Las personas que tenemos la inmensa suerte de ver, tanto la naturaleza como la vida nos brindan una infinitud de colores, de gamas, de combinaciones maravillosas. No podemos vivir sin colores salvo que cerremos los ojos, o que se nos vaya la vista. Incluso soñamos en color. Según incida la luz, según su intensidad, los colores se hacen luminosos o apagados, un mismo color se ve distinto en función de la luz que reciba. La luz es la gran pintora de la naturaleza.
Los colores que usamos para pintar se dividen en primarios: rojo, amarillo y azul; secundarios: verde (mezcla del amarillo y el azul), naranja (mezcla del rojo y el amarillo), morado (mezcla del azul y el rojo) y marrón (mezcla de los tres primarios rojo + amarillo + azul). Según la intensidad que pongamos a cada color la mezcla nos dará las diferentes gamas cromáticas. Luego está el blanco que todo lo que toca lo apastela (rosa, pajizo, cielo…) y el negro que lo que toca lo enturbia (gris). La apreciación de los colores va a depender no solo de la intensidad lumínica, sino también de nuestro estado de ánimo, de las emociones que estemos viviendo, de nuestra manera de ver las cosas, de nuestros gustos y de nuestra ideología.
Reflexionando y observando cuándo me gusta un color o cuándo no me gusta, he elaborado una lista rápida e incompleta, pero que visualiza la idea de que el gusto va unido a la apreciación y a lo que cada cual siente y padece.
Me gusta el rojo en los días del calendario, en la cereza que muerdes lentamente, en la camiseta de mi equipo de fútbol que se esfuerza en cada jugada, en el pañuelo que te anudas al cuello cada 6 de julio, en tus uñas resaltadas, en la fresa con nata que llena nuestras bocas, el del sol de un cuadro de Miró, el de las doce rosas que nunca olvidaremos…
No me gusta el rojo en la cara tras el golpe, el que da fondo a la esvástica genocida, el de la sangre derramada inútilmente, el de la señal que lo prohíbe todo, el del partido político que proclama la exclusión…
Me gusta el amarillo del limón que exprimes para calmar la sed, el del sol que nos calienta e ilumina, el del hipérico que recogemos cada noche de San Juan para darnos suerte todo el año, el del contenedor que recicla el plástico que no irá al mar, el de la mariposa que zigzaguea al acercarnos, el del rotulador que resalta lo importante, el de los geranios de Van Gogh, el del peto que salva vidas en alta mar…
No me gusta el amarillo brillante del lujo, el de la corona del poder, el de la tarjeta de árbitro que saca a discreción, el de la fiebre que mata en los trópicos, el de la piel que se vuelve enfermiza…
Me gusta el azul del cielo en agosto, el de la ropa del marinero y del obrero, el del casco del soldado que va en son de paz, el de la bandera que nos une a toda la humanidad, el del mar en calma, el de las teselas de la Gran Mezquita, el de la obra de Yves Klein, el del manto que cubre la inocencia…
No me gusta el azul que te provoca tristeza, el de las camisas que sacaban a la gente de sus casas para asesinarlas, el de la estrella del país que invade y asesina a gente inocente, el de la sangre que hereda tronos y poder, el de las sirenas que reprimen la lucha…
Me gusta el verde del prado recién cortado, no me gusta el verde militar que avanza hacia la guerra. Me gusta el naranja de la calabaza que nos alimenta los sueños, no me gusta el naranja del fuego que todo lo arrasa. Me gusta el morado de la pancarta feminista, no me gusta el morado del manto del trono. Me gusta el marrón de tus ojos hermosos, no me gusta el marrón del barro que anega calles tras la riada. Me gustan los ocres que incendian los árboles en otoño, no me gustan los mediocres. Me gusta el blanco de la nieve recién caída, no me gusta el blanco del sudario que envuelve la muerte. Me gusta el negro de tu piel hermosa, no me gusta el negro del toro acribillado en la arena de ruedo. Me gusta el gris que corona tu cuerpo entrado en años, no me gusta el gris plomizo que apaga tu ánimo…
Me gustan todos los colores cuando reflejan la belleza, el amor, la esperanza, la lucha, la solidaridad, la alegría, la calma…; pero no me gustan los colores cuando simbolizan el odio, la agresión, el poder, la exclusión, la tristeza, la injusticia, la muerte…
Se dice que para gustos están los colores, por lo que muchas veces es en vano la discusión de cualquier tema. Asimismo, la infinidad de colores viene a representar la gran diversidad de opiniones, gustos y preferencias. Cada cual hará su lista y podrá comprobar que un mismo color es fuente de agrado o de repulsa, según cómo se utilice y lo qué simbolice.