Hace un año, en agosto de 2024 escribí un artículo en euskara con ocasión de un premio otorgado por una entidad de Navarra a Josep Borrell titulado “Bakezaletasuna eta nortasun Europarra”. Desde entonces la carrera armamentística ha adquirido una velocidad y está marchando hacia unos derroteros de vértigo cada vez más ruinosos, más peligrosos y que en realidad constituyen tributos al imperio.

El debate sobre si los gastos de defensa deben llegar al 5% del Producto Interior Bruto o a 3,5% o si es suficiente el 2,2% y otros debates análogos hacen referencia solo a uno de los tres temas o principios que conculca la carrera armamentística. Ese es el debate sobre el aspecto ruinoso del gasto en armamento, que se suele contraponer a la posibilidad de tener o no tener recursos para políticas sociales y de progreso.

Siguiendo con el análisis de esa argumentación social y economicista hay que hacer las siguientes consideraciones: toda inversión en armamento está sujeta a un proceso de obsolescencia rigurosamente rápido; los novedosos drones de principios de la guerra de Ucrania son ya una antigualla inservible. Y lo mismo sucede con las dotaciones de artillería, vehículos acorazados de toda índole, aviación etcétera. Los armamentos fabricados hace más de diez años ya no están en el mercado.

La cuestión de la seguridad se asienta en dos pilares sobresalientes, uno es la capacidad de disuasión y otro es la posibilidad de vencer o doblegar militarmente. Desde que la humanidad cuenta con armas nucleares la capacidad de disuasión ha sufrido un cambio o metamorfosis esencial ya que la humanidad es capaz de destruirse a sí misma por las explosiones nucleares, por las lentas deflagraciones medioambientales o por los crueles desequilibrios económico sociales.

Obviamente los Estados que cuentan con armas nucleares y cuyos representantes son en muchos casos personajes desequilibrados, crueles y hasta imbéciles tienen en materia de disuasión un nivel esencialmente diferente. ¿Pero es que Trump cuando quiere forzar a todos los que él considera sus súbditos a gastar el 5% del PIB en defensa quiere vender armamento nuclear? Obviamente no. Y tampoco armamento de última generación. Lo que quiere vender, por lo tanto, son las patentes y mercaderías armamentísticas ya anticuadas y a punto de quedar obsoletas. Eso es el tributo del imperio.

Evidentemente el que un sistema político como el de Irán gobernado por una casta teocrática y antifeminista pueda llegar a contar con armamento nuclear da miedo. Pero no da menos miedo el que personajes tan crueles y genocidas como Netanyahu o tan alentadores contra los derechos humanos de palabra y de obra como el propio Trump cuenten con esas armas.

El pacifismo se sustenta y apoya en los derechos humanos, cuya interpretación no puede realizarse más que en base a la igualdad de los seres humanos. Cada niña y niño palestino es depositario de todos los derechos humanos y su historia es tan entrañable como la de Ana Frank que tanto nos emocionaba hace sesenta años.

El genocidio de Palestina que se está practicando a la vista de Europa y con la pasividad cómplice, criminal y egoísta de los Estados y de muchas organizaciones y personas europeas nos demandará en el futuro como género humano. La crueldad criminal y genocida del sionismo se tornará en contra de las personas judías, que invocaron durante siglos y milenios los derechos humanos. Por cierto, nadie los trató con tanto miramiento como los musulmanes a lo largo de la historia.

Las políticas de Trump cuya propuesta y frase de convertir Gaza en una “Riviera de Oriente Medio” constituye la brutalidad más cruel, ya se están volviendo en contra de las clases medias y bajas de los Estados Unidos. Así como el sionismo es el verdadero enemigo de las judías y judíos, Trump está convirtiéndose en el daño de las clases menos favorecidas de su propio país. Decíamos que “Trump era el rey desnudo de los cuentos de Andersen” y así lo demuestra la ley hermosa a favor de los ricos y en contra de los pobres que está tramitando.

El pacifismo como única expresión coherente de la primacía de los derechos humanos no solo constituye la invocación más realista y efectiva de progreso y de paz para la humanidad sino que pone en entredicho todos los gastos armamentísticos y militares.

Las guerras nunca sirven para resolver los problemas humanos profundos y los ejércitos son instituciones que ya han quedado obsoletas para los conflictos actuales. La guerra de Rusia y Ucrania constituye un ejemplo de conflicto limitado en el que una de las partes no hace uso del armamento nuclear que posee. El genocidio de Gaza de un ejército que lucha contra personas desarmadas, hambrientas, perseguidas y oprimidas es el ejemplo de todo menos de una guerra convencional.

Por eso resulta entrañablemente importante el hecho de que en el minuto más visto universalmente de ensalzamiento de un santo inexistente como es San Fermín y de las fiestas que constituyen el ejemplo mundial de celebración como son los Sanfermines se vaya a lanzar un cohete festivo a favor del pueblo de Palestina, ejemplo de otras muchas opresiones a lo largo y ancho del mundo. Euskal Herria, que incluida Navarra, dijo no a la OTAN se tiene que enorgullecer de su fiesta por antonomasia, que son los Sanfermines en favor del pacifismo y en contra del tributo al imperio.

*El autor es abogado