central nuclear que me gusta es la de Springfield. En la que trabaja Homer Simpson.

El autor es parlamentario de Geroa Bai